21. Si hablamos de mí, sabrás de dónde vengo

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Brave, Inspire. —Dejo uno de los labiales sobre el estante y recojo otro para leer la etiqueta—. Transform... ¡Ah! ¡¿Por qué tantos nombres, acaso no son todos labiales rojos?!

Me importa muy poca las miradas de la gente que se encuentra en la misma tienda que yo. Me frustro y dejo todos los labiales en el estante, sin éxito. Llevo 4 horas en el centro comercial y por primera vez entiendo ese comentario de mi padre sobre que las mujeres requieren de un día libre para hacer sus compras. Sigo mirando más maquillaje y puedo estar seguro de que alguna de las personas que trabajan aquí debe estar esperando el momento para echarme.

—Disculpa.

Cuando alguien me habla, giro sin prisa y al notar que se trata de dos chicas de instituto, doy unos pasos atrás. Sin embargo, dejo una expresión calmada mientras espero que hablen.

—¿Eres Michael Stewart? —pregunta una de ellas.

—Uhm. ¿Me conocen de algún lado?

—Bueno... —se miran entre ellas con nerviosismo—. Estamos pensando hacer la prueba de ingreso para la escuela de Derecho este año y escuchamos que eres el mejor estudiante. Nosotras quisieras saber si estas disponible para una tutoría, seríamos las dos juntas.

—Lo siento, realmente no doy tutorías. —la emoción de ambas decae—. De igual forma, espero que puedan encontrar a alguien y aprobar el examen.

Ambas se despiden tratando de no mostrarse triste y empiezan a alejarse. Por un momento mi vista cae sobre la bolsa de maquillaje que al parecer acaban de comprar y un bombillo se enciende.

—Oigan. —ambas giran al escuchar que las llamo—. Si acepto darles tutorías virtuales, ¿Podrían hacerme un favor?

Las chicas se acercan a mí con emoción y asienten.

—¿Qué deberíamos hacer por ti?

Desbloqueo el móvil y de inmediato les muestro la foto de Eller, haciendo enfoque en varios de sus rasgos.

—Esta sombra, el labial y eso en sus mejillas, ¿Pueden ayudarme a elegir algo similar?

***

Luego de pagar, intercambio contactos con las chicas para programar nuestras sesiones de estudio y también les agradezco por los productos que me ayudaron a elegir. Salgo de la tienda y veo la bolsa en mi mano con emoción, feliz de imaginar a Eller cuando la reciba.

Me acerco a una cafetería pero al ver la cantidad de personas que hay en las mesas, decido mejor pedir algo para tomar en el camino. El dependiente me recibe con una sonrisa cuando la persona que estaba delante de mí se retira.

—Bienvenido, ¿Qué desea ordenar?

—Un coconut matcha por favor.

Mientras el chico realiza mi orden espero pacientemente y pocos minutos más tarde se aparece con él. Agradezco la rapidez y pago de inmediato par salir del lugar.

Pruebo la bebida y mis papilas gustativas festejan ante la grandiosa combinación.

—Oh...

La voz de la persona frente a mí logra que detenga mis pasos, mirando con sorpresa.

A pesar de todos los años de terapia, es la primera vez que me encuentro con mi psicóloga fuera del consultorio. Cuando logro salir del trance, saludo con cortesía y ella sonríe.

Quizá, el próximo octubreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora