XXVII. El amigo más fiel

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¿Se había precipitado? Sí. ¿Fue una idea despiadada, siendo consciente de cómo percibía Eiji a Ken? También. ¿Se arrepentía? No estaba seguro. Por momentos sentía los celos, la ira... y por otros la esperanza susurrando "escúchale". Pero mandó a volar a esta última con aquella decisión, aniquilando esa luz que esta pudo haber concedido a sus ojos nublados.

-¿Es... de verdad? -se escuchaba la voz grave, baja e incrédula de su amigo. -¿Estáis... saliendo?

-Bueno, tú estás saliendo con esa chica rubia y no me lo dijiste. Yo al menos te he dicho lo mío. -tardó poco en echárselo en cara, en tirar de la manta.

Hubo un momento de silencio.

-¿Kazue?

-Como se llame, la he visto en la escuela y te vi ayer con ella. ¿Cómo te fue? Bien, supongo. -su tono comenzó a subir en volumen y agresividad. -No hay nada mejor que un día en la playa con tu novia después de haber ignorado a tu mejor amigo durante todo el verano, ¿verdad? ¡Claro, es normal! A fin de cuentas, decirme la verdad me haría enfadar así que decidiste ocultarlo y dejarme tirado. Ahora entiendo mejor esas excusas cada vez que te llamaba.

-¿Qué estás diciendo?...

-¡No, nada! Solo que es muy común en la vida abandonar a los amigos por una mujer. Pasa todos los días, pero no esperaba que tú lo hicieras. -usaba un tono irónico intenso, ofensivo, com una sonrisa amenazante que nadie podía ver.

-Te estás confundiendo...

-¡No, no estoy confundido! ¡Me mentiste! ¡Me dijiste que ibas a estar ocupado, que no podrías venir o yo ir, que el tiempo no te daba de sí! ¡He estado un mes llamándote por teléfono por si había un pequeño hueco para nosotros, pero siempre decías que todavía no terminabas tus cosas! ¿Y sabes qué? ¡Yo estaba bien con eso, no me preocupaba! ¡Hasta que, de golpe, te veo paseando tan tranquilo en la playa con una chica, sin aviso, sin decirme en ningún momento "eh, Daiki, ya estoy libre para el día que quieras"! ¡No, te callaste! ¡Y no me vas a hacer pensar que no fue para darle todo tu tiempo a ella!

-Daiki... -sonó serio, pero agotado.

-¡No hay Daiki para ti! ¿No querías tiempo con ella en lugar de conmigo? ¡Pues llámala y que ocupe mi lugar, conmigo ya no cuentes!

-¡No es...!

Daiki colgó. No le permitió terminar, no le permitió hablar. Se encontraba iracundo, rabioso... y triste. Tan dolido, tan roto que el estallido de lágrimas fue imposible de controlar. Se ahogaba en miseria, en un llanto potente y ruidoso, repleto de lamentos. Su puerta sonó con golpes leves y apenas la escucho abrirse.

-¿Daiki? -Tanjiro entró, preocupado por su retoño al escuchar los llantos desde la planta baja. -Hijo, ¿qué pasa? -caminó hacia él y se acuclilló a su lado, acariciando con suavidad su espalda. Daiki le contestó algo que para cualquiera habría sido inentendible, sin vocalización, pero él supo diferenciar entre el caos de sonidos cada palabra fallida. -Eh, eh... -se puso en pie y atrajo a su pequeño en un tierno y protector abrazo. -No pasa nada, discutir es algo normal en la vida. Y tú tienes mucho carácter, es natural que pase. -su calidez lograba calmar el desenfreno de ruidos que salían de la boca del joven. -Eiji es un chico paciente y comprensivo, verás que todo se arregla.

No lo sabía, se sentía traicionado. Sentía que su amigo más íntimo le había clavado cuatro puñales por la espalda, lento y a conciencia para más dolor. No quería hablar con nadie, no quería salir con nadie. Su ausencia de cuatro días llamó la atención de sus otros dos amigos, a quienes no explicó nada siquiera, ni lo contó. Se mantuvo callado, en silencio, tragando en soledad hasta que tuvieron que ir en su busca. Era raro, pero no imposible, que Ichiro y Ken se comunicaran entre ellos sin la presencia o incitación de Daiki. Y ahí estaban, los dos en la puerta de los Kamado, recibidos por el padre de familia. ¿Y cómo no iba a permitirles entrar? Su chico necesitaba el apoyo de sus amigos también.

Kimetsu no Yaiba: Next GenerationDonde viven las historias. Descúbrelo ahora