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La pelea se había transformado en una lucha interminable en el suelo. Ambos, exhaustos y ensangrentados, se retorcían y rodaban sobre el suelo, esquivando golpes y lanzando ataques desesperados. Cada movimiento era un esfuerzo por mantenerse en pie y continuar la batalla, sin que ninguno de los dos pareciera tener la ventaja definitiva.

De repente, un ruido sordo y abrupto proveniente del invernadero interrumpió el caos. Ambos se congelaron por un instante, el sonido inesperado llenando el aire con una nueva tensión. Sebastián, con el ceño fruncido, levantó la vista, dándose cuenta de que la presencia de Victoria no era la única en el área. Y eso la alarmó a ella.

Sus ojos se posaron en el invernadero con una mezcla de alarma y calculada preocupación. Sabía que su ventaja podría estar en peligro si alguien más estaba allí. Intentó moverse hacia el invernadero, pero Victoria, aún respirando con dificultad y con el rostro marcado por la furia, reaccionó rápidamente. Con una determinación feroz, le bloqueó el camino, impidiendo que se acercara.

En un movimiento rápido, Sebastián desenvainó una navaja con una precisión peligrosa, el metal reluciendo en la luz tenue del atardecer. El destello de la hoja aguda parecía prometer un final inminente para la pelea. La tensión entre ellos alcanzó su punto máximo, con Victoria enfrentando la amenaza con una mezcla de valentía y desesperación, mientras Sebastián se preparaba para tomar una decisión crucial.

La navaja en la mano de Sebastián añadía una capa de peligro mortal a la confrontación, y el invernadero, con su silencio ominoso, se convirtió en  la incertidumbre y el conflicto que se avecinaba.

Él, con su enojo al ver que Victoria no se iba a rendir, se abalanzó contra ella e intento apuñalarla o peor aún, acabar con ella. Logró hacer un ligero corte en el brazo de ella y la herida comenzó a sangrar.
Al retroceder ella cayó al suelo y él tomó ventaja de eso poniéndose arriba de ella con la punta de la navaja en la garganta de ella.

–¡Esto es lo que pasa cuando te metes en dónde no te importa, Victoria! –. Gritó él, inclinándose con la navaja sobre ella–, tu juego ha terminado.

–No, esto no ha terminado, mi hermano está ahí y no voy a permitir que le hagas daño, a él ni a nadie más –. Contestó ella mirando con miedo la navaja cerca de su cuello pero con determinación y firme.

–¿Creés que puedes detenerme? No tienes idea de lo que soy capaz. Solo es cuestión de tiempo.

–¡Manos arriba, policía de Nueva York! –. Gritó Alan  apuntándole a Sebastián–. Suelta el arma.

Él miró con seriedad al oficial y tiró la navaja a un costado.  Sebastián fue inmovilizado y esposado y la tensión se disolvió en el aire, dejando a Victoria exhausta pero aliviada, y a Sebastián llevado bajo custodia, frustrado y derrotado.

Alan la ayudó a ponerse de pie, pero cuando ella quiso agradecer vio a sus amigos salir con su hermano del invernadero. En cuanto el niño la vio corrió hacia ella y la abrazó. Victoria se puso de rodillas para quedar a la altura de su hermano y lo abrazó con todas su fuerzas.

–Oh, Vicky te extrañé mucho –. Dijo Matteo entre lágrimas aferrándose al cuello de su hermana, su mirada reflejaba cansancio y alivió.

–Yo también te extrañé mucho mi pequeño niño –. Contestó con lágrimas en sus ojos. A pesar de estar cansada por todo aquel enfrentamiento, había recuperado fuerzas para poder abrazar a su hermanito con cariño.

–Pense que nunca saldría de ese lugar –. Susurró el niño alejándose de ella un poco dejando salir finas y débiles lágrimas.

Victoria sonrió y acarició la cabeza de su hermano con ternura.

El Hacker: Código de RescateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora