El reencuentro

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—¿Volverá?- le pregunté a mi hermana Luna. Ella parecía igual de confundida que yo. 

Se quedó un momento pensando, con la mirada perdida en algún lugar. 

—No lo sé Emma, no lo sé- dijo. 

Nos quedamos calladas, sin saber qué decir, fue ella la que rompió el silencio.

—¿Estás bien?

—No, no lo estoy,  lo echo de menos- empecé a llorar. 

Luna me abrazó y nos quedamos así durante unos instantes; ella con los brazos alrededor de mi cuerpo y yo pegada a su pecho, escuchando los latidos de su corazón.

—¿Quieres estar sola?

Asentí y ella se fue a su cuarto, dejándome ahí, aún sollozando, sintiendo que la oscuridad me consumía. 

Había pasado tantos momentos con mi padre que no podía estar ni un día sin él. Ciudad Serena, es nuestra ciudad, la ciudad en la cuál él me enseñó a caminar, me enseñó también a hablar, junto con mamá. Hasta que ella nos dejó y nos quedamos solas con papá. Él, a pesar de que había perdido a su mujer, no lloró, no se encerró en su cuarto, simplemente se hizo el fuerte. No tengo muchos recuerdos, pero lo que sí que se me quedó en la mente, fue cuando mi hermana estalló a llorar, muy fuerte, y él fue a calmarla. Unos segundos después, no se oía nada, solo sus llantos entrecortados. Fui a su habitación y me los encontré abrazados, pero no entendía nada, solo que papá me pidió que viniera y me dio un beso en la mejilla, mientras me decía entre susurros que todo iría bien . Ese día, Luna se quedó dormida en sus brazos y yo los contemplaba. 

Ciudad Serena, es un lugar que está repleto de casas y bloques de pisos, donde los habitantes duermen, descansan o hacen su propia comida. En el centro, hay una casa gigantesca donde todo el mundo va a entrenar o hablar con el alcalde. Ahí se encuentra un hospital; yo solo lo visité una vez. Delante de la casa del centro, hay un campo. Normalmente van a disparar o a correr, los que tienen un trabajo. Los que son menores de dieciséis años, como yo hasta ahora, tenemos otra casa escondida en el bosque, detrás de la casa del centro, donde nos preparan y nos capacitan, para que podamos elegir un trabajo. Hay gente que no es buena nada, esta, ayuda en el hospital o se hace ayudante de algún maestro, pero de esta hay poca, uno de cada diez les toca. 

Al recordar todo lo que había pasado en esa casa entre el bosque, sonreí, hoy es el último día que estaré ahí, mañana es mi cumpleaños. Pero esta sonrisa se desvaneció al instante, al recordar que fue gracias a  que mi padre pudo inscribirme. Hay gente que es muy pobre, no tiene dinero suficiente y ellos limpian las casas o intentan conseguir un trabajo, donde pagan un mínimo.  

Me quedé un rato más recordando todo lo que había pasado, nuestro padre desapareció. Hoy por la mañana, fui a su cuarto a poner la ropa limpia en su armario, el cuarto estaba vacío. Solo quedaba su cama con una mesita de noche y un armario. Era un lugar que desde entonces había sido un lugar feliz.

Aquello no es propio de él: ¿desaparecer así cómo así? ¿Sin decir nada? ¿Qué le ha pasado? ¿Se ha ido por voluntad propia? ¿Amenazado? 

Un sonido me ha devuelto a la realidad, he dado un respingo. Alguien llama a la puerta, con bastante insistencia. Parece que solo han pasado minutos pero en realidad han pasado un par de horas, dos horas pensando dónde se había ido, pensando en si volvería. Me siento devastada, triste, confundida. Pensando que la última vez que lo vi, fue ayer por la noche, no lo hemos vuelto a ver.    

Luna. Es ella. La he dejado entrar y se ha sentado en mi cama. 

—¿Qué tal estás, Emma?

Tiene los ojos hinchados, y una lágrima recorriendo su mejilla. 

—Mejor, ¿y tú?- he mentido.

—Mejor- también ha mentido. 

—Sé que es mentira, ¿qué pasa, Luna?- le he preguntado con toda la suavidad que he podido. 

—Es que, ahora estoy sola, si él no aparece, te tendré que cuidar a ti, tendré que hacer la comida, no podré ir al trabajo- 

La he mirado y he puesto una mano encima de la suya. 

—Lo echo de menos Emma- 

—Y yo Luna, y yo.    

Cuando se ha hecho un poco más tarde, nos hemos preparado para salir a la calle, preguntar a la gente si lo había visto. Hemos estado un rato, hasta que la esperanza se ha desvanecido. Todo el mundo nos mira extraño. Hemos decidido separarnos. 

—Perdone- le he dicho a una chica, parece de mi edad. Va acompañada de otro chico.

El segundo me ha mirado, con la boca abierta. Pero luego, cuando lo he mirado ha reaccionado al instante, se ha puesto rígido.  

Ella se ha parado al instante, y le he contado lo que ha pasado. 

—Sí, lo vi hace dos días- 

—No, no, digo hoy, ¿lo has visto?- he sonreído, esperanzada. 

Ha negado con la cabeza. 

No me he alejado ni dos segundos y se ha puesto a murmurar. 

—Seguro que se ha ido, por qué no hay quién la aguante, conozco a su hermana y es igual de insoportable- le ha dicho al otro chico. 

Me he girado. 

—¿Crees que he elegido que desapareciera? ¿Crees que elijo mi vida?

—Mira, déjame...

—Va nena, ya está-  le ha dicho el chico.

Me ha mirado y me ha guiñado un ojo.

—Lo siento preciosa. ¿Podrías perdonar a mi novia de mi parte?

No me ha dejado responder y se ha alejado. 

Cuando he llegado a casa, se lo he contado a mi hermana. 

—Eva, ¿verdad? Es la persona más insoportable del mundo- 

Me he encogido de hombros.

—Es pelirroja, ¿no?

He asentido. 

Ella ha querido decir otra cosa, pero hemos oído un ruido. Me he sentido confusa y asustada. 

He sabido identificar el sonido al instante. Ha empezado una explosión. Hemos salido fuera. 

Gente corriendo, sangre, bombas, han invadido mi visión por un instante. Solo oigo disparos, gritos, gente llorando, me he quedado paralizada. Y a la lejanía, mi hermana me ha llamado, para que nos pusiéramos a salvo. Pero no puedo moverme, noto mi piel pálida y tengo un nudo en la garganta.  

Me he tapado las orejas y he cerrado los ojos con fuerza, entonces, me he desmayado. Y una imagen me ha consumido. De pronto mi madre tiene una pistola en la cabeza. Me ha pedido ayuda en un susurro y su palabra se ha quedado en el aire, siendo la última vez que abriera los ojos y cerrándolos, para siempre. 

—Cielo, ¿estás mejor?- me ha preguntado una mujer.

Un poco mareado, he fruncido el ceño, no sé quién es.

—Soy Elena, la secretaria de Carlos, el alcalde. ¿Estás mejor?-

He asentido. 

—Estás en el gimnasio, Luna te ha llevado hacia allí

Mi hermana se ha asomado y me ha cogido de la mano.

Cuando me he podido levantar, con ayuda de Elena y de Luna, nos hemos dirigido hacia la salida. Antes de irnos, he visto a un chico que creo que ya conocía. Y cuando nuestras miradas se han cruzado, lo he entendido todo. 



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