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Su vista estaba casi completamente perdida, apenas lograba ver vagas siluetas a su alrededor. Desesperado y frustrado, así se sentía.

Había despertado hace unos tres días después de estar un mes en coma, desorientado; no recordaba ni cómo había llegado al hospital y, cuando cerraba los ojos con la intención de descansar, en su cabeza aparecían borrosas imágenes de un lugar estrecho y cerrado, a veces tenía la sensación de haber estado sentado sin poder moverse.

En cuanto al ruido... Sus orejas de lobo estaban muy dañadas, lo que más le fastidiaba era ese estúpido pitido que no lo dejaba distinguir bien los sonidos, los enfermeros le hablaban alzando la voz para que logrará escucharlos.

Y, como si no fuera suficiente daño el que tenía ya, su olfato también había sido afectado por todo el humo que inhaló y, aunque sus pulmones ya hubiera sido revisados y estaba fuera de peligro, el recuerdo del humo en su nariz seguía ahí, causándole comezón y dolor a tal punto que sentía sus ojos aguarse por no poder calmar la zona.

Si perder la vista, el oído y el olfato, era el precio por seguir con vida; Min Yoongi hubiera preferido morir.

Era mil veces mejor que ser como un anciano a sus veintiséis años. ¿Qué pasaría con su trabajo? ¿Y su familia? ¿Si quiera tenía una? ¿Qué hay de sus amigos? ¿Había alguien que se preocupara por él? Porque, hasta el momento, nadie había ido a visitarlo.

Bueno... Nadie a parte del enfermero a cargo de revisar constantemente sus heridas y el doctor que lo atendía una vez al día.

Por otro lado, el enfermero había entrado hace unos minutos para preparar sus medicamentos del día y Min ni siquiera sé había dado cuenta por estar con los ojos cerrados, acostado y sin poder percibir sonidos ni olores. No fue hasta que el menor le tocó el hombro que notó que no estaba solo.

Park Jimin miró al hombre abrir los ojos en busca de la persona que lo había llamado. A los segundos, la mirada del mayor se enfocó en él, o eso parecía, pues este entrecerraba los ojos al no poder ver bien el rostro del otro. Era como ver el exterior a través de una ventana empañada.

Movía las orejas en un vano intentó por escucharlo y su nariz buscaba algún olor en el aire con la esperanza de haber mejorado aunque sea un poco. Pero todo era inútil.

Yoongi tenía una venda en dónde su oreja izquierda había sido cortada. En sus brazos y piernas habían múltiples moretones y cortes que ya casi no se notaban. Pero lo que más alarmó a Jimin hace un mes, fue la pierna derecha que tenía fracturada y con la que el mayor había llegado al hospital. Ahora le alegraba que le pudieran salvar la extremidad, aunque todavía no caminara bien.

¿Que por qué le importaba tanto aquel extraño? Ni él lo entendía. Solo sabía que desde el primer instante en que estuvo cerca de Yoongi, su olor a alfa llamaba la atención de su propio lobo interior. Ese olor a café, galletas de chocolate y canela lo tenían casi loco y ansioso, pero no porque lo viera como una amenaza, a su lobo le gustaba.

Mas debía contenerse por el momento. A sabiendas de que el mayor era incapaz de notar su olor o siquiera verlo ni escucharlo.

La imagen frente a él le pareció de lo más tierno, aunque también se lamentaba por su estado.

–¿Enfermero Park? –Preguntó Yoongi alzando un poco la voz sin ser consciente– ¿Es usted?

Jimin buscó de entre sus bolsillos unos audífonos que usaba para poder comunicarse con él a través de la grabadora de voz usando un buen volumen, pero que no lo dañara. Le dió uno de los audífonos al mayor para que este se lo colocará y así poder escucharlo.

Así es, soy yo. Vine para darle sus medicamentos de hoy. ¿Cómo se ha sentido? Fue lo que Yoongi logró oír.

–Igual que todos los días –Respondió con notable frustración– Me duele el cuerpo –señaló sus orejas– Ese pitido me está causando jaqueca y la nariz me duele un poco.

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⏰ Última actualización: Oct 25 ⏰

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