Drama/Romance
Parte única.Las fechas navideñas siempre habían sido horribles para Tom.
Cuando era niño las reuniones familiares siempre terminaban en gritos, golpes y llanto. Más de una vez miró con envidia como sus compañeros de clase salían con sus padres a jugar en la nieve, presumiendo los obsequios que Santa les había traído mientras él se encontraba recogiendo las botellas de licor a la par que su padre, madre o incluso sus tíos le decían que era un bueno para nada.
En su adolecencia aquello no mejoró pues las amistades que había conseguido no eran muy buenas y en aquellas fiestas sólo bebían hasta quedar inconscientes o se metían cualquier sustancia y hacia locuras.
Tom se sentía realmente solo hasta que llegó él.
Es un día que difícilmente olvidará pues fue el día en que su vida al fin tuvo sentido.
Aquella noche el chico de rastas caminaba por las nevadas calles con una botella de licor en mano, estaba tan absortó en sus pensamientos que no vio al joven pelinegro que venía corriendo por la calle.
Ambos cuerpos impactaron unos segundos después y cayeron al suelo pero antes de que Tom pudiera reclamar el chico se lanzó sobre él.
— P-Por favor abrazame y no preguntes... M-Me vienen siguiendo.
Tom parpadeo confundido y estaba a punto de negarse cuando escuchó pasos acercarse a ellos, lentamente se incorporó -manteniendo al chico desconocido aferrado a su torso- y dió una mirada a la calle viendo las siluetas de dos hombres.
Aún desconfiado abrazo el cuerpo contrario y acarició su cabello con tranquilidad intentando actuar de forma natural.
— Ya hace más frío, entremos a casa, cariño.
Se levantó con el chico en brazos -quien de inmediato ocultó su rostro en el cuello de Tom- e hizo ademán de dirigirse a la casa que se encontraba detrás de ellos, los hombres -que ya estaban bastante cerca- no prestaron mucha atención al pensar que eran una pareja cualquiera y siguieron de largo buscando por toda la calle.
— ¿S-Se han ido?
El de rastas apartó su vista de la avenida y luego la dirigió hacia el chico de cabellos alborotados que sostenía en sus brazos.
— Si, ya no están... ¿Quienes eran?
— Los guardias de mi padre — el chico se separó de los brazos contrarios y acomodó su abrigo con molestia — Huí de casa...
— ¿Estás loco?, hace un frío horrible y sales así, con un simple abrigo — Tom negó molesto— Al menos hubieras tomando algo más abrigador.
— No tenía tiempo, además, algo más grande me hubiera impedido correr.
El chico lo analizó y al final asintió de acuerdo aunque luego se cruzó de brazos.
— Y a todo esto, ¿porque escapaste en noche buena?
— Mi padre quiere que me case — el pelinegro suspiró con cansancio, frotando sus manos debido al frío — Todo para que su estúpida fortuna crezca... Odio tener el apellido Kaulitz.
Tom se atragantó con su propia saliva al oír aquello... Debía ser una broma.
— ¡¿Eres un Kaulitz?!, ¿De esos que son dueños de más de diez hoteles de lujo en todo el país?
El chico asintió divertido al ver la expresión que el contrario ponía, luego tomó su mano y dió un suave apretón.
— Bill Kaulitz, un gusto, rapero.