Único

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Era una carretera extensa y ancha, en el asfalto tenía escrito números en grande y con pintura blanca; no se veía ni su inicio ni su final, no pasaban autos y a los lados sólo se veía pastizal.

El sol se estaba ocultando, pero aún iluminaba, así que parecía ser de tarde. No tenía ni idea de cómo había terminado en un lugar así, sólo recordaba haber despertado tirado en el suelo y viendo hacia el cielo.

Un cielo inmenso y sin nubes, limpio por completo.

Apenas fuí consciente de mi situación, intenté ubicar dónde estaba, pero en mis recuerdos no aparecía registro de ningún lugar así y mucho menos de cómo había llegado allí.

Así que no me quedó más que levantarme y comenzar a caminar. Vagué y vagué sin rumbo, sin saber hacía donde iba, sólo teniendo conocimiento de que debía seguir al frente, hacía el sol; porque el otro lado parecía estar ligeramente más oscuro y no me generaba mucha confianza.

Al principio, por alguna extraña razón, en lugar de reaccionar agitado, me encontraba increíblemente tranquilo, no sentía ninguna emoción que no fuera la calma. Disfrutaba de la suave y refrescante brisa que había, y del silencio que reinaba en toda la extensión.

Aquel lugar me parecía magnífico.

Sin embargo, después de caminar por tanto tiempo, sin encontrar nada; ni personas, casas, muchos menos gasolineras o cultivos... Empecé a sentir algo de inquietud.

El lugar estaba totalmente desolado y me había dado cuenta algo tarde. Yo estaba seguro de que había pasado al menos como una hora caminando, pero el sol seguía igual que como cuando me había despertado, eso sólo me generó más confusión.

Comencé a estresarme, a asustarme de que todo fuera exactamente igual sin importar cuántos pasos daba, si regresaba o si avanzaba, sumándole la falta de ruido, estaba comenzando a hiperventilar.

La cómoda tranquilidad se había convertido en una asfixiante soledad.

Todo parecía estar mal, pero, justo cuando creí que no podía ser peor, comencé a escuchar movimiento entre las plantas a mi alrededor, algo se estaba acercando hacia mi con velocidad.

Esa sólo fue la señal que necesitaba para comenzar a correr sin mirar atrás.

Huí lo más lejos que pude, pero al no cambiar el entorno, sentía que no me movía de mi lugar. Respiraba de forma agitada, mis piernas no podían más y mis nervios no daban tregua.

Escuchaba los ruidos más cerca, creí que sería mi fin, porque, tristemente tropecé con mis propios pies y caí al piso.

Recuerdo con total seguridad haberme golpeado contra el pavimento. Lo más extraño fue que cuando levanté mi cara de éste, yo estaba en mi cuarto, despegando mi cara de la almohada.

¿Todo había sido una pesadilla? No tengo la certeza como para asegurarlo.

De lo único que estoy seguro, era que de mi nariz, escurría sangre.

DesoladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora