Iba rodando la canica sobre la tierra, levantando polvo y cenizas, haciéndonos toser y estornudar. Iba con tal velocidad que cruzaba cualquier charco con una asombrosa facilidad.
-¡Grillo!, ¡Te habla mamá!
Admiro a Felipe. Es el chico más inteligente que conozco y sin embargo, el siempre modestamente dice no saber nada de nada, que la vida está llena de misterios que nosotros nunca podremos llegar a descubrir en su totalidad. Quiero ser como él cuando sea grande. Mamá dice que si me porto bien y lo obedezco cuando ella no esté, seré un buen hombre. También dice que Felipe es como mi hermano, aún no entiendo muy bien por qué, pero creo que no debo de preguntar porque a el no le gusta hablar de ese tema, lo sé porque una vez le intenté preguntar por qué no iba a dormir a su casa y comenzó en ese momento a llorar. Mamá me regaña cada vez que intento volver a sacar el tema. Cada que lo veo, me llenan de admiración y expectación las cicatrices que tiene en su rostro, un día el me contó que muchas de ellas fueron a causa de los momentos en los que su padre le aleccionaba.
-¡Grillo, apúrate! –volvía a gritarme Felipe desde el interior de la casa.
Tomé mis canicas que estaban aún arrastrándose por el piso, las guardé en el bolsillo de mi pantalón y comencé a correr hacia mi casa mientras sacudía mi mano para despedirme de Gilberto.
Amaba los domingos. Podía oler la comida de mi madre a kilómetros, era evidente que ella estaba en casa ese día.
Desde la puerta se podía observar toda la casa, sólo era un pequeño pedazo de tierra bardeado con pedazos de madera y cartón, en una esquina se encontraba una estufa de petróleo, junto a un bote de agua limpia para lavar trastes. Un catre y una cama era lo que màs ocupaba espacio en ese lugar, el catre, claro, era para Cristianita, Felipe y yo, la cama era para mi madre y el hombre mugriento que tenía por esposo, aquel que nos obligaba a saludarle cuando llegaba en la noche apestando a cigarro y alcohol. El techo estaba agujereado por algunos lados haciendo pasar el agua cada que llovía. Sin duda alguna, era una pequeña casa sin ninguna gracia, maldecida infinidad de veces por los miserables que en ella vivían. Hasta la más pequeñita viviendo bajo ese techo sabía de las desgracias y penas que ahí se pasaban. Malditos los días que se hacían infierno para nosotros, malditas las paredes que eran testigos de lo que se decía, maldito el hombre que duerme en esa cama y malditos sean sus golpes, humillaciones y ofensas que nos ha hecho pasar.
El llanto de Cristinita interrumpió mis pensamientos.
-¿Por qué llora Cristianita?
-Aún sigue enferma del estómago, pero creo que más tarde la llevaré con la vieja de aquí al lado, dicen que te cura de cualquier enfermedad o brujería.
Mi madre lucía exhausta, triste y afligida, supongo que era ella quien llevaba realmente la casa, y resultaba quizás de lo más estresante tener que ir a trabajar 12 horas a una fábrica que te explota y volver todas las noches a casa con solo penas que compartir con 3 niños que la esperan con el estómago vacío, pero yo la entendía y sabía que sería yo quien la sacaría de esa casa, algún día le compraría un lugar donde le construiría una casita hermosa donde ella pudiera vivir tranquila sin tener que preocuparse porque sus niños se tengan que mojar por las goteras o que en cualquier momento un fuerte viento vuele su casa así como las de los cochinitos cuando el lobo soplaba. Yo le daría alivio a esa mujer así como cuando le he sobado sus pies. Mi madre es un mujer buena y no entiendo porque no le han tocado cosas buenas, su casa, su trabajo, su marido e incluso sus hijos no han sido, seguramente, lo que ella esperaba, y sin embargo la veíamos ahí, con esas arrugas que se le forman debajo de los ojos cuando se preocupa, pensando en qué remedio darle a Cristianita para que se pudiera mejorar. Pobre de Cristianita, las lombrices aún no la han dejado en paz, todas las noches se duerme hasta tarde porque no puede dejar de llorar. Luce aún más pequeña de lo que debiera ser, a veces pienso que en lugar de crecer y envejecer ella se hace más pequeñita y frágil, cada día la piel se le pega más a sus huesos. Es trágico verla, creo que todos sabemos que quizás, podría estar agonizando, pero nadie es capaz de decirlo. Ayer intenté hablar con Dios, no soy muy apegado a el, y estoy seguro que no soy de los mejores niños que podrían existir, al contrario quizás cuando muera iré al infierno, así como dice el pastor todos los domingos "sólo los niños buenos van al cielo". Definitivamente soy malo, muy malo, he hecho y dicho cosas muy perversas. Todo el que me conoce lo sabe, conocen mis travesuras y todos le dicen a mi madre que estaría bien aleccionarme con el cinturón un día de estos. Pero a pesar de la larga lista de pecados que seguro ya llevo, ayer intenté pedirle un favor a Dios. Le pedí que ayudase a mi hermanita, porque ella es diferente, ella no es como el resto de niños tan traviesos, asi que se merece una buena vida llena de alegrías, si era necesario, preferiría enfermar yo y no ella. Espero enfermar.
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Con canicas en los bolsillos
Adventure"Con canicas en los bolsillos" cuenta la historia de un pequeño niño al que le apodan "El Grillo". es el segundo hijo de una familia sumamente pobre, quienes luchan contra diferentes adversidades que se les van presentando día a día. El padre de la...