Capitulo 9. Diciembre de 1954. La llamada

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25 de Diciembre

Gracias a los contactos del bufete de abogados en donde trabajaba, a Fina no le resultó difícil encontrar un apartamento pequeño y asequible económicamente para ella sola. Hacia primeros de octubre ya se había mudado de casa de Rose, donde había pasado solamente una semana. El 5 de octubre, había llevado todas sus cosas al que sería su nuevo hogar. Ayudada por unos amigos pudo llevarse así sus pertenencias. Lo hizo una tarde que Esther estaba trabajando en las galerías Armand, de esta manera, evitaron tener que verse. La pelirroja ya le había empaquetado todo. Antes de cerrar la puerta de la que había sido su casa los últimos 8 años, Fina no pudo evitar suspirar y recordar los muchos momentos de felicidad que allí había vivido. En ese apartamento fue la primera vez que se sintió completamente libre para ser ella misma, sin censuras, sin miedos. Dejó las llaves colgadas en el llavero de la entrada y se fue de ahí para siempre.

La morena estaba sentada en su butaca preferida del pequeño salón de su apartamento, leyendo tranquilamente un libro. Era el día de Navidad y todas sus amistades estaban celebrando esa festividad con sus familiares. La noche anterior había salido a cenar a casa de Rose con otras amigas, Esther también estaba allí. No fue un encuentro fácil, era el primero desde la ruptura, se saludaron friamente y no se volvieron a dirigir la palabra en toda la noche. La morena estaba apenada, pero no quiso forzar las cosas, entendía que Esther necesitaba que pasara mucho más tiempo para poder sanar la herida.

Éstas iban a ser las primeras Navidades de Fina sola en París. La nostalgia se apoderó de la chica toledana y emepezó a recordar tiempos pasados, desconcentrándose de la lectura. Sonrió recordando las celebraciones navideñas en Toledo, primero con su padre y con su madre y después del fallecimiento de ésta, las que celebraban con su padre y el resto del servicio de casa de los de la Reina. Aunque siempre la tenia muy presente, en esas fechas tan señaladas recordaba a su madre de una manera especial. En medio de esos recuerdos sonó el teléfono.

- Dígame. Respondió cuando hubo descolgado el aparato.

- ¿Fina? Preguntó una voz de mujer que la morena reconoció al instante y que hizo que se le detuviera el corazón.

- ¿Marta? Preguntó aún sabiendo la respuesta.

- Hola Fina, ¿cómo estás?

Fina se quedó sin aliento por segundos.

- Marta, ho.. hola, per..., pero..., ¿cómo has sabido mi número de teléfono? En el mismo momento en que se lo preguntaba cayó en la cuenta.

- ¿Tú qué crees? Se lo pedí a tu padre. Le dije que me ayudaste tanto en los contratos con las galerías francesas y que las ventas en Francia iban genial, que quería agradecértelo nuevamente.

- Claro, claro...

- Bueno, ¿qué tal estás? Tu padre me ha dicho que te has cambiado de piso y que ahora vives sola. ¿Hace mucho?Comentó la mediana de los de la Reina con algo de temor.

- Sí, así es. Después de nuestra noche de Hotel es lo que tenía que pasar. Vivo aquí desde principios de octubre. Respondió la morena. - A mi padre le he tenido que contar que ya era el momento de vivir sola y hacer mi propia vida. Pero creo que en el fondo mi padre sabe cómo soy y quién era Esther en realidad.

- Lo siento muchísimo, Fina. Perdóname por haberte creado tantos problemas. Tú tenías una vida hecha, organizada y encauzada allí en París y creo que he puesto tu mundo patas arriba.

- ¿De verdad sientes lo que pasó esa noche? ¿Desearías que no hubiera pasado nunca? En el tono de Fina había pena y rabia.

- No, Fina. No me arrepiento de nada de lo que pasó esa noche. Para mi fue la mejor noche de mi vida y no la cambiaría por nada. Pero te imagino ahora mismo allí sola y se me parte el corazón, más aún si cabe en estas fiestas que sé cuánto te acuerdas de tu madre.

SIEMPRE FUISTE TÚDonde viven las historias. Descúbrelo ahora