Capitulo 35: Rhaela, que te sigo amando joder.

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Capítulo: La Noche del Desafío

133 d.C

La noche envolvía la Fortaleza Roja en un manto de oscuridad, solo interrumpido por las tenues luces de las antorchas que brillaban en los pasillos. Rhaela estaba en sus aposentos, su mente aún perturbada por los recientes eventos y los rumores que circulaban en la corte.

De repente, la puerta se abrió bruscamente, revelando a Aemond, que entró tambaleándose. Estaba visiblemente borracho, con los ojos brillando de ira y desesperación.

—Rhaela —dijo con voz ronca, acercándose a ella con pasos inestables—. Necesito hablar contigo.

Rhaela se levantó lentamente, observando a su esposo con una mezcla de cautela y resignación. Su corazón latía con fuerza, pero mantuvo una fachada de calma.

—¿Qué haces aquí, Aemond? —preguntó, tratando de mantener su compostura.

Aemond la agarró por los hombros y la miró directamente a los ojos. Sus palabras eran desesperadas y llenas de dolor.

—He oído los rumores sobre ti y Alys —dijo con voz temblorosa—. No me importan las putas, no me importa nadie más. Solo me importas tú y nuestros hijos. Siempre ha sido así.

Rhaela sintió una oleada de emociones conflictuadas, pero no dejó que su rostro mostrara nada.

—Aemond, nos hemos hecho demasiado daño mutuamente. No puedo confiar en ti. Prefiero a Alys —dijo con voz firme, sus ojos morados reflejando la decisión que había tomado.

Las palabras de Rhaela cayeron como una bomba sobre Aemond. Su expresión pasó de la desesperación a la ira en un instante.

—¿Prefieres a Alys? —rugió, su agarre en los hombros de Rhaela se volvió dolorosamente fuerte—. ¿Después de todo lo que hemos pasado?

Rhaela no retrocedió, mantuvo su mirada fija en él.

—Sí, prefiero a Alys. Al menos con ella no tengo que preocuparme de ser traicionada.

La furia de Aemond alcanzó su punto máximo. En un arranque de ira, levantó la mano y golpeó a Rhaela en la cara con fuerza, haciendo que cayera al suelo. El dolor explotó en la mejilla de Rhaela, pero se negó a mostrar debilidad.

—¿Así es como demuestras tu amor, Aemond? —dijo con voz quebrada pero desafiante, levantándose lentamente del suelo.

Aemond la miró, sus ojos llenos de una mezcla de arrepentimiento y furia. Parecía que una lucha interna se estaba librando dentro de él, pero la ira era demasiado fuerte.

—No me desafíes, Rhaela —dijo con voz temblorosa—. No sabes lo que estás diciendo.

Rhaela lo miró con una mezcla de dolor y determinación.

—Lo sé muy bien, Aemond. Sé exactamente lo que estoy diciendo. Y ya no tengo miedo de ti.

Aemond dio un paso atrás, su rostro contorsionado por la ira y la confusión. Finalmente, se giró y salió de la habitación, dejando a Rhaela sola en medio del silencio opresivo.

Antes de salir, se giró una vez más hacia Rhaela y, con una voz cargada de amenaza y amargura, dijo:

—No volverás a ver a Alys. Me aseguraré de que sea vendida a una casa de putas lejos de aquí. Tú me perteneces, Rhaela, y no dejaré que nadie más se interponga entre nosotros.

Rhaela se quedó de pie, su cuerpo temblando por el impacto del golpe y las emociones que luchaban por salir a la superficie. Sabía que había tomado una decisión peligrosa, pero también sabía que no podía seguir viviendo bajo la sombra de la traición y el dolor.

El último dragón: La casa del dragónWhere stories live. Discover now