Capítulo 39: El Juramento de Redención

5 0 0
                                    

Capítulo: El Juramento de Redención

136 d.C

La torre en la que Rhaela estaba confinada se encontraba en un estado de abandono, con la luz de las antorchas proyectando sombras en las paredes frías y húmedas. La sala era un reflejo del estado lamentable en el que se encontraba Rhaela, quien, vestida con un vestido roto y ennegrecido, se arrodillaba en el suelo mientras el consejo y el rey Aemond se reunían para escuchar su súplica.

Aemond, acompañado por los consejeros que habían reemplazado a Otto, observaba con atención mientras Rhaela, con su cabello largo y enredado, y su rostro marcado por la desesperación, se preparaba para hacer su declaración.

—Rey Aemond, miembros del consejo —empezó Rhaela con voz temblorosa pero clara—, he solicitado esta audiencia para hacer un juramento solemne. Un juramento que sellará mi lealtad a la casa Targaryen y, en especial, a los Verdes, quienes me han brindado una última oportunidad.

La figura de Rhaela, arrodillada en el suelo, era un contraste doloroso con la imagen imponente del rey y el consejo. Su súplica, sin embargo, era seria y comprometida.

—Juro lealtad a la Casa Targaryen y a los Verdes, a mis hijos y a mis dragones. Mi compromiso es absoluto y, para sellar este juramento, ofrezco un pacto irrevocable: si vuelvo a traicionar, acepto que se me corte la cabeza, así como a mis hijos y a mis dragones.

Rhaela levantó la cabeza, sus ojos llenos de una mezcla de fervor y desesperación. Su voz, ahora más firme, resonó en la habitación con una intensidad que capturó la atención de todos los presentes.

—Este juramento es mi forma de redención. Estoy dispuesta a pagar el precio por mis errores, y pido que este pacto sea aceptado como un nuevo comienzo, una promesa de lealtad inquebrantable.

El consejo intercambió miradas de sorpresa y especulación. Aemond, de pie frente a Rhaela, observaba con una mezcla de escepticismo y cautela. Las palabras de Rhaela eran poderosas, pero la pregunta de si serían suficientes para restaurar su posición y confianza permanecía en el aire.

Finalmente, Ser Criston Cole, quien había sido nombrado la nueva mano del rey, se adelantó con una expresión de seriedad.

—¿Qué garantía tenemos de que este juramento será cumplido? —preguntó Ser Criston con una voz dura, buscando una confirmación de la sinceridad de Rhaela.

Rhaela levantó una mano temblorosa, señalando a los miembros del consejo y a Aemond con una mirada decidida.

—La garantía de mi juramento es la desesperación en la que me encuentro ahora. He perdido todo lo que me importaba. Mi vida está en sus manos, así como la de mis hijos y mis dragones. Confío en que este pacto será el final de mi traición y el comienzo de una nueva lealtad.

El silencio en la torre era palpable mientras el consejo y Aemond reflexionaban sobre las palabras de Rhaela. La complejidad de la situación y el peso de sus promesas eran evidentes en cada rostro presente.

Finalmente, Aemond rompió el silencio. Su expresión era grave, y su tono era de una solemnidad que reflejaba la seriedad de la situación.

El último dragón: La casa del dragónWhere stories live. Discover now