Vamos a hablar desde el principio. ¿Desde la creación de Adán y Eva? No tan desde el principio. ¿La caída del Imperio Romano? Más cerca. ¿En el momento en que el espermatozoide penetra en el óvulo? Un poco más... Ahí, el día que nací. 13 de octubre. Bien, ¿no? Estación otoñal, las hojas secas, las castañas, las tazas de chocolate caliente, las tardes en el sofá con la sábana viendo series... Pues no, para mis progenitores fue un mal aguero, solo por el número. Ya sabéis, el número maldito o el número de la mala suerte le llaman los supersticiosos. Se puede decir que ese día fui sentenciada, no a muerte obviamente, pero si al rechazo de los de mi alrededor cuando se enteraban de cuando nací. Hasta los que no me conocían me tenían pánico. Venga ya, ¿Qué tengo? El 13 escrito en la frente o que. Como decía, supersticiosos.
Dejando a un lado esos malos rollos, desde que era una cría me han enseñado a valerme por mi y valorarme. Por que tarde o temprano algunas personas te acaban traicionando. ¿Entonces de que cojones sirve la gente? ¿No es que las personas necesitan de otras para sentirse bien o crear vida a nuestro alrededor? Cada vez que me inculcaban valores principales yo saltaba con todo tipo de preguntas hasta que las propias personas que me explicaban dudaban de sus propias palabras. He sido así, una preguntona y una metida, y aún lo sigo siendo y no me averguenzo de ello. ¿De que me sirve vivir la vida si hay cosas que todavía no entiendo? Tendré que preguntar, vamos digo yo.
Y aquí estoy, siendo una preguntona y una metida en una cama matrimonial en una habitación que no es la mía, con algunos muebles rotos esparcidos en el suelo, mi ropa esparcida por cada rincón del cuarto y un paquete de diez condones totalmente vació. Y eso es lo que me ha servido preguntar cosas como: ¿Hay vida en el espacio? ¿Porqué no existen los unicornios? ¿Y los dinosaurios y los dragones? ¿Qué le pasó al abuelo después de morir? ¿Hay vida después?
Si señores, las típicas preguntas de una niña de siete años. Normalitas. Si. Y ahora mismo con esas preguntas no tengo la respuesta de lo que tengo que hacer ahora. Porqué que esté en pelota picada y que esté un tío de igual manera que yo durmiendo a mi lado no deja de ser indiferente. Coger mi ropa e irme sería la mejor opción. Lo que cualquiera haría. Pero ahora estoy demasiado intrigada por lo que pasó en la noche anterior que ahora no quiero irme.
Le echo un vistazo. Está durmiendo boca abajo. Una buena espalada, marcada, con varias pecas y una cicatriz en uno de los omóplatos. Me gusta. El buen gusto no lo he perdido, para variar. Pelo rubio y alborotado. Y...
- Mal gusto eligiendo calzoncillos, chaval, se ve que el sentido de la moda dio media vuelta en cuando te vio en la cuna. Te quito puntos por eso.
No es por nada, pero... ¿Calzoncillos de Bob Esponja? Tienes que estar de coña. Y lo peor de todo es que le hacen buen culo. Ya quisiera yo. Me gustaría verle la cara pero no hay manera, si no estuviera dormido diría que no quiere que le vea. Vamos a lo importante. Cómo le conocí y porqué no me acuerdo de nada. Pista: "Alcohol, amiga". Concéntrate. Ayer por la noche quedé con Lorett. Fuimos a una discoteca, empezamos a beber y a bailar... Y... Hasta ahí llegan mis recuerdos. Mis neuronas desconectaron a la tercera copa. Lo miro de nuevo. ¿Habré pasado una buena noche? Me fijo en el paquete de preservativos vació. No me cabe la menor duda.
Paré de pensar porque me estaba doliendo demasiado la cabeza. Necesito un ibuprofeno. Urgente. Me levanté de la cama, cogí mi vestido, mis tacones y... ¿Dónde están mis bragas? Entonces las vi en una esquina rotas. Oh, oh. Parece que eres un travieso, Señor Desconocido. al menos me alegro de no haberme tirado a un señor de setentas años. Y me debes unas bragas, si es que nos volvemos a ver. Me visto rapidamente y me pongo los tacones de la peor manera. Me fijo que en una coqueta de madera están mis pendientes y mi collar. Menos mal que me he dado cuenta. Son un regalo de Lorett (mi mejor amiga) y no me gustaría que me echara una bronca por perderlos. Me los pongo y veo al lado una cartera. Umm... Solo un pequeño vistazo de quien eres. Ojeo en su interior, pero no hay ninguna foto de el, ni siquiera su DNI, solo tickets de compra, tarjetas de crédito y treinta euros en billetes de diez.
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La condena que nos unió
Teen FictionDenise siempre ha pensado que está maldita y muchos sucesos han corroborado sus sospechas. Hasta que su condena le lleva a despertarse en una habitación desconocida junto a un hombre después de pasar una noche alocada, a encaminarse a la entrevista...