Silencio. Oscuridad. Vacío.

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No podía creer que Liam estuviera en casa. Ni siquiera sabía por qué le había dejado entrar. ¿Llevarlo a mi habitación sería demasiado inapropiado? Margot, céntrate. Había olvidado el hecho de que seguía en pijama, y por nada del mundo iba a irme y dejarle aquí solo, así que no tuve más remedio que aceptar escuchar lo que fuera que Liam tuviera que decirme y más tarde, echarle a patadas de allí.

Me cedió el ramo con abundantes flores y fue inevitable darme cuenta de lo bonitas que eran, y lo mucho que reflejaban mi personalidad. Pura y sincera. Aunque puede que estuviera mal que yo lo dijera. Le guie hasta la sala de estar y le permití tomar asiento con un gesto mudo.

- Tienes 5 minutos. Después te largas.
- Margot, ¿qué cojones te pasa conmigo? Anoche parecías estar cómoda y ahora me miras como si yo fuera tu mayor enemigo. - Me espetó, con un tono decepcionado y confuso.

- ¿Y no lo eres? - respondí.
- ¿Tu enemigo estaría aquí, ahora mismo, con un ramo de rosas, en tu casa? - Dijo, intentando hacerme entrar en razón. No lo consiguió.
- No lo sé. Tal vez sí. Ahora explícame algo, ¿por qué ese cambio tan radical conmigo? Hace unas semanas no soportabas mi presencia, y te recuerdo que casi me castigan por tu culpa. ¿De qué se trata? ¿Es una apuesta con alguno de tus amigos? ¿O es solo para alimentar tu ego herido de tipo duro?
- No pienso dejar que me hables así, Margot. Yo también tengo un límite. - Dijo, mientras se levantaba del sofá. - Entiendo que desconfíes de mí, pero no tienes ningún motivo para hablarme de esa forma. Espero que algún día entres en razón y te des cuenta de quién realmente se preocupa por ti. - Dijo, justo antes de salir del hogar, dejando un silencio vacío que me hizo temblar en mis adentros.

No podía sentirme peor, aunque sabía que era lo correcto. Tuve el impulso de ir corriendo hacia él, y decirle que él no era el problema, sino yo. Que era por culpa de mi inseguridad, de mis miedos. Había metido la pata hasta el fondo, pero ya no podía arreglarlo. Solo salir adelante con una sonrisa, como hacía siempre. Aunque a veces salieran grietas.


Liam

Me dirigí hacia el coche, tratando de calmar el remolino de sentimientos que se formaba en mi interior. En un momento dado, perdí la visión durante unos segundos, seguido de un mareo instantáneo, imagino que a causa de la frustración que sufría en aquel momento. Ojalá pudiera decirle que yo la salvé del castigo que mi padre le iba a imponer.

90 km/h

Ojalá supiera qué hay alguien que la quiere más que a nada en este mundo.

140 km/h

Ojalá supiera que esa persona era yo.

200 km/h

Frustración. Impotencia.

Silencio. Oscuridad. Vacío.

Palabras simples, que pueden cambiarlo todo en un abrir y cerrar de ojos.

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