Guerra De Espiritus/Génesis

La torre de Babel

El tiempo pasó y los descendientes de Noé se esparcieron por la Tierra, hablando una sola lengua. Un grupo de personas decidió abandonar el norte y buscar una nueva vida en las llanuras de Sinar, donde hoy se erigen las ciudades de Persia y Babilonia. Entre los ríos Tigris y Éufrates, encontraron tierras fértiles como ninguna otra donde el trigo y granos crecían abundante. Pero esta región a su vez tenía una gran desventaja, al ser tan fértil llegaban gigantescas manadas de animales del campo y a su vez estas atraían a fieras salvajes que ponían en peligro a las aldeas que los humanos construyeron, esto ocasionó una guerra constante por el territorio con estos animales que amenazaban la vida de los aldeanos. En medio del caos, surgió una criatura abominable llamada Nimrod. Descendiente de Cus, hijo de Cam, este ser no era humano, sino que fue alterado genéticamente por fuerzas oscuras, una colosal figura de tres a cuatro metros de altura. Una masa muscular superior a la de los humanos fuerte como una roca, rasgos de simio, enormes colmillos que sobresalen de sus mandíbulas inferiores, seis dedos en sus manos y pies, también poseía una larga cabellera y barba abundante como los reyes en Mesopotamia.

 Nimrod era apenas un niño cuando su mundo se derrumbó, su madre, una recolectora como tantas otras mujeres de aquella época, pereció trágicamente en una estampida de bovinos salvajes. El pequeño Nimrod, testigo impotente de la muerte de su madre, quedó marcado por la pérdida. A partir de ese día, su fe se desmoronó. Convencido de que Dios habia abandonado a la humanidad a su suerte, Nimrod hizo un juramento de hierro, proteger a los suyos, incluso si para ello tenía que desafiar a Dios mismo. Desde su juventud, Nimrod era un líder nato, organizaba grupos de cacerías en las que perseguían venados, jabalíes, aves y cualquier otra criatura que cruzara su camino. El olor a sangre, como una llamada salvaje, atraía a manadas de bestias feroces, incluso a dragones, que rodeaban a la comitiva. Pero Nimrod, con su fuerza sobrehumana y su ferocidad, era un muro inexpugnable. Con sus propias manos, desgarraba a las fieras en pedazos, atemorizando a las demás y obligándolas a huir despavoridas. Su valentía y su dominio sobre la naturaleza eran legendarios, y pronto su nombre se convirtió en sinónimo de poder y ferocidad, así nació el dicho que dice ¿Quién como Nimrod, poderoso cazador, rebelde que se opone a Dios? 

Aislado en la cima de la montaña, Nimrod ya un joven adulto contemplaba su aldea y el paisaje que la rodeaba con la mirada de un conquistador. Su mente, forjada en las duras pruebas de la vida, buscaba soluciones para llevar a su pueblo a la grandeza. En ese instante, una visión se materializó ante él, una mujer con una belleza sobrenatural, un cabello largo recogido con un moño de flores silvestres, su sonrisa era cautivadora, pero en sus ojos brillaba una luz fría y calculadora, vestía un vestido señido de color verde con bordes dorados y blancos con un escote seductoramente atrevido, una fragancia de flores y suave brisa emanaba de ella. Nimrod se sorprendió y a la vez se sintió atraído por la sensualidad de la criatura, sin sospechar que detrás de aquella apariencia angelical se escondía una fuerza oscura.