Los días se habían vuelto insostenibles para Santiago. La culpa era un peso abrumador que lo aplastaba a cada momento. Sabía que no podía seguir ocultando la verdad a Israel, a pesar del miedo que sentía de perderlo. Una noche, después de una jornada agotadora en el trabajo, decidió enfrentar la situación y confesar.
Con las manos temblorosas, tomó su teléfono y abrió Discord. Encontró a Israel en línea, como de costumbre, esperando para su noche de juegos.
—Hey, Horse. ¿Listo para unas partidas? —escribió Israel, su tono jovial como siempre.
Santiago respiró hondo y decidió que la llamada de voz sería mejor. No podía hacerlo por texto.
—Israel, necesitamos hablar. ¿Puedes llamarme? Es importante.
La respuesta no tardó en llegar. Israel lo llamó de inmediato, preocupado por el tono serio de Santiago.
—Claro, Santiago. ¿Qué sucede?
Santiago tomó una profunda bocanada de aire, intentando encontrar las palabras adecuadas.
—Israel, hay algo que debo decirte y... no sé cómo empezar. Cometí un error. Algo que nunca debió haber pasado.
El silencio al otro lado de la línea era ensordecedor, y Santiago sintió su corazón romperse un poco más con cada segundo que pasaba.
—Santiago, me estás asustando. ¿Qué hiciste? —preguntó Israel con una mezcla de ansiedad y miedo.
—Tuve un momento de debilidad —continuó Santiago, sintiendo las lágrimas asomarse—. Mariana y yo... Nos besamos, y luego... fuimos más allá. Lo siento tanto, Israel. Nunca quise herirte.
Israel permaneció en silencio, asimilando la traición. La confianza que tenía en Santiago se desmoronaba como un castillo de naipes. Finalmente, habló con una voz rota.
—¿Por qué, Santiago? ¿Por qué hiciste esto? —preguntó, intentando contener las lágrimas.
—No tengo excusas, Israel. Fue un error, y me siento horrible por lo que hice. Lo lamento de verdad.
Israel no podía creer lo que estaba escuchando. La persona en la que más confiaba le había traicionado de la peor manera.
—No sé si puedo perdonarte, Santiago. Esto duele demasiado —dijo Israel, con la voz llena de dolor.
—Entiendo, Israel. Haré lo que tú decidas. Solo quería ser honesto contigo.
Después de un largo silencio, Israel habló, con una decisión firme pero dolorosa.
—No puedo seguir con esto, Santiago. Necesito tiempo para sanar. No sé si alguna vez podré perdonarte, pero ahora necesito espacio.
Santiago sintió su mundo derrumbarse al escuchar esas palabras, pero sabía que debía respetar la decisión de Israel.
—Lo entiendo, Israel. Te deseo lo mejor, y de verdad espero que algún día puedas encontrar en tu corazón perdonarme.
Con eso, la llamada terminó. Santiago se quedó mirando la pantalla, sintiéndose vacío y destrozado. Sabía que había perdido a alguien muy especial.
Por otro lado, Israel se sumió en una profunda tristeza. La traición de Santiago le rompió el corazón y lo dejó en un estado de depresión. La vida perdió su color y el gimnasio, que antes era una fuente de alegría, ahora le parecía un recordatorio de lo que había perdido. Dejó de ir, y sus noches de juegos se volvieron solitarias. La interacción social se volvió dolorosa, y comenzó a aislarse.
Mariana, por su parte, se acercó a Santiago después de enterarse de su ruptura con Israel. Sentía una mezcla de culpabilidad y esperanza, sabiendo que ella había sido la causa de su dolor, pero también deseando estar a su lado.
—Santiago, no sé qué decir. Lo siento tanto por lo que pasó, pero... también quiero estar contigo —le dijo, con sinceridad en sus ojos.
Santiago, sintiendo que no tenía mucho que perder, decidió darle una oportunidad a Mariana. Aunque la culpa seguía presente, sentía que merecía al menos intentar ser feliz.
Mientras tanto, Israel luchaba cada día para levantarse y continuar con su vida. La soledad y el dolor eran abrumadores, pero sabía que debía seguir adelante, aunque cada paso se sintiera como una montaña.