㍐ SUEÑOS HÚMEDOS.

84 19 7
                                    

                   

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

                   

Eres la vergüenza de esta casa —pronunció su padre con voz fría, sin siquiera voltear a mirarlo.

Inmediatamente las lágrimas corrieron por las mejillas de Jungwon, pero siguió manteniendo su sonrisa falsa a pesar de que no pudiera controlar el temblor de sus manos y el fuerte dolor en su pecho. Era desgarrador. Saber que sólo era motivo de vergüenza para su progenitor.

Jungwon se despertó soñando con ese momento, al abrir sus ojos las últimas palabras que le había dicho su padre resonando en su cabeza una y otra vez. Eres la vergüenza de esta casa, Jungwon. Eso había dicho hasta reducirlo a piezas. Jungwon no estaba dispuesto a ser una vergüenza nunca más.

Se incorporó de golpe en la cama, viendo en el espejo frente a esta cómo su delineador para ojos estaba corrido y él lucía patéticamente pálido. Le dolía la cabeza, los ojos y el cuerpo entero. Pero estaba acostumbrado a esa sensación. Su vida estaba ligada al dolor fisico y las heridas, cosas que incluso él mismo se causaba a propósito la mayoría de veces y una que otra vez sin querer.

Minji estaba fuera de la ciudad ese día, pues estaba con su familia en unas minis vacaciones. La cuestión era que tenían unos días libres antes de que llegara el nuevo coreógrafo, un pequeño descanso antes de todo el caos que la presentación les causaría prontamente. Minji habia decidido irse a pasarla bien, pero como era de esperarse, Jungwon seguía estirando y bailando la mayoría del día.

Se paró de la cama para ir a su tocador por unas pastillas, así controlaba sus dolores todo el tiempo para poder seguir haciendo su trabajo. Avanzó cojeando para tomar las píldoras. Quería convencerse de que tenía todo bajo control, pero a veces se daba cuenta de que sentía su cuerpo entero destruido.

Tomó agua de la botella que había dejado ahí desde la noche anterior, tragándose la pastilla y sin perder tiempo, aún adormilado, con el cabello desordenado y el maquillaje corrido, fue hacia su ventana para alzarla y saltar por ella hacia la azotea.

Tenía planeado ponerse a bailar enseguida, pero su mirada borrosa captó a alguien más en la azotea, dando vueltas a los alrededores del lugar, sin camisa y fumándose un cigarrillo.

Enfocó la mirada y ahí le vió, el nuevo vecino. Cabello negro que lucía suave, mechones largos que no se verían tan bien en nadie más que no fuera él. Unos hombros y brazos grandes, torso trabajado de una manera que era perfecta a la vista de Jungwon. No era grande de manera exagerada, él sólo era grande del tipo que hacía estremecer a cualquiera.

Jungwon por un momento se perdió en su mandíbula marcada, pero enseguida se obligó a dejar de escanear el cuerpo de aquel desconocido. No era de los que se quedaban viendo, porque tampoco le gustaba que lo hicieran con él. Sólo había perdido la cabeza por un momento, y se repitió en la mente permanecer en el camino correcto.

Se puso en primera posición cuando los ojos del hombre se alzaron abruptamente, encontrándose con los suyos de manera atenta.

Jungwon sintió que su cuerpo entero se volvía débil ante la intensidad y profundidad de esos ojos oscuros, y es que el pelinegro lo revisó de arriba hacia abajo sin molestarse en disimular.

Jungwon apretó sus labios con fuerza cuando la mirada contraria volvió a subir a la suya de manera brusca.

Le sostuvo la mirada al desconocido, porque Jungwon nunca perdía una batalla de miradas contra nadie.

Y sin dejar de verlo a los ojos, Jungwon intentó ponerse de puntas y comenzar con lo suyo, pero con la presión de esa mirada tan negra encima suyo y lo débil de su cuerpo, perdió equilibrio enseguida y empezó a sentirse acalorado, doblándose para apoyar las manos en sus rodillas y tomar aire.

Se dio cuenta de que el pelinegro avanzó rápidamente hacia él.

—¡Eh! —lo llamó, tirando su cigarrillo al suelo y pisándolo rápidamente para avanzar hacia su encuentro—. ¿Estás bien?

Jungwon se paró recto enseguida, intentando regular su respiración y apretando su puño con fuerza.

—Hola —dijo con voz calmada, ladeando una pícara sonrisa en cuanto el pelinegro estuvo al frente suyo—. Eres nuevo aquí, te he notado.

Jungwon juró que por un momento pensó que el pelinegro se iba a desmayar ante su sonrisa, su rostro llenándose de luz al instante.

—También te veo siempre —admitió el más alto, mirando desde arriba en toda su altura a Jungwon, que parpadeaba analizándolo con la mirada—. Yo...

—Me ves bailar —completó Jungwon, sonriendo ahora de manera más amplia, haciendo que sus ojos se volvieran incluso más pequeñitos de lo que eran—. Soy muy bueno.

—Estoy seguro de que sabes lo bueno que eres —le respondió el pelinegro con simpleza, esta vez sonriéndole de regreso.

Jungwon pensó en lo muy linda que era su sonrisa.

En vez de decir algo sobre su sonrisa, señaló con su dedo índice la cajetilla de cigarrillos que sobresalía en el bolsillo del pelinegro.

—Oh, claro —obedeció él enseguida, riendo nerviosamente para sacar un cigarro y extenderlo hacia Jungwon.

Jungwon ni siquiera fumaba, pero sonrió con satisfacción, porque en cuanto tomó aquel cigarrillo de la mano del desconocido, sus dedos rozaron con los contrarios y hubieron cosquillas en todo su cuerpo.

—Soy Jungwon —poniéndose el cigarrillo entre sus gruesos labios, lo observó con malicia—. Si alguna vez necesitas algo, ahí está mi ventana.

Entonces Jungwon se volteó para caminar de regreso a su ventana y todavía podía sentir la intensa mirada del pelinegro en su espalda.

—¡Soy Sunghoon! —alcanzó a decir el pelinegro antes de que Jungwon desapareciera por la ventana—. ¡Es un placer!

Esa noche, Jungwon se la pasó soñando con unas manos recorriendo su cuerpo y sacándole incontables gemidos. Unas manos que luego eran un rostro y ese rostro era el de su nuevo vecino.

Se despertó sudado y agitado, temblando. Las imágenes de Sunghoon besando su cuello y abrazándolo de la cintura reproduciéndose sin final alguno en su cabeza.

—No, basta. No pienses en eso —negó con la cabeza, saliendo de sus sábanas desesperadamente–. No puedes. Basta, Jungwon.

Nuevamente, tiraba de sus cabellos sin darse cuenta al sentir una angustia en su pecho.

Se acercó a su ventana y miró a través de ella hacia la ventana del frente.

Intentó controlar su respiración, pero entonces vió luces encenderse en la ventana contraria, y como cosa del destino, la sombra de Sunghoon se hizo presente.

Y entonces ambos se observaban a la distancia.

Sin tener idea de lo que pasaría entre ellos en un futuro cercano.

                   

                   

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
𝐇𝐈𝐒 𝐁𝐋𝐀𝐂𝐊 𝐒𝐖𝐀𝐍 𔓕 sungwon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora