Abir

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"Las Moiras son 3 hermanas encargadas de hilar el destino de todo ser vivo en el mundo, la primera, Cloto (Rueca) es la hermana más joven y la encargada de hilar el destino; la segunda, Láquesis (Pluma), aquella que se encargaba de tejer el destino; finalmente, pero sumamente importante, igual que las otras, la tercera hermana, Átropos (Balanza), que era la que cortaba los hilos del destino..."

Me metí en las sábanas de la cama y dejé mi cabeza descansar sobre la almohada.

El sueño era bastante normal, un día en el vasto campo lleno de pasto verde crecido, yo y mi soledad juntas como cada noche. Pero algo llamó mi atención sin que pudiera resistirme y vi a una silueta con unos hilos colgando de las manos, giré un poco y vi otra, con hilos tejidos cayendo de sus manos y la última con unas tijeras de costurera algo oxidadas cortando algunos hilos de las otras siluetas.

Sentí que mi estómago me daba un vuelco enorme y sentí imposible resistirme a levantarme y acercarme a ellas, las fui apreciando a medida que me iba acercando, la más joven, Cloto, es de hermosos rizos rubios y ojos azul oscuro como el mar; Láquesis, una mujer de edad mediana de cabellos rojizos y ojos verdes, de un hermoso verde bandera; Átropos, una mujer que se nota ya entrada en la vida, de cabellos gris oscuro al igual que sus ojos, sosteniendo las tijeras en sus manos con nudillos algo crecidos y uñas maltratadas.

-¿Son las Moiras?- pregunté sin siquiera pensar y entre ellas se miraron un momento indecisas.

-Somos nosotras- dijo al fin Cloto, mientras seguía pasando el hilo a su hermana Láquesis que lo iba tejiendo y al final era Átropos quien cortaba el hilo y a mí me daba una punzada al ver cada hilo caer y desvanecerse sin tocar el suelo.

-¿Por qué están en mis sueños?- pregunté con suma curiosidad y Cloto sonrió, con dientes perfectamente blancos pero de serrucho, algo escalofriante.

-Eres una mujer excepcional, eres una elegida- dijo Láquesis mostrando su sonrisa de colmillos al igual que Cloto y sentí todo un escalofrío en el cuerpo.

-Pero yo...-.

-No hables aún, primero acompáñanos- dijo Átropos con una vieja y agria voz, solo de oírla me sentí enferma y a punto de vomitar.

Me llevaron sobre un gran camino de tejidos de hilo blancos, dorados y algunos negros que me hacían tener un dolor en el estómago. Llegamos a un viejo y sucio lugar oscuro, que se iluminaba según nuestros pies tocaran el suelo, Cloto se sentó en una piedra que tenía la forma perfecta de su trasero, Láquesis se acercó a su lado quedando parada y empezando a tejer los hilos que Cloto le pasaba, Átropos se dejó caer al suelo con sus tijeras, cortando los hilos y tirándolos a una especie de pozo, que, al asomarte, te daba un vértigo horrible, de cada hilo se escuchaba un terrible grito de dolor de hombres o mujeres y, aunque duela decirlo, también de niños.

-¿Qué hago aquí?- pregunté en un susurro y sentí una mirada clavada en mi cuello por detrás.

-Estás aquí para trabajar para mí- dijo una masculina voz que me hizo voltear al instante. Cabellos rizados y negros como el carbón, ojos de un rojo sangre que me dejaban hipnotizada.

-Señor la hemos traído- dijeron las Moiras al unísono en un ligero gemido, el gran hombre se acercó a ellas acariciándoles la cara, tomó a Átropos de las mejillas y le empujó al pozo dejando que su garganta se desgarrara mientras caía.

-Ahora, tú, Abir, tomarás el lugar de Átropos- dijo y retrocedí unos pasos.

-Me han dicho que solo vendría a ver, no que me obligarían a quedarme- dije y de pronto la imagen del hombre se esfumó, sentí que mi espalda chocaba con algo y al voltear lo vi, me tomó entre sus fuertes brazos y me obligó a no separarme.

-Quédate conmigo, preciosa- dijo mientras acariciaba mi mejilla con una mano, y yo, como embobada por sus caricias asentí sin quitarle la mirada de esos bellos ojos.

Mi cabello se tornó negro como el carbón, largo y semi-rizado. El hombre me mostró un pedazo de espejo que parecía incendiarse en los bordes y vi mi reflejo, sin poder creerlo, mis ojos se habían tornado en un precioso rojo sangre y ver mi cabello tan largo me hizo sonreír.

Así me uní a las Moiras, cortando los hilos de las vidas que ya habían cumplido con el tejido de su vida, soportando escuchar sus desgarradores gritos.

Me hice una MoiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora