Capítulo 1: Recuerdos

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—¿Amelia? ¿Estás despierta?


Esas palabras rompieron el silencio absoluto de la pequeña habitación, compuesta solo por una cama sucia y un escritorio en mal estado. La madera parecía a punto de ceder bajo el peso de los años y el abandono.Un chico de no más de veinte años, con un rostro casi infantil, pasó las manos por el interruptor de luz, pero debido al mal estado de las instalaciones, la lámpara colgando del techo tardó unos segundos en encenderse y finalmente iluminó el sitio con una amarillenta luz tenue. El chico tenía el cabello largo hasta los hombros y bastante descuidado, su vestimenta consistía en una camiseta blanca lisa, bastante sucia, y unos pantalones azules en un estado similar, terminando con sus ojos marrones, adornados con ojeras, pero, aun así, su tono de voz contagiaba un extraño entusiasmo.

—¿Hola? —Preguntó mientras se acercaba al escritorio, donde una pequeña mujer dormía. Por la humedad de su rostro, podía darse cuenta de que había estado llorando un largo rato hasta que finalmente cedió al cansancio.

En sus manos, sobre el escritorio, sostenía un cuaderno negro con un espiral verde en la portada. En la tapa, un papel sujetado con cinta adhesiva dice "Registro". A sus pies, un lápiz había caído al suelo, se agachó para levantarlo y al ponerse de pie nuevamente, vio que Amelia ya estaba despierta. Su expresión de tristeza casi lo afecta, pero evitó mirarla directamente y solo colocó el lápiz en el escritorio.

—Sí, perdón. Solo dame unos minutos más, espera junto al lago. Ya voy —Dijo ella, retomando su postura para comenzar a escribir.

Él se fue de la habitación, dejándola encerrada. Inevitablemente, las lágrimas comenzaron a salir otra vez, mientras que, de mala gana, Amelia escribió el registro de ese día:

"20/07/2056. Vamos a ir a la ciudad para aprovisionarnos. Los zetas se nos están acabando, nos quedan 300. Koldo intentó falsificar algunos con sus cristales, pero nos descubrieron y casi nos arrestan. Ya va un mes desde el secuestro de Melania"

Tras firmar cerró el cuaderno y lo dejó sobre la cama. La luz amarillenta iluminaba su demacrado cuerpo, sus costillas indicaban malnutrición, y su mal olor apenas era disimulado con perfume y su cabello estaba largo y algo endurecido. Con esfuerzo, se vistió con un pantalón cargo, una camiseta negra y un par de zapatillas anteriormente blancas, pero que ahora estaban totalmente llenas de tierra, dejando un rastro de suciedad cada vez que caminaba. Unas vendas sucias envolvían sus manos, como registro de heridas del pasado.Durante la época invernal, apenas hay luz a esa hora de la mañana. Aunque el día comienza oficialmente en una hora, no todos estaban dormidos. Cuando Amelia se acercó al gran salón, iluminado por varias velas, fue saludada por los que ya estaban despiertos, entre ellos Abigail, una mujer mayor y vestida con harapos, a quien Amelia reconoció de inmediato por ser la madre de la secuestrada, se acercó para confrontarla.

—¿Qué haces a esta hora? Estás en pésimo estado —Le regaño con preocupación, como si ella también fuese su hija.

—Quisiera haber podido usar este poder para hacer algo, pero soy débil. Le fallé tanto a Melania como a todos aquí —Contesto Amelia, mirando hacia abajo.

—Espero que pasar el día acompañada te ayude a despejar tu mente. Que ambos tengan suerte
—Le contesto después de un suspiro, incapaz de decir más por ahora.

Finalmente, Abigail se alejó e ingresó a la habitación que anteriormente perteneció a Melania, en uno de los extremos del gran salón, al lado opuesto del suyo. Las miradas del resto de los refugiados se posaron sobre Amelia, quien solo alcanzo a dejar escapar un suspiro mientras caminaba hacia las escaleras que conducían al exterior del refugio subterráneo. El metal le dio un escalofrío al tocarlo, estaba helado, pero finalmente salió. La oscuridad la cubrió mientras el viento golpeaba su rostro y hacía ondear su ropa. Cerró la escotilla de su hogar y levanto la vista para observar el lago, su acompañante estaba allí. Sus pisadas y el viento eran lo único que se escuchaba.

—¿Koldo? —Preguntó, tomándolo por uno de sus hombros y él solo se volteó para verla antes de asentir con la cabeza.Ambos comenzaron a rodear el lago, dirigiéndose hacia el norte, podían ver los edificios altos de la capital iluminados a la distancia, un faro con el que no se perderían en su trayecto. Les esperaban al menos dos horas de caminata campo a través hasta llegar a una ruta directa.El sonido de animales silvestres, hojas secas y ramas partiéndose componía un concierto mientras caminaban en silencio hacia la civilización. Finalmente, Amelia decidió romper el hielo.

—Debemos sumar a nuestra lista algunos antibióticos, ese tipo de cosas estarían bien —Afirmó intentando que su tono de voz no sonase melancólico.Koldo, quien iba apenas por segunda vez a la ciudad, estaba bastante entusiasmado y anotó lo necesario en una larga lista que llevaba en uno de sus bolsillos.

—Perfecto, medicamentos en general entonces, ¿algo más? —Pregunto como si se tratase de un niño a punto de ir a una juguetería.Haciendo todo lo posible para simular alegría, Amelia le respondió que nada más. Ambos continuaron la caminata, notando como cada vez había menos vegetación, y la luz artificial comenzaba a iluminar el bosque.El ruido de la ciudad empezó a hacerse presente también, junto con el aire contaminado, hasta que apareció una carretera de asfalto, y ambos comenzaron a seguirla.Unos minutos después fue Koldo, quien evidentemente notando la tristeza de su compañera, se detuvo para intentar entenderla.

—Quizás no igual que tú, pero te aseguro que todos la extrañamos —En cuanto Amelia se dio cuenta de a lo que él quería llegar con esas palabras, también se detuvo, y la falsa sonrisa se le cae —. Pero estamos en esto juntos, sobreviviendo, pero no todos los del refugio son capaces, por eso es qué necesitamos a un líder fuerte para guiarnos.

—Vaya, ¿acaso ahora das discursos motivacionales? —Se rio y volvió a caminar, y él, desconcertado por esa respuesta, la siguió y pregunto.

—¿Y eso? —Aunque en el fondo estaba feliz también, parece ser que logro mejorar un poco el ánimo de su compañera.

—Siempre le gustaba decir ese tipo de cosas. Me dijo que cada vez que leía un libro, o veía alguna serie en internet, empezaba a usar frases de ahí, o inspiradas. —recordó esas conversaciones con una sonrisa que por fin pudo decir que era sincera—. Me esforzaré, te lo juro.

Ambos continuaron su camino y entraron a la ciudad, pero a los pocos segundos una gran presión los invadió y se dieron cuenta de que estaban siendo observados, no solo por sus intentos de estafa anteriores, sino también porque eran los cómplices de la capturada hace un mes.Un escalofrío recorrió a Koldo, quien comenzó a temblar mientras se detenían frente a una farmacia bastante grande, pero que estaba cerrada aún, y aunque no los podía ver, algo le decía que se estaban acercando cada vez más aquellos que les observaban.

—Tranquilo, mientras no hagamos nada, no pueden hacernos nada.Amelia lo sujetó del brazo para tranquilizarlo, pese a que ella también temblaba, y empezaron a caminar hacia un supermercado cercano, desviándose intencionalmente, ese negocio apenas estaba abriendo sus puertas.

—Si intentan hacer algo, corremos, no debemos pelear ni nada así. Si nos arrestan a alguno de los dos... —No quiso terminar la frase, pero él entendió perfectamente a que se refería.

Cuando estuvieron frente al supermercado fueron de los primeros en entrar y, sin ningún disimulo, notaron cómo las cámaras de seguridad los seguían. Sin prestar más atención y enfocándose en su tarea principal, comenzaron a llenar unas cuantas bolsas con conservas y suministros de higiene básicos. Lograron cubrir todo lo de la lista y aún les sobraba para luego pasar por la farmacia. Se dirigieron a pagar mientras más gente llenaba los pasillos del establecimiento, eso con algo de suerte serviría como factor disuasivo para sus perseguidores. Sin embargo, la cajera los reconoció como el par de jóvenes que habían intentado estafar hacia no mucho en un negocio cercano, y de quien sus superiores le habían indicado reportar inmediatamente, pero un raro sentimiento de empatía por su situación la invadió, y sintiendo algo de lástima por el aspecto de ambos, accedió a ofrecerles un generoso descuento, ya que las letras en la pantalla, de hecho, superaban su aparente valor esperado de 220 zetas totales, lo supo al ver como comenzaban a quitar cosas para descontar valor, ella tomó la iniciativa y guardo todo asegurándose de que nadie más los estaba viendo, y confirmo sus intenciones guiñándoles un ojo.

—Serían 210 zetas —Un escalofrío recorrió la espalda de Koldo y Amelia al escuchar el precio final, mientras la cajera veía hacia los lados con paranoia, consciente de que estaba haciendo peligroso, y quería que se fueran rápido sin hacer preguntas.

Mientras le entregan la cantidad que ella indica, antes de cerrar la caja agrega de su propio bolsillo el restante, y los tres disimulan, hasta que finalmente la cajera comienza a atender a quien estaba detrás de los dos, quien no parece haberse percatado de la infracción.Cuando ambos finalmente salen comienzan a caminar de regreso hacia el exterior de la ciudad, intrigados, pero felices por esa buena acción que recibieron, ignorando a sus acosadores, quienes parecen haber perdido el interés. Durante el camino a la farmacia, Amelia, quien había renovado sus ánimos luego del suceso, hablo.

—Con esto estamos bien, por lo menos por dos meses.

—¿Por qué tenemos que conformarnos con esto, Amelia? ¿No podríamos vivir más cerca de la ciudad?

Ese sentimiento de culpa que tenía hace horas mientras lloraba regreso, no sabía cómo decírselo, pero ¿de verdad nadie se lo había dicho? Cuando la detuvo en la carretera parecía ser totalmente consciente de la realidad que los rodeaba, pero ¿la entendía a medias quizás?

Runas de la RevoluciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora