Ted

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No he dormido bien en casi una semana. Alberto y yo nos hemos distanciado. Es comprensible, dada nuestra separación, pero de una forma inusual siendo que vivimos juntos. Llevo tres días sin verlo. Nuestros horarios no coinciden. Ni siquiera tiene teléfono aún para que al menos conozca su paradero.

No hace falta, de todos modos. Sé que está con su amiga.

Es así que me animé a invitar a René a casa. Me sorprende que haya aceptado siendo que soy prácticamente un desconocido con pinta de asesino en serie. Pero sin darme cuenta nos estamos volviendo cercanos. Chateamos con más frecuencia y tenemos charlas profundas acerca de nuestros días, intereses, aspiraciones, etcétera.

—Wow —exclama al entrar—. Es justo como me imaginé la casa de un diseñador.

—¿Debo ofenderme? —una risa nerviosa. Tuve que esmerarme limpiando un día antes. Alberto es desordenado, y eso que casi nunca está ni tiene muchas pertenencias.

—¡Bonitos cuadros! ¡Y lindas figuras! —parece un niño explorando cada rincón. Inspecciona mi vitrina con muñecos de Scooby-Doo y mis viniles de Michael Jackson—. Wow. ¿Es un autógrafo de verdad?

—Ah, sí. Lo obtuve en una subasta a un precio ridículo en los 90.

—¿Es tu cantante favorito?

—Eso creo. Me obsesioné un tiempo. Tuve la oportunidad de ir a un concierto de él. Quizá verlo en vivo ha sido la mejor experiencia de mi vida sin exagerar. ¡Michael Jackson, René! —ríe ante mi afusividad—. Esa noche me comprometí.

—¿En serio? Creo que no me habías mencionado que estuviste casado.

—Ah... Sí. Hasta hace casi dos años.

—¿Qué? —eleva las cejas—. Entonces estuviste mucho tiempo casado.

—Sí, fue una relación larga —lo insto a seguirme hasta mi estudio—. Pero estoy bien. Logré superarlo.

—¿Y... por qué ustedes...? Si se puede saber.

—Soy asexual —termino admitiendo, y siento vergüenza al instante. ¿Está bien tener tanta confianza con un chico al que acabo de conocer?

—¿Asexual?

—No me atraen las personas sexualmente. O sea que no tengo sexo con nadie. ¿Entiendes?

—¡Sí, entiendo! Es sólo que me sorprendí. No debiste disfrutar nada tu primera vez.

—Nunca he tenido primera vez.

—¿Qué? —para en seco, y nos observamos fijamente—. ¿Eres virgen?

—Sí. ¿Es extraño?

—¡No! Está bien. Es que nunca había conocido a alguien así.

Río.

—Siempre hay una primera vez. Tampoco conozco a muchos como yo.

—¿Pero por eso te dejó?

—No me dejó. Yo soy asexual. Esa persona no, y supongo que buscó en otras personas lo que yo no podía darle. Eso creo. Fui quien decidió dar por terminadas las cosas.

—Es una pena... Lamento que hayas pasado por eso.

—¡No hablemos más de eso! ¿Cómo has estado? —Ingresamos a mi estudio—. ¿Cómo te va en el trabajo? ¿En el amor?
Parece aun más intrigado en el estudio.

—Bien —hojea mis carteles y bocetos—. Wow. Ah... Bueno, en el trabajo me va bien. Las cosas en mi familia han mejorado. Mamá y yo hemos hablado más...

—Me alegro mucho. ¿Ella... acepta quien eres? Nunca me contaste cuál era el problema entre los dos.

—No resulté ser lo que esperaba. Pero se dio cuenta al final que no puede hacer nada al respecto. Mal por ella —ríe—. En el amor... no estoy seguro de nada. Por lo general siempre es un tema que prefiero evadir.

—«When People talk of love...» —recito el inicio de la canción Let Me In Your Heart Again de Queen.

—«... I'll lead the conversation...» —la continúa, y reímos.

—¡La conoces!

—¡Claro!

—Mi cumpleaños es pasado mañana. Espero que no lo hayas olvidado.

—¡No! De hecho, ya tengo tu regalo incluso. No estaba muy seguro de qué podría gustarte.

—¿En serio te tomaste la molestia? ¡Pero cantarás!

—¡Vas a pagarme! ¡No cuenta!

—Está bien. Muero de curiosidad. Confío en que me encantará.

—No me hago responsable en caso de que no. Por cierto, le comenté a papá anoche sobre si puede acompañarme. Aceptó. Estaba un poco renuente porque no te conoce y tienen casi la misma edad.

—¿Casi la misma edad...? ¿Qué edad tienes? Creo que no te lo he preguntado.

—Veintinueve.

Me tengo que sentar sobre el escritorio. Todo este tiempo pensé que hablaba con alguien de mínimo 35. Tiene la edad de mi sobrino.

—Yo podría ser tu tío —digo. Ríe.

—¿Por qué pareces tan sorprendido?

—Creí que eras mayor. En serio. Pareces muy maduro para tu edad.

—No es la primera vez que me lo dicen. No sé si ofenderme.

—Yo estoy ofendido. Cómo te atreves a ser más joven que yo.

—¿Cómo puedo compensarlo? —bromea.

No sé por qué pedirle un beso fue lo primero que se me vino a la mente. Me pregunto si me hubiese atrevido si tan sólo fuera unos diez años mayor.

—Cuéntame un secreto. No tiene que ser nada malo o morboso. Algún deseo... aspiración... un miedo o algún gusto culposo, quizá.

—Hago pipí sentado.

—¿En serio?

—Sí.

—Está bien. Yo a veces tengo problemas para hacer pipí. Tengo problemas en los riñones. Ya me estoy tratando.

—Mi abuelo murió de eso.

—Bien. Cambiemos de tema otra vez.

—¡Es un chiste lo del pipí! No sé si cuente como un secreto, pero suelen atraerme mucho las personas inteligentes.

—A eso se le llama sapiosexualidad.

—¿En serio? Entonces quizá lo tenga.

—Define inteligencia. ¿Pueda que te atraiga alguien sólo por saber conjugar verbos o sepa todas las tablas de multiplicar?

—¡No! Me refiero a... no lo sé. Por ejemplo, los médicos. O la gente que sabe mucho sobre ciertas cosas. A mí me gusta mucho que me hables de arte y diseño. Puede ser ese tipo de cosas. —Se sonroja—. ¡No me refiero a que me gustes! —se apresura a aclarar.

—Entieeeendo. No te pongas nervioso. De todos modos, si en realidad yo te gustara, sería algo que no me podría permitir. No salgo con gente tan joven. No soy Leo DiCaprio.

—¿Es la edad? Pero... Perdón si estoy haciendo raras las cosas al preguntar esto, pero ¿alguien como tú sería capaz de salir con alguien como yo? Es hipotético.

—Claro, René —sonrío—. Eres uno en un millón.

Sonríe también. Me descoloco por el brillo en sus ojos.

El libro de los hombres coloridosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora