No puedo enfadarme si me miras así, cariño.

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Tuve que volver a clase la mañana siguiente, por lo tanto, Yasmin, Kayla, Olivia y yo nos vimos las caras de nuevo. Intenté ignorar el tema y centrarme en las explicaciones de la profesora, algo que se me complicó cuando empecé a darle vueltas a mi cabeza, preguntádome que le habría pasado a Liam y porqué no vino a clase. El sonido de la campana que anunciaba el descanso me hizo salir de mis pensamientos y me apresuré a salir del aula antes de que Yasmin se dirigiera a mi y me arruinara el día. No fui lo suficientemente rápida.

- ¿Qué demonios te pasa con nosotras? - dijo Yasmin a lo lejos, mientras se acercaba a mí. Parecía que quería tener una conversación. Está bien, la tendría.

- El sábado me dejasteis tirada en el restaurante y os fuisteis como si nada. Eso es lo que me pasa. Y además, te atreves a escribirme para preguntarme si había llegado bien a casa, cómo si eso os importara. Pues sí, no me pasó nada durante el camino, tu conciencia puede estar tranquila. Pero, ¿y si no hubiera llegado bien? - Dije, intentando no mencionar a Liam. No quería que hiciera preguntas.

- Sabíamos que ibas a llegar bien, Margot. - Aseguró.

- ¿Y cómo se supone qué lo...?

- Liam estaba allí. No le cuentes que te lo he dicho, pero mientras estabas en el baño, se acercó a nosotras para pedirnos que nos fuéramos, que quería estar a solas contigo. Sabíamos que no iba a hacerte daño, pero lo sentimos si te molestó. Aunque entiendo que ahora no te apetezca hablar después de lo que le ha pasado...

- ¿Qué le ha pasado a Liam? - pregunté, curiosa pero a la vez, algo preocupada. Debió notarlo.

- ¿No lo sabes? Ayer tuvo un accidente mientras conducía. Está en el hospital.

No reaccioné. No respiré. Ni siquiera hice ni un mínimo movimiento. El mundo se paró bajo mis pies y entonces mi mente empezó a pensar en lo que pasó ayer, mientras que mi cuerpo seguía paralizado. Las rosas, el rechazo, la furia con la que cerró la puerta de casa, el coche...

Guardé todas mis cosas en mi mochila lo más rápido que pude y me fui, con el corazón en la garganta. Compré un billete de autobús y me dirigí al hospital más cercano. Había olvidado preguntarle a Yasmin cuál era el hospital en el que se encontraba, así que solo quedaba probar suerte. Entré al lugar con el corazón en un puño, más preocupada de lo que había estado nunca antes. Me acerqué a la secretaria, de unos treinta años, tratando de encontrar las palabras adecuadas antes de hablar.

- Liam Wilson, ¿se encuentra aquí? ¿Está bien? - dije, atropellando unas palabras con otras. No iba a relajarme hasta poder ver que estaba bien.

- Está en la planta 1, sala 113 a la derecha. Lo operaron ayer de urgencia por una hemorragia interna y hematoma intracraneal, hoy ha salido de la UCI. Está estable. - dijo, mientras leía la información en la pantalla del ordenador.

- ¿Se permiten visitas? - pregunté

- Sí, tienes 40 minutos. El paciente también tiene que descansar.

Sin pensarlo 2 veces, me dirigí a la sala que la secretaria había indicado. Abrí la puerta cuidadosamente, sabiendo que lo que vería iba a romperme en pedazos. Y claro que me rompió.

Estaba dormido, algo que agradecí, ya que no quería que me viera llorar. Tenía vendas en los brazos y otra en la cabeza, en la que también había algo de sangre, aparentemente seca. Dios, incluso en ese estado estaba tan atractivo como de costumbre.

Me acerqué, sin hacer una pizca de ruido. Tomé asiento y puse la mochila a mi lado, mientras escuchaba la máquina que marcaba el sonido de su corazón latiendo. Liam estaba así por mi culpa. Yo había hecho eso. Una lágrima brotó de mis ojos. Más tarde, la siguiente. Así sucesivamente, empecé a llorar de forma desconsolada, intentando no hacer ruido.

- No llores, no es tu culpa, Lucciola. - susurró, mientras seguía con los ojos cerrados.

Una sonrisa encendió mi rostro apagado. Una pequeña luz se iluminó en lo más fondo de mi corazón.

- No estoy llorando. - Después de un silencio, me atreví a volver a hablar. - ¿Estás bien?

- Estoy perfectamente desde que has cruzado esa puerta.

- ¿Estás enfadado?

- No.

- ¿Ni un poco?

- Ni un poco.

- ¿Por qué?

- No puedo enfadarme si me miras así, cariño.

- ¿Así, cómo?

- Como si estuvieras enamorada. Como si estuvieras preocupada por mi. Como si hubieras tenido miedo de encontrarme muerto.

- Cállate. ¿Siempre hablas tanto cuando estás enfermo?

- Es que nunca habías estado conmigo estando enfermo. Qué cosas tiene la vida, ¿verdad? - dijo, mientras se reía. Le habría dado un puñetazo en la cara, pero teniendo en cuenta su estado, no me pareció que hacerlo fuera lo más correcto.

- Me voy a ir como sigas diciendo tantas estupideces. - dije, con una sonrisa pintada en el rostro.

- Cuando estoy nervioso digo tonterías. No lo tengas en cuenta, amor.

- No me llames así, Liam. - Dije, en tono de advertencia.

- ¿Aún sigues con lo mismo? Vamos Margot, deja de fingir que no me quieres. Le haces daño a mi corazoncito herido. - Dijo, fingiendo un sollozo. Más tarde, una sonrisa traviesa. Ese chico me gustaba mucho más de lo que admitiría jamás en voz alta.

- ¿Si no te quisiera estaría aquí, contigo, en el hospital, saltándome las clases? - dije en tono irónico. No lo habría hecho si no fuera para recordarle la conversación que tuvimos ayer.

- Eres cruel. - Dijo, sin reprimir una sonrisa. - Ven, vamos.

Me hizo una señal para que me sentara en la cama. Dudé un momento, pero finalmente cedí y me senté a su lado, acariciándole el pelo con delicadeza, como si de porcelana se tratase. Era el sentimiento más reconfortante que jamás había experimentado. Podía observarlo sin que él se diera cuenta, oportunidad la cual aproveché.

Su rostro lo cubrían algunas pecas sobre la nariz, casi invisibles, las cuales no había visto antes. Era el perfil más bonito que había visto jamás. Empecé a preguntarme cómo se vería una niña pequeña si fuera una mezcla de nosotros. Pelo rizado y moreno, ojos oscuros, con pecas alrededor de su pequeña y respingada nariz. Sería una niña preciosa.

Cuando volví a la realidad, Liam se había quedado dormido y ya había llegado la hora de irme.

Una Nueva Vida En Las AfuerasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora