"Después de la tormenta llega la calma"
Llegué a un punto en el que de repente todo se solucionó. Me quedé a mi vivir con mi madre después de pensarlo un par de segundos y llegar a la conclusión de que no iba a haber un mejor lugar para seguir viviendo que no fuera a su lado.
Cada mañana nos despertábamos temprano para hacer desayuno, asear la casa y dejar todo listo para el inicio del día. Yo, en ocasiones, salía a dar una vuelta al vecindario cuando ella iba al trabajo y comencé, de a poco, a hacerme amiga de los vecinos. Resultó gratificante darme cuenta de que la gente en esa calle no era tan mala y que tenían unos cuantos chicos de mi edad con los que cruzar palabras en la acera.
Cuando agosto ya estaba acariciando la temporada de inicio de clases, mamá y yo comenzamos a buscar una escuela en la que pudiera terminar el curso, y aunque no estaba muy contenta con el fin del verano, se sentía bien la idea de comenzar una nueva vida. En realidad, se sentía demasiado bien. Y para todo lo singular que tenía la situación siendo proveniente de mí, lo que más me extrañaba era, que de cierto modo, ya no le tenía tanto miedo a las personas. De a poco se había comenzado a menguar en mi pecho el pánico por mantener una conversación, y cuando el aire me comenzaba a faltar, me recordaba internamente lo fuerte que era.
Las aventuras siguieron llegando, el mundo me saludaba con los brazos abiertos, la vida me sonreía, y cuando todo parecía perfecto, llegó el lunes en el que finalmente acudiría a la escuela que mi madre había investigado hasta por debajo de las piedras para saber si era adecuada para mí. Ese día se despertó temprano para hacerme desayuno y me dio un beso en la frente cuando crucé la puerta para tomar el autobús. El aire de aquella mañana me resultó más fresco que el de ninguna otra.
― ¡Espera, cariño!―me detuvo cuando ya iba a mitad de la acera.
Me voltee en su dirección con una ceja alzada.
― ¿si?
―Lo olvidé completamente. Ayer hablando con Laura sobre el primer día de escuela, se ofreció muy amablemente a que su hijo te llevara―su voz sonaba suplicante. Sabía lo mucho que quería quedar bien con los vecinos, y su amiga, la que vivía a nuestra derecha y tenía una linda piscina.
― ¿Puedo negarme?―le pregunté con un gesto de molestia. No me apetecía en esos momentos intentar mantener una conversación con alguien. Estaba muy nerviosa pensando en todas las que tendría a lo largo del día como para comenzar temprano.
―No, no puedes. Hazme un favor y acepta esta vez, ¿sí?
En realidad, no podía negarme.
―De acuerdo―solté un suspiro de cansancio. Ya no quedaba de otra.
―Genial. Pórtate bien con el chico, linda―me guiñó un ojo antes de meterse de nuevo a la casa.
Se estaba sintiendo bien mantener aquella vida normal en la que me permitía ser feliz, y aunque mi madre terminara siempre con cosas como esas, me encantaba tener a alguien a quien sabía que podía ponerle alegre el día.
Me quedé un par de minutos parada afuera de la casa hasta que la camioneta de los Roger salió de la cochera directo a estacionarse enfrente de mí. Me subí sabiendo que si la situación se ponía incomoda fácilmente me podría bajar e irme caminando.
El asiento de cuero que tapizaba el auto me trajo recuerdos que tuve que agitar en mi cabeza para que se volvieran a guardar en el cajón del que habían salido.
―Tú debes de ser Moly―habló una voz a mi costado. Voltee ligeramente mi cabeza hacia su dirección mientras sentía como mi corazón aun latía con violencia por el repentino golpe del pasado.
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Un viaje al universo de tus labios
Novela JuvenilCuando Nicolas da su último aliento en este mundo, una carta llega a manos de Moly, su nieta, la joven a la que dedicó su vida entera a herir, pidiéndole que se embarque en un viaje lleno de destinos impredecibles, como única forma de sanar su coraz...