Las ideas son eternas

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Gravity Falls había comenzado a adaptarse a la nueva normalidad tras la partida de los gemelos Pines, tanto los pequeños como los mayores.
La cabaña del Misterio, ahora bajo la supervisión de Soos, se había transformado en un verdadero lugar de atracción turística, lleno de historias y leyendas locales auténticas. Parecía irle bastante bien según las cartas que Stan recibía a menudo, al menos dos veces a la semana como mínimo. Aunque Stan se quejaba sobre la frecuencia y el contenido casi monótono, contestaba cada una sin excepción. A veces incluso adjuntaba alguna postal del lugar en el que estaban.

Mientras tanto, Ford después de años de estar en el centro de la tormenta, decidió dejar ese turbulento pueblo atrás. Empezando de nuevo junto a su hermano Stanley con una travesía en su barco, el "Stan de guerra II", en busca de nuevos misterios. Sin embargo, a pesar de la aparente calma, Ford no podía deshacerse del sentimiento inquietante que persistía en su mente, ni de esa canción infernal que a veces terminaba silbando mientras recordaba estar encadenado en aquel ático en el fin del mundo. Entendía que el enfrentamiento con Bill Cipher había dejado cicatrices profundas, tanto físicas como psicológicas, incluida la placa de metal en su propio cráneo. A menudo se preguntaba si alguna parte de aquel antiguo mal seguiría acechando en algún rincón.

Los gemelos navegaron durante más meses de los que Stan pudo contar, hasta que no quedaron misterios en el horizonte. Stanley llegó a experimentar una vida tranquila y sin demasiados percances, con alguna que otra criatura de al menos diez metros de por medio. Aunque esto duró poco, ya que estafar a los marineros y turistas en los puertos era más una segunda naturaleza para él.

Tras ese largo tiempo en el mar, los hermanos al fin regresaron a tierra. Una casa en la playa los esperaba, una cabaña que ambos miraban con nostalgia, como símbolo de ese nuevo comienzo. Ford intentaba no pensar en que era el fruto de una de las trampas de Stan en el juego de póker. Era un lugar distante donde el sonido de las olas y la brisa marina podrían relajar su cuerpo, aunque su propio cerebro de hojalata seguía inquieto, dirigido hacia las aguas turbulentas de su subconsciente. Ford se esforzaba por encontrar paz en su nueva vida, pero el pasado acechaba en cada esquina. Incluso en la tranquilidad de su cálido hogar, encontraba difícil escapar de las sombras de Gravity Falls. A veces pensaba en cómo no podía confiar ni en sí mismo; ya que en sus momentos de mayor quietud, la realidad se deformaba y un viejo conocido no grato volvía a atormentar sus pensamientos.

Una noche, mientras trataba de relajarse en su estudio sosteniendo en su mano un antiguo libro con símbolos extraños, su portada ya desgastada por el continuo uso. El libro estaba abierto en una página al azar, mostrando su intrincado diseño que parecía cobrar vida en la penumbra de la habitación. La mirada de Ford volvía a la portada oscura, observando fijamente el triángulo dorado e intentando no quedarse dormido. Pero el cansancio físico se mezclaba con la intranquilidad mental, haciendo que cada página se convirtiera en un portal directo a sus perturbadoras ensoñaciones. Apenas sus párpados cayeron, se encontró con una de ellas. Se hallaba en un vacío desolador, donde el tiempo y el espacio se fundían en una masa de confusión y desorden. Frente a él, apareció Bill Cipher, el demonio geométrico, cuya figura distorsionada emergía desde los rincones de la realidad.

—Stanford Pines —dijo Bill con su actitud burlona—. Parece que, a pesar de todo, no puedes escapar de mí, ni siquiera en tus sueños. Las ideas tienen su manera de perdurar, al contrario de los humanos.

Ford se sorprendió, pero su rostro permaneció imperturbable. Había aprendido a enfrentarse a sus demonios, tanto literales como figurativos. Aunque Bill mantenía su característico humor, había algo diferente en su mirada, menos provocativo y más reflexivo, la última vez fue... hacía tiempo, tal vez desde su juventud.

Ford frunció el ceño, tratando de concentrarse e ignorar aquello.

—¿Qué estás haciendo aquí, Bill? —preguntó Ford con una mezcla de cansancio y determinación—. La estatua sigue en una pieza, ¿fue el libro?

Al límite de la razón (Billford)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora