ACTO 1 - Mi origen - Contexto antes de la clínica de Iosefka

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Desde que tengo memoria mi padre me enseñó a cazar, no solo el acto de rastreo, avistamiento y caza de los animales me enseño que la naturaleza tiene memoria propia y que esta a su vez no olvida. Me enseñó a cazar solo por supervivencia y a tener respeto por lo cazado, hasta lo último que su cuerpo pudiera darnos. Pasaban los años y yo me encontraba pleno junto a mis padres, saliendo de caza después de la escuela junto con mi padre y volviendo para merendar la exquisita comida de mi madre, hasta que una peste traída por los "vientos lucidos" un fenómeno natural que hace que fuertes corrientes de aire despejen el cielo, dándonos la lucidez de poder ver las estrellas que el cosmos nos regala bajo el manto de la bella luna. En cuestión de días, aquella peste asolo a mi comunidad, teníamos que usar protección en boca, ojos y manos para evitar contagiarnos. En unos meses el pueblo de San Banilla parecía una pesadilla y posteriormente el país entero también.

Los más adinerados y las élites pudieron aislarse gracias a su poder adquisitivo, nuestros mandatarios nos dejaban a nuestra suerte, miles de cadáveres yacían en las calles, familias enteras fallecidas, unas por la peste y otras por mano propia. No es para menos ya que los síntomas de esa infernal enfermedad eran devastadoras, aumento de temperatura corporal drástico, tos, espasmos, sangrado por ojos, nariz y boca. Le llegaron a apodar "tos lucida" ya que había testimonios que llegaban a decir que en las fases terminales de dicha enfermedad la gente infectada decía que el cosmos mismo les hablaba, que estaban "lucidos". Por supuesto las autoridades médicas les daban por locos, que la enfermedad misma afectaba sus cerebros, que era algo "normal".

Finalmente paso lo que más temía mi familia en su totalidad se contagió, el primero en caer fue mi padre luego mi madre. Ellos al saber el infierno por el cual iban a pasar antes de fallecer tomaron una decisión al querer ahorrarme tan grotesco espectáculo, si, decidieron quitarse la vida, tomaron una potente droga natural que les causaría una muerte indolora. Cuando encontré sus cuerpos fríos y rígidos lo único que encontré fue una nota que decía "te esperaremos", estaba devastado, ese día me marco profundamente. Al cabo de unos días caí enfermo, al fin podría encontrarme con ellos, los extrañaba tanto, pero, el destino tenía otros planes para mí. Por alguna maldita razón la enfermedad no tenía el mismo efecto en mí, según los médicos que me revisaron me indicaron que la enfermedad a diferencia del resto no me mataría al cabo de unas semanas sino de años, que si bien estaba infectado con la tos lucida esta avanzaba de una forma muy pero muy lenta evitando así que la explosividad de la misma desarrolle los síntomas anteriormente mencionados, los médicos me dijeron que dicha enfermedad me quitaría de a poco mi estado de salud, que era un afortunado por recibir dicha bendición de poder seguir viviendo, en mi mente solo podía decir que se callara, "¿bendición?" pensé con rabia y tristeza, no, más bien seria mi maldición aquel reencuentro que parecía próximo, ahora no tenía fecha definida.

Intente quitarme la vida yo mismo, pero simplemente no tenía el valor suficiente y no podía pedírselo a alguien más que lo haga porque sería escupir en la determinación y valor del sacrificio de mis padres.

Pasaron los años y decidí mudarme a la ciudad de Guyakhild, a medida que crecía, mi enfermedad se expandía por todo mi cuerpo, con total carencia de esperanza aguardaba el día de mi inminente deceso. Para tratar de calmar mis penas frecuentaba un bar para distraerme ya que, casi siempre alguien tenía alguna historia que contar.

Uno de esos días grises me dirigía hacia allí como de costumbre, cuando entre parecía que en vez de entrar al bar que había elegido como mi tumba había entrado a una sala de conferencias, un hombre con aspecto elegante se encontraba hablando de un líquido milagroso que curaba cualquier enfermedad o dolencia habida o por haber, de su maletín saco un pequeño vial y procedió a invitar a cualquiera del público hombre o mujer que tenga algún mal, se acercara y probara aquella milagrosa medicina. Mi postura ante tales declaraciones fue totalmente escéptica, "de seguro ah de ser algún estafador" pensaba mientras tomaba un sorbo de mi vaso. Todos se miraban las caras para ver quien se acercaba a probar dicha medicina, en el ambiente se podía palpar un aire de desconfianza ante el extranjero, siendo consiente del escepticismo de la gente aquel hombre procedió a cortarse las muñecas de ambas manos haciendo un baño de sangre, rápidamente se inyecto aquel vial en la pierna derecha y segundos después el corte de sus muñecas había desaparecido, la gente al ver lo sucedido se puso eufórica ya que veían en ese hombre una posibilidad de poder seguir viendo un nuevo amanecer, rápidamente se pasó la voz como la peste misma.

Después de presenciar tal espectáculo no es descabellado pensar que tal vez esa sea una señal divina para seguir viviendo, de pronto el precio de aquella ambrosía me trajo de un duro y certero golpe de vuelta a la realidad, "200 reales por vial" gritaba aquel hombre, algunos descartaron la idea de sus mentes ya que no poseían dicha cantidad y preferían quedarse con sus familiares a disfrutar el poco tiempo que le quedaba, pero, a diferencia de ellos yo no tenía perro que me ladre así que me dispuse a conseguir dicho milagro aunque sea lo último que haga ya que me dije a mi mismo que si bien no había podido escoger muchas de las situaciones que tuve que pasar, al menos decidiría como morir.

La noche caía, y la gente se retiraba con segundas oportunidades entre las manos, cansado pero a la vez bien servido aquel hombre elegante se acerca a la barra tira su sombrero y le pide al cantinero un vaso del mejor de sus licores "vaya día eh, te ves un poco cansado y enfermo ten, te dejo el ultimo de mis viales a tan solo 100 reales" era una buena oferta, pero aun con esa rebaja del 50% no podía permitirme comprar dicho milagro, así que se lo hice saber "es una pena" me respondió aquel extranjero.

Después de esa pequeña charla el cantinero le trae su vaso, primero lo huele de una forma exquisita para luego proceder a beberlo y después de un largo sorbo soltar un gran "HAAAA", el extranjero se volvió a dirigir a mi para preguntarme si había algún lugar donde poder hospedarse, le dije que a dos calles del bar había una posada sencilla pero que la atención era tan buena como su comida. El procedió a darme las gracias acto seguido se zampa su ultimo trago mientras que se ponía su sombrero y recogía su maletín, sus pasos se acercaban hacia la puerta cuando recordé aquel juramento y con una determinación y valentía que ni sabía que tenía le pregunte a aquel hombre si había alguna otra forma de conseguir dicha medicina, que haría lo que fuera necesario, aquel hombre con un pie afuera del bar freno en seco su caminata, un silencio invadía el ambiente, el hombre, procedió a romper dicho silencio con una sola pregunta "¿Tienes algo que perder?" le dije que no, el hombre se dio media vuelta se sentó de vuelta en la barra a lado mío y me invito un trago "La forma en la que esas casas están construidas y acomodadas me recuerda mucho a mi hogar" señalando una foto que estaba a mis espaldas, volteándome para mirarla y darme cuenta que era una bonita foto de "Las Peñas", le di un sorbo a mi bebida y acto seguido le pregunte al extranjero que si en verdad me iba a ayudar a conseguir aquella medicina, el me dijo que por supuesto que lo único que necesitaba de mi era mi fuerza y mi mente, que el trabajo era demandante y que me iba a ensuciar mucho pero que a la larga me acostumbraría, me dije a mi mismo que aparte de conseguir curar mi enfermedad tendría un trabajo estable, estaba más que satisfecho, sentía que por fin la vida me sonreía desde aquel trágico día que ellos me fueron arrebatados. Que idiota fui al pensar eso.

Lo último que recuerdo fue que le pregunté al sujeto de donde procedía y este a su vez con una sonrisa macabra solo me dijo una rara e inolvidable palabra.

"Yharnam".

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