Capitulo 17

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Me dejaron acompañarlo hasta una sala de espera.

No quería, pero sabía que tarde o temprano su mano se soltaría de la mía.

Sabía que no me dejarían estar todo el tiempo con él.

La espera parece interminable, mi impaciencia crece cada segundo al punto de sentir que me falta el aire aún cuando estoy respirando.

Sus palabras ahogadas por toda esa sangre se repiten en mi mente todo el tiempo, y en mi pecho contraído se queda un dolor agudo que se que es por el.

—No me dejes.—Su súplica esta latente en mi cabeza, la suavidad de su mano ligeramente apretando la mía para que no la soltara logra acelerar los latidos de mi corazon.

El sonido y vibración que tiene mi IPhone al recibir una llamada me hace sobresaltar sacandome de inmediato de mis pensamientos abrumados.

El nombre de Alessandro ilumina la pantalla y se que no contestarle no es una opción, el, si no le respondo seria capaz de rastrearme y aparecerse hasta con los bomberos.

Literalmente.

Resoplo pesadamente antes de contestar la llamada de mala gana.

—¿Qué pasó?—Digo de mala gana.—

—¿Dónde carajos te has metido?—Dice sobresaltado.—

—Estoy en un hospital...—

—¿Qué?—Dice tan alto que tengo que separar el IPhone de la oreja durante unos segundos.—¿Qué estás haciendo en un hospital? ¿Laura qué mierdas pasó? ¿Te chocaron? ¿Te dispararon? Solo dime y yo me encargaré de hacerlos pagar.—

Pellizco el puente de mi nariz ante su dramatismo.

—Relájate.—Ruedo los ojos.—Te exolico si me dieras tiempo de hablar.—

Te estas tardando en explicarme Psique y me estoy impacientando.—

Vuelvo a resoplar.

—Yo estoy bien, pero...Vladimir no..—

Le digo lo que pasó, obviamente emitiendo el pequeño ataque de pánico que tuve que fue lo que hizo posible que conociera a Vladimir.

Voy para allá, mándame la dirección por mensaje.—

—Ok—

No esperaba menos de él, le mando la ubicación antes de concentrarme en la sala nuevamente, sala en la que me encuentro, y, estoy sola.

No sé como sentirme, esto es extraño, me siento extraña.

Mi inquietud crece a medida en que los segundos pasan, segundos que me siguen pareciendo una eternidad dentro de un día que solo dura veinte y cuatro horas.

Hasta que por fin, veo a un doctor acercarse, con la vista fija hacia mi, y me levanto de donde estaba sentada para apresurarme a él.

—¿Cómo está él, doctor?—

—Seré claro, su hijo...—

Esa palabra desvió mi atención del doctor un segundo, "Mi hijo" y recordé ese momento en el que me vi obligada a mentir diciendo que era mi hijo para poder sujetar su mano unos segundos más, su voz pidiéndome, casi rogándole aún ahogado por toda esa sangre que no lo dejara me viene a la mente estrujando mi corazón una vez más, vuelvo a la realidad cuando en mi cabeza se reproduce el momento en el que se lo llevaron por esas puertas dejándome aquí.

El doctor me mira como esperando una respuesta, pero malamente no he escuchado nada de lo que me ha dicho.

—¿Me puede repetir doctor?—

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