10 de agosto de 1990
El caos era inminente, algo no medible y algo que pasaba desapercibido para la humanidad que habitaba a través de él, sobreviviendo al día a día sin saber más de lo que deberían.Solo aquellos que pertenecían a las élites más importantes y expensivas del planeta eran conscientes de todo lo que ellos mismos ocultaban, de todo lo que causaban y creaban por y para beneficio propio. La avaricia los orillaba y cegaba, haciendo de estos, simples seres ambiciosos y egoístas. Cualidades que cualquier ser humano posee y conoce a la perfección.
Así como existían élites tan importantes y fuera del alcance de cualquiera, existían individuos que carecían de cualquier sinónimo de poder, lo cual los hacía invisibles, fáciles de engañar, capturar y adoctrinar.
Seres con tal sentimiento de inferioridad eran fácilmente manipulables. Ese era su mayor defecto.
El mayor defecto de la humanidad era ser débiles ante las tentaciones y ante lo desconocido.
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—Lo que hacemos es renovarlos por completo, como si fuesen un nuevo ser, pero exactamente con las cualidades humanas que cualquiera de nosotros tiene. Los salvamos, les damos una nueva oportunidad para vivir.
Sus largos dedos se deslizaron a través de la mesa, arrastrando una hoja de papel y acercando la misma hasta la mujer, que desesperada, lo veía con súplica y miedo.
No podía ocultar la emoción que sentía, su espécimen perfecto estaba a nada de tener un cuerpo.
—No tengo nada que ofrecer...—Se detuvo para sorber la nariz, sus largos cabellos hacían el amague de ocultar su rostro demacrado y cansado.—¿Acaso hemos sido bendecidos?
El hombre frente a ella rió de manera amable, asintiendo y recargando su mano sobre la de la mujer.
Sintió lo fría y temblorosa que esta se encontraba, pudo leer con facilidad lo desesperada y derrotada que se sentía, a diferencia de él que no podía contener la desbordante satisfacción que crecía en su interior.
—Créame cuando le digo que su hijo es el primero, y eso lo hace el más bendecido, nada ni nadie tiene esta suerte.
La mujer derramó unas cuantas lágrimas más al escuchar la seguridad con la que el hombre le hablaba.
Tomó el bolígrafo que tenía a unos centímetros de su mano y firmó la hoja, sin tomarle importancia a lo que esta traía escrita, no había tiempo para eso, su hijo estaba agonizando y lo único que quería hacer era salvarlo.
Tras firmar la hoja, la devolvió. Miró con sorna a su hijo, que mantenía una posición fetal en la cama, casi inmóvil.
Sonrió con lágrimas en los ojos. No podía creer que Dios le había tenido tanta compasión, a ella un ser tan insignificante y minúsculo.
El individuo misterioso que la acompañaba se puso de pie. Tomando la hoja entre sus manos, con un brillo surcandole los ojos y doblando la misma para después guardarla en el bolsillo interior del saco que llevaba puesto.
Fue hasta la puerta de la pequeña y deteriorada casa, para seguidamente darle paso a dos hombres, que así como él, traían ropas costosas encimas y un aura tenebrosa pero poderosa a la vez.
—Nos lo llevaremos y regresaremos por usted, queremos que vea de cerca como su hijo mejora y evoluciona.
La mujer juntó sus manos sobre su pecho, cerrando los ojos con una sonrisa en el rostro. Oraba en silencio, aliviada.
Su sonrisa no tardó en desaparecer cuando al abrir sus ojos lo único que alcanzó a ver fue un tubo de metal que se dirigía directamente hacia su rostro.
Cayó al suelo en un golpe seco. El hombre que la había golpeado con el tubo la cargó sobre su hombro, observando a su jefe.
—Llévala al auto y no olvides amarrarla, asegúrate de que nadie te vea.
El corpulento hombre asintió sin decir ni una sola palabra, obedeciendo al instante.
—Creo que fue una buena idea cortarle la lengua, su voz se me hacía jodidamente agobiante.—El otro hombre, de tez blanca y cabello castaño espetó, con una sonrisa de lado.
—Si no quieres que también te la corte, cállate y ve si el niño sigue con vida, Seungjin. Apenas y se mueve.
El castaño le obedeció, confirmó que seguía con vida al sentir su pulso y con solo una mirada su jefe entendió.
Acto seguido, cargó al niño en sus hombros, con cuidado, aparentando todo menos un hurto.
Ambos hombres abandonaron la lúgubre casa, se subieron a la camioneta y se pusieron en marcha.
Algunos ojos vieron todo, sin importarles o preocuparles, pues creían que aquella mujer era una molestia para los suyos. Podría decirse que aun sabiendo la verdad, no harían nada.
Aquel pueblo irrumpido por esos tres hombres, eran conocidos como los "olvidados" y lo que menos querían era involucrarse con el mundo exterior. Aquel mundo que les había dado la espalda alguna vez.
—Señor, ¿está seguro de todo esto?—Cuestiona el que todavía conservaba su lengua.—Siento que fuimos todo menos discretos. Este pueblo me da escalofríos.
—La mujer era repudiada hasta por los repudiados, está loca y cree que Dios realmente nos mandó hacia ella. Es demasiado estúpida y crédula como para sentir algún tipo de lástima.—Le echó un vistazo al niño que habían adquirido, sonriendo.—Con él, les demostraré de lo que somos capaces, y con ella podremos ponerle fin.—Se encogió de hombros.—Si todo sale mal, lo cual no va a pasar.
—Entonces... si todo sale según lo planeado, finalmente... ¿dejaremos de ser parte de los olvidados?
—Así es...—Sonrió, pues para él apenas era el comienzo.—Cuando evolucionemos, ni la más poderosa élite podrá detenernos.
—Habremos evolucionado.
—Mucho más que eso, el mundo será el que evolucionará, todo en él experimentará el cambio hacia una nueva especie. Todo es cuestión de tiempo y es lo que más tengo en este momento...
HUMAN
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HUMAN ㅡ ⲕⲟⲟⲕⲙⲓⲛ
Fanfiction"Jimin es como un antídoto, es su debilidad y la respuesta" En una lucha constante por la búsqueda para hallar al culpable... ¿la existencia de la humanidad es el inicio? "Lo desconocido le aterra a los seres humanos" ▪︎ Historia propia ▪︎ Kookmin/T...