Secreto de Familia

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Cuando la madre de Bill y Tom falleció en extrañas circunstancias. Su padre cayo en una depresión profunda. Los Gemelos tenían apenas 6 años.

El padre de estos les había prácticamente abandonado porque aquella tristeza no le permitía ocuparse de ellos. En sus caras veía reflejado el rostro de su mujer y aquello lo mataba.

Pronto los niños entendieron que su padre estaba pero no para ellos, que solo se tenían entre ellos, aquello provocó que se unieran más.

Cierto día, cuando la mucama hacia sus diligencias entro al cuarto de los chicos, todo estaba silencio, debajo de la sábana había una luz tenue. Los niños no reían como de costumbre, hacían ruidos extraños como de gemidos.

Se aproximo lentamente para levantar la sabana, allí retozaban los dos desnudos, el mayor por minutos examinaba la virginal entrada de su hermanito, tocaba el pene erecto de niño de su hermano y acariciaba torpemente el suyo. El pequeño permanecía quieto con una mirada placentera y al mismo tiempo inocente. Era como ver dos bellos querubines descubrir los placeres mundanos.

La mucama grito asustada, salió corriendo a por su padre y los chicos en ese momento comprendieron que lo que hacían era un pecado.

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Aquella mañana cuando Dalila peinaba su cabello castaño, aún desnuda en su tocador diviso los avellanados ojos de su hijastro más pequeño, en el espejo de media luna.

Tenía dos hijastros de 13 años, gemelos, unos preciosos niños que venían en paquete con su nuevo marido. Su marido se había casado con ella a un año de su viudez y le llevaba casi 10 años.

Se conocieron en Leuchtfeuer en la costa, ella venía de vacaciones por unos días a la Alemania, proveniente de Portugal. La piel apiñonada, esa mañana relucía como caramelo, a comparación de las blancas texturas de las jóvenes de la zona. Eso y una innegable sensualidad atrajeron a Gordon, alemán de pura cepa, que no buscaba nada aquella mañana, al poco tiempo se casaron.

Ella se encargó de los niños desde el primer momento.

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Aquella mirada recorría la imagen desnuda en el espejo, sin despegar la vista, con admiración y con un libido pueril. Dalila se apresuró a cubrirse con una bata de seda que no hacía más que lamer su cuerpo con el color negro de esta.

Los erectos pezones, la curva fina del cuello, la pequeña cintura, nada de eso pasaba desapercibido para el chiquillo que no despegaba la vista y con cierta urgencia se había decidido a entrar allí. Hacía rato que su padre se había ido a trabajar y como comúnmente sucedía, su madrastra volvía a su recamara, a penas cubierta por la bata negra para alistarse para el resto del día.

El primero en advertirlo habia sido Tom, quien había vuelto con una erección al cuarto que compartían.

-Esta desnuda- le dijo sonriendo mientras se hechaba en la cama y abajo de las sábanas se masturbaba con ganas.

Bill sintió como la excitación crecía al escuchar a su hermano jadear placenteramente bajo las sábanas azules. Atino a asomarse, con los audífonos puestos, por la ventana, tratando de ignorar sus propias reacciones.

Cuando Tom termino se quedó por un momento mirando al techo, recordando a la mujer de su padre con la bata abierta y como por accidente había dejado entrever sus pechos llenos y su velluda intimidad. Miro a Bill que se aguantaba las ganas mientras se distraia en la ventana, sin problema podría invitarlo a su lecho, aunque esa mañana estuviera tan raro con él.

-Si estás listo, Tom. Será mejor que vayamos a la escuela- le dijo con un murmullo molesto.

Este se acercó por la espalda de su hermano y apoyo su barbilla en su hombro le rodeo con un abrazo protector y deslizó una mano por la cintura del pantalón a penas rozando la piel blanca de su vientre. Luego le susurro

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⏰ Última actualización: Aug 14 ⏰

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