Rabia

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Todo fue un caos para el pelirrojo los siguientes días, pues apenas Hongo le dijo al pequeño que ya podía caminar un poco con mucho cuidado, este se la había pasando haciendo cosas por el barco; limpiar la cubierta, asegurar los nudos de las cuerdas de las velas, asear cada rincón desordenado del barco, ordenar las provisiones, lavar y secar los platos, hacer el mantenimiento de cada arma abordo, desde las espadas de Building hasta la artillería completa de Yasopp.
Todos al encontrarlo haciendo estas actividades, lo detenían y lo mandaban a la enfermería para que descansase, pero al poco rato volvía a su labor. Ahora estaba pasando un pañuelo por las mesas de la cocina, las cuales se encontraban sucias pues hace pocos minutos atrás había terminado la cena, cuando sintió que alguien entraba, no se molestó en voltear a ver.
–Anchor, para con esto, lo único que consigues es hacerte daño–le indicó, quitándole el paño.
–Soy útil, te lo juro, no tienes que desecharme–habló, sin voltearlo a ver.
–Esto no se trata de eso, se trata de que te harán daño, hay gente demasiado mala en el lugar al que vamos, podrías incluso...morir–le explicó, tratando de no imaginar la última parte.
–¡No me importa morir!–gritó con rabia, lanzándole impulsivamente al mayor una botella de vino, la cual por los reflejos del pelirrojo, está chocó contra la pared y no contra su cuerpo.

El pequeño, al darse cuenta de lo que hizo, se apresuró a recoger los pedazo de vidrio roto y con las mangas de su camisa, intentó limpiar el vino que chorreaba por el muro. Shanks se le acercó y se agachó a su lado, ayudándolo a limpiar y alejándolo un poco para que no se cortara con el filo de los trozos de botella.
–A mi sí me importas, Anchor, por eso hago esto, porque te quiero–el azabache guardó unos segundos de silencio, su rostro pareció tranquilizarse y el brillo de sus ojos volvió por unos pequeños instantes, pero pronto, su ceño fruncido regreso.
–Mentiroso–espetó, causando que el contrario lo mirara.
–No miento y lo sabes.
–¡No es cierto!, ¡mientes!
–¿Y por qué lo haría?–el pequeño lo observo varios segundos antes de responder.
–Porque si no estás m-mintiendo...significa que a-aunque me quieras, no soy lo s-suficientemente importante como para intentar que me q-quede–murmuró, con una voz rota y con pequeñas lágrimas amenazando con salir de sus ojos.
–No es eso, hijo–negó, tratando de acercar su mano a la mejilla del niño, pero este lo apartó de un manotazo.
–¡No me llames así!, ¡no quiero que un maldito pirata me consideré su hijo!–le gritó con enojo, luego se tomó unos segundos para procesar lo que dijo y ante el silencio de la habitación, siguió hablando–Me...me alegra jamás haber aceptado que seas mi padre, eres igual o peor a los idiotas de mi isla–el capitán lo miraba sorprendido, admitía que aquello era lo peor que había escuchado en toda su vida, no había palabras para describir el punzante dolor que se formó en su pecho. El menor no quiso seguir con la conversación y salió corriendo de la cocina para ir a encerrarse a la enfermería, Shanks lo escuchó romper varias cosas a su camino hacia allá.

 El menor no quiso seguir con la conversación y salió corriendo de la cocina para ir a encerrarse a la enfermería, Shanks lo escuchó romper varias cosas a su camino hacia allá

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Ya había pasado una semana desde aquello, habían partido de la isla y ahora se dirigían al próximo destino. Building últimamente había estado encerrado en su estudio buscando las mejores islas para dejar al pequeño, pues desde el incidente del vino, Benn les había contado sobre la decisión del pelirrojo, algunos ya la esperaban, pero eso no significaba que no les doliera. El navegante fue junto con su capitán, quien se encontraba en cubierta mirando el océano.
–Jefe, nuestra próxima parada será la isla Dawn, tal vez sea un buen lugar para dejar a Anchor–explicó, entregándole algunas imágenes de la isla.
–¿Un reino de nobles?, no creo que sea algo que vaya con él–comentó, ojeando las fotografías, imaginando a su pequeño en un lugar así, le daba escalofríos de solo pensarlo.
–Hay un muy pueblo a las afueras de la ciudad, no hay imágenes, pero se dice que es pacífico, ya sabes, mucho campo, personas amables y todo eso.
–¿Donde está Anchor?–preguntó, tratando de desviar la conversación.
–En la enfermería, sigue negándose a hablarnos, no come y apenas deja que Hongo lo toque para revisarlo, hace un rato se arrancó los vendajes que le había colocado, casi abre de nuevo la herida, cada vez tiene más moretones, rasguños y cortes, parece...tan enojado, con nosotros y con él.
–Iré a hablar con él.
–Sigue delicado, Shanks, ¿estas seguro?
–No es como si pudieramos dejarlo solo consigo mismo, solo se hará daño–luego de decir eso, fue a donde el pequeño se encontraba, sin extrañarse de encontrar la puerta cerrada con el seguro puesto–Anchor, abre, sé que estás ahí.

Escuchó un ruido dentro, pero de igual forma no necesitaba confirmar que se encontraba allí, sentía su presencia, una triste y enojaba que se abrazaba a sí misma con su espalda apoyaba en la puerta.
–¡Vete!, ¡no quiero verte!–gritó desde el otro lado.
–Déjame pasar, Building me dijo que casi abres tu herida, estoy preocupado.
–¡No soy nada tuyo!, no te debe de importar...
–Estoy consciente de lo enojado que estas, pero por favor, déjame saber que estás bien–hubo unos momentos de silencio, luego el azabache abrió la puerta y el pelirrojo pasó. El niño se sentó en la camilla sin decir ni una palabra y el mayor se sentó a su lado.
–Ya me viste, ahora lárgate–murmuró, sin siquiera mirarlo.
–No puedo irme y dejarte así.
–Estoy muy seguro que si puedes, lo dejaste bastante claro de hecho.
–Sigues siendo mi hijo, eso no ha cambiado y jamás lo hará–el contrario no dijo nada por un par de segundos.
–P-Pensé que tú serías d-diferente, que te quedarías c-conmigo, que no me dejarías de lado como t-todos.
–No te estoy dejando de lado, solo te protejo.
–¡Deja de repetir lo mismo!, ¡todos dicen que es por mi bien!, pero...a mi no me i-importa estar b-bien, me importa no estar s-solo–su padre lo miró con tristeza y no dudó en abrazarlo, el contrario no tenía energía como para quitarse así que solo cerró los ojos.
–No estarás solo, te lo prometo, estoy seguro que a donde sea que vayas habrá personas que te quieran y aprecien por el fantástico niño que eres.
–¿Y si no?, ¿qué pasa si no encuentro un lugar donde quedarme?
–Lo harás, conocerás personas que te protegerán y te darán lo que yo no pude, un hogar–el niño se separó del abrazo de Shanks y se acostó en la camilla dándole la espalda, el capitán entendió enseguida que no quería seguir conversando, así que solo lo arropó con cuidado y se retiró.

Pirata por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora