Historia traída para Moonblue_24 lleva un año y un mes pidiendo esto.
La vida de Aymeric Laporte era una rutina meticulosa y solitaria. Nacido en Agen, Francia, Aymeric se mudó a España a una edad temprana para perseguir su sueño de convertirse en futbolista profesional. Su dedicación y talento lo llevaron a unirse al Athletic Club de Bilbao, donde rápidamente se destacó como uno de los mejores defensas jóvenes de Europa.
A pesar de su éxito en el campo, la vida personal de Aymeric era bastante diferente. Fuera del fútbol, Aymeric era un hombre reservado, casi hermético. Su vida social se limitaba a interacciones profesionales y ocasionales salidas con compañeros de equipo, pero nunca se sentía realmente conectado con ellos. Prefería pasar su tiempo libre en casa, leyendo o viendo películas, lejos del bullicio de la vida nocturna y las fiestas.
Su traslado al Manchester City no cambió mucho esta dinámica. Aunque se convirtió en una pieza clave del equipo y ganó numerosos títulos, su vida personal seguía siendo igual de solitaria.
Aymeric encontraba consuelo en la rutina y en la disciplina que el fútbol le proporcionaba. Sus días estaban llenos de entrenamientos, partidos y sesiones de recuperación, dejando poco espacio para la espontaneidad o las relaciones personales.
La única constante en su vida era su familia, a quienes visitaba siempre que podía. Sus padres y hermanos eran su ancla, y aunque las visitas eran pocas y espaciadas, siempre le recordaban de dónde venía y por qué había trabajado tan duro.
Sin embargo, a pesar de su éxito y estabilidad, Aymeric sentía que algo faltaba. Había aceptado su vida “gris” como un precio a pagar por su carrera, sin darse cuenta de que había más en la vida que solo el fútbol. Fue en este contexto que Gavi entró en su vida, trayendo consigo una energía y una luz que Aymeric no sabía que necesitaba.
Aymeric y Gavi se conocieron durante una convocatoria de la selección española. Era un momento emocionante para Gavi, ya que había sido llamado a la selección por primera vez a sus dieciocho años. Aymeric, siendo uno de los jugadores más experimentados y respetados del equipo, observaba con curiosidad al joven talento que todos estaban alabando.
Eran lo opuesto al otro, Aymeric era callado, sin muchas emociones, más reservado, por el contrario de Gavi, que era un torbellino de emociones, sonrías, una brillante luz, y por eso se sintió abatido al leer los rumores en las noticias que sugerían que Gavi y Pedri eran novios.
Como una persona reservada, nunca había encontrado el valor para confesar sus sentimientos a Gavi, y ahora sentía que había perdido su oportunidad. Durante la concentración de la selección española, Aymeric se aisló en su habitación, sumido en la tristeza.
La ausencia de Aymeric no pasó desapercibida para sus compañeros de equipo. La mayoría comenzó a preocuparse al no ver al mayor del grupo en las actividades diarias. Gavi, en particular, estaba inquieto. Aunque no quería invadir el espacio de Aymeric, sentía la necesidad de hacer algo para animarlo.
Cada noche, Gavi se acercaba a la habitación de Aymeric con una pequeña caja de mini donas. Tocaba suavemente la puerta y dejaba la caja en el suelo, esperando que Aymeric las encontrara. Era su manera de mostrarle que estaba allí para él, sin presionarlo a hablar si no estaba listo.
Una noche, después de varios días de este ritual, Aymeric finalmente abrió la puerta mientras Gavi estaba allí.
—Gracias por las donas, Gavi —dijo Aymeric, su voz suave pero agradecida.
Gavi sonrió, aliviado de ver a Aymeric.
—De nada, Aymeric. Solo quería que supieras que estoy aquí para ti, si necesitas hablar o simplemente compañía.