Asistía yo una o dos veces en la semana al acto de levantarse el rey, y con frecuencia le
veía en manos de su barbero, lo que en verdad constituía al principio un espectáculo
terrible, pues la navaja era casi doble de larga que una guadaña corriente. Su Majestad,
según la costumbre del país, se afeitaba solamente dos veces a la semana. En una ocasión
pude convencer al barbero para que me diese parte de las jabonaduras, de entre las cuales
saqué cuarenta o cincuenta de los cañones más fuertes. Cogí luego un trocito de madera
fina y lo corté dándole la forma del lomo de un peine e hice en él varios agujeros a
distancias iguales con la aguja más delgada que pudo proporcionarme Glumdalclitch. Me di
tan buen arte para fijar en él los cañones, rayéndolos y afilándolos por la punta con mi
navaja, que hice un peine bastante bueno. Refuerzo muy del caso, porque el mío tenía las
púas rotas hasta el punto de ser casi inservible, y no conocía en el país artista tan delicado
que pudiera encargarse de hacerme otro.
Al mismo tiempo aquello me sugirió una diversión en que pasé muchas de mis horas de
ocio. Pedí a la dama de la reina que me guardara el pelo que Su Majestad soltase cuando se
la peinaba, y pasado algún tiempo tuve cierta cantidad. Consulté con mi amigo el ebanista,
que tenía orden de hacerme los trabajillos que necesitase, y le encargué la armadura de dos
sillas no mayores que las que tenía en mi caja y que practicara luego unos agujeritos con
una lezna fina alrededor de lo que había de ser respaldo y asiento. Por estos agujeros pasé
los cabellos más fuertes que pude hallar, al modo que se hace en las sillas de mimbres en
Inglaterra. Cuando estuvieron terminadas las regalé a Su Majestad la reina, quien las puso
Jonathan Swift: Viajes de Gulliver
El Autor de la Semana - © 1996-2000 Facultad de Ciencias Sociales – Universidad de Chile
63
en su gabinete y las mostraba como una curiosidad; y, en efecto, eran el asombro de todo el
que las veía. Quiso la reina que yo me sentase en una de aquellas sillas; pero me negué
resueltamente a obedecerla, protestando que mejor moriría mil veces que colocar mi cuerpo
en aquellos cabellos preciosos que en otro tiempo adornaron la cabeza de Su Majestad. De
estos cabellos -como siempre tuve gran disposición para los trabajos manuales- hice
también una bonita bolsa de unos cinco pies de largo, con el nombre de Su Majestad en
letras de oro; bolsa que di a Glumdalclitch con permiso de la reina. A decir verdad, más era
de capricho que para uso, pues no era lo bastante fuerte para resistir el peso de las monedas
grandes, y, de consiguiente, Glumdalclitch sólo guardaba en ella algunas de esas chucherías
a que las niñas son tan aficionadas.
El rey, que amaba la música en extremo, daba frecuentes conciertos en la corte, a los
cuales me llevaban algunas veces. Me ponían dentro de mi caja, sobre una mesa, para que
ESTÁS LEYENDO
Los viajes de Gulliver por Jonathan Swift
ClásicosLos viajes de Gulliver o Gulliver's Travels es una novela de Jonathan Swift, publicada en 1726.