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25 de mayo del 2024

Habían pasado 4 días de la videollamada con more,días llenos de conciertos en España, pero finalmente estaba de vuelta en Buenos Aires.
Lo único que tenía en mente era ver a Morena.
Me moría de ganas de estar con ella, sentir su piel, oler su perfume.

Subí las escaleras del edificio, la mochila colgada al hombro y el corazón latiendo fuerte. Me detuve frente a la puerta del departamento de Morena y toqué el timbre.
Pude escuchar sus pasos apresurados del otro lado, y cuando abrió la puerta, ahí estaba, más hermosa que nunca, con esa sonrisa pícara que me volvía loco.

—Hola, rubio —dijo.

—Hola, morocha —respondí, sin perder tiempo, acercándome para besarla profundamente.

Sus labios eran la gloria. Cerré la puerta con un empujón mientras nuestras lenguas se encontraban en una danza frenética.
Mis manos recorrían su cuerpo, sintiendo cada curva que tanto extrañé.

—Te extrañé un montón, Guido —susurró contra mis labios.

—Yo también, Negra. No sabés cuánto —respondí, mientras la levantaba en brazos y la llevaba al dormitorio.

La dejé caer suavemente sobre la cama y me quité la ropa rápidamente. Ella hizo lo mismo, y en cuestión de segundos estábamos desnudos, piel contra piel, deseándonos con urgencia.

—Vení acá —le dije, atrayéndola hacia mí.

Empezamos a besarnos de nuevo, esta vez con más calma, disfrutando cada momento. Mis manos bajaron hasta sus tetas, acariciándolas suavemente, provocándole gemidos de placer.

—Te quiero hacer sentir todo lo que no pude darte estas semanas —dije, mientras bajaba mis labios por su cuello y llegaba a sus pezones, chupándolos y mordisqueándolos ligeramente.

—Guido... —gemía ella, arqueando su espalda hacia mí.

Bajé más, besando su abdomen hasta llegar a su entrepierna. La miré a los ojos y ella asintió, dándome permiso para seguir. Empecé a besar su clítoris suavemente, usando mi lengua para hacerla gemir aún más fuerte.

—Dios, Guido... eso está... increíble —gimió, agarrando mi pelo con fuerza.

—¿Te gusta, morocha? —pregunté, sin dejar de mover mi lengua sobre ella.

—Sí, me encanta... por favor, no pares.

Aceleré el ritmo, sintiendo cómo su cuerpo respondía a cada movimiento. Su respiración se volvió más pesada, y sabía que estaba cerca.

—Voy a... Guido, no puedo... —jadeaba.

—Dale, morocha, venite para mí.

En ese momento, su cuerpo se tensó y empezó a temblar bajo mi toque. Fue una sensación increíble, y ver cómo se liberaba de esa manera me hizo desearla aún más.

—Dios —dije, subiendo de nuevo para besarla.

—Nunca me había pasado eso.

—Y todavía no terminamos —sonreí, colocándome entre sus piernas.Entré en ella lentamente, disfrutando de cada segundo.

Sus gemidos eran música para mis oídos, y el calor de su cuerpo me envolvía completamente.

—Soy solo tuyo more,solo tuyo.—dije, mientras empezaba a moverme dentro de ella.

—Solo mío. —respondió, arqueando su espalda y clavando sus uñas en mi espalda.

El ritmo se volvió frenético, ambos moviéndonos en perfecta sincronización. Cada empuje nos llevaba más cerca del borde, y sus gemidos se volvían más fuertes.

𝑆ℎ𝑎𝑑𝑒𝑠 𝑂𝑓 𝐶𝑜𝑜𝑙- 𝐺𝑢𝑖𝑑𝑜 𝑆𝑎𝑟𝑑𝑒𝑙𝑙𝑖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora