Poniendo toda la carne en el asador

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Izuku se removió entre las sábanas cuando el despertador de su móvil empezó a sonar, pero cuando quiso alargar su mano para apagarlo, se topó con un muro inquebrantable. Entreabrió los ojos y dio con unos definidos pectorales. Al reconocerlos, sonrió y se rindió dejando caer su frente sobre ellos. 

Katsuki gruñó ante aquella melodía que no hacía más que aumentar de volumen. Se apartó mínimamente de Izuku para apagar la alarma. Nunca pensó que la música de introducción de la primera película de All Might pudiera llegar a molestarle tanto. Volvió a acomodarse, apretando a Izuku contra sí, apurando al máximo el tiempo que pudiera pasar recibiendo su calor corporal y sintiendo su piel desnuda contra su propio cuerpo. 

—Buenos días, Kacchan. 

El tono adormilado del peliverde borró todo rastro de mal humor. Madrugar así merecía la pena. 

—¿Has dormido bien? 

Izuku suspiró. 

—No mucho tiempo, pero he descansado. ¿Y tú? 

—Si paso por alto las veces que me has tenido durmiendo en el filo de la cama y las que me has quitado la sábana... se podría decir que he dormido bien —bromeó. 

—¡Oye, que tú te me has tirado encima varias veces! ¿Sabes lo que pesas? No me dejabas respirar. 

—Uno intenta ser cariñoso y solo obtiene desprecio... 

—¡Yo no te he despreciado! —objetó Izuku. La luz de la mañana empezaba a entrar entre las cortinas. Izuku depositó un beso en la frente de Kacchan e intentó levantarse para comenzar el día—. Tenemos que levantarnos ya si no queremos llegar tarde. 

Sin embargo, Katsuki tenía otros planes. Un agarre firme impidió que Izuku abandonara la cama. Al intercambiar miradas con el rubio, un escalofrío recorrió su espalda. 

—No... espera, Kacchan. Tenemos que vestirnos e ir a desayunar... Incluso deberíamos ir a lavarnos. Ayer nos quedamos dormidos y no nos dimos un baño... 

Pero no importaba lo mucho que balbuceara: Katsuki ya lo había señalado como objetivo y la determinación brillaba en sus ojos rojos. El rubio pasó su mano por el muslo de Izuku y sus mejillas pecosas rápidamente se tiñeron de rojo. 

—De verdad que no podemos... —continuó, pero en su voz faltaba convencimiento. 

Katsuki aprovechó para acercarse lentamente y morder sus labios. Izuku se llevó las manos rápidamente a su entrepierna desnuda, intentando esconder el daño que el rubio causaba sin apenas intentarlo. Katsuki lo tomó por la cintura y lo sentó sobre sus piernas. Lo besó lentamente, primero acariciando sus labios y después invadiendo por completo su boca sin ninguna prisa. Bajó entonces por su mandíbula y propinó otro mordisco a su barbilla. 

—Bueno... quizás podamos saltarnos el desayuno —cedió Izuku. 

Katsuki rio y lo tumbó sobre la cama sin apenas esfuerzo. 



Shindo pulsó el botón de llamada antes de entrar en clase. Durante la noche, había estado reflexionando sobre la posibilidad de recular en su plan y dejar a Bakugo en paz de una vez por todas. Izuku era una buena persona y se sentía culpable. Sabía que cualquier venganza que planeara contra el rubio acabaría afectándolo a él también. Y sin embargo, no podía dejar de pensar en lo mucho que odiaba a Bakugo y las ganas -no, la necesidad- de que pagara por la paliza que le había propinado en el pasado. 

No podía entenderlo: ¿cómo había conseguido refrenarse las últimas veces que se había acercado a Izuku? A ese neandertal le salía humo por las orejas si se encontraba a menos de tres metros de su novio. Solo le faltaba golpearse el pecho como el orangután que era o mearle en la pierna a Izuku para marcar territorio. Entonces, ¿por qué lo había evitado a toda costa? ¿Por qué no le había gritado, lo había agarrado del cuello o se había lanzado a su yugular como esperaba que pasara? ¿Tendría algo que ver con la pelea que (le constaba) habían tenido y por la que se habían separado durante algunas semanas?

Compañeros de habitación (Bakudeku)Where stories live. Discover now