Así ha transcurrido una semana.
Mi ánimo ha decaído considerablemente y mi padre se niega a permitir que me vaya de casa. Irónico, pues inicialmente su deseo era que partiera, pero cada vez que ve las ojeras bajo mis ojos y la constante negativa de hablar con los chicos, parece considerar mantenerme en casa como su mejor opción.
Todos lo notan pero quizá no entiendan la necesidad de mis ojos al estar frente a ella en la cafetería y que sus ojos no me miren, o haber perdido la poca paciencia que me quedaba al exigirle a todos que dejaran de escudriñar sobre ella.
Sé que notó que las murmuraciones fueron cesando, pero también sé que se negó a saber quién o qué hizo para lograr que nadie vuelva a mencionar el tema.
Pero aún sabiendo todo eso, mi corazón no puede dejar de preocuparse.
Es por eso que voy a la cafetería para asegurarme de que coma aunque nunca me atrevo a entregarle la bandeja en mis manos, la sigo bajo la lluvia apretando un paraguas mientras la veo cruzar las calles como si el agua cayendo sobre su cuerpo no la estuviera quemando.
O como ahora, luego de haberla seguido hasta las gradas del campo de fútbol mientras contemplo el dolor que provoca en mi pecho las lágrimas que deja salir cuando cuenta a su madre lo dolida que está.
Pero me niego a irme, así como incluso cuando cambia el verano algo de polvo se mantiene en los cielos.
Mis pies quieren avanzar hasta ella pero mi cerebro se niega a dar ese paso. Si lo hago tendré que ser sincero y no creo que esté en condiciones para ello por lo que cobardemente, agarro mi tristeza y me marcho junto a ella, dejando a mi amada lejos de mi amor dañino.
***
La tarde empieza a caer y mi ánimo también gracias a las pocas cantidades de sueño y comida que he tenido en los últimos días. Mis pies bajan con pesar los escalones de la entrada y justo cuando llego al último, un cuerpo conocido hace el trabajo de bloquearme el paso.
Cuando puedo elevar el rostro y mirar a Berthie, intento pasar de este y seguir mi camino, pero dice algo que me detiene.
—Sobre Eller, tengo algo que decir.
Al escuchar el tan preciado nombre mis pies no necesitan una indicación para detener el paso y girarse, por lo que él continúa:
—Vamos al estacionamiento.
***
Cuando Berthie me lleva con él hacia el lugar más alejado de todo el estacionamiento, resoplo con cansancio dispuesto a enfrentarlo pero al girar, lo que me recibe es un golpe que hace a mi boca sangrar y que casi me lleva al suelo.
Mi ceño se frunce con dolor mientras sujeto mi labio magullado y miro a mi amigo.
—¡¿Te volviste loco?! —cuestiono.
—Un golpe, puedes darme uno solo. —dice.
Recupero el equilibrio y no puedo evitar verlo con confusión.
—¿De qué hab-
—A mí también me gusta. —me interrumpe, dejándome helado.
—¿Qué?
—Eller, también me gusta. —al escuchar sus palabras mi puño se aprieta con rabia—. ¿Recuerdas aquel día que te encontré en la biblioteca? No fue la primera vez. Había estado notandola a ella por tanto tiempo que solo después fue que pude ver a la persona que la miraba por más tiempo que yo. Tú.
—Tú... ¡¿Por qué no dijiste nada?! —grito, bastante herido—. ¡¿Por qué fingiste que me apoyabas todo este tiempo?!
—¡Porque realmente lo hago! —responde—. Entre mi hermano y alguien que me gusta, si esa persona te gusta más y puede lograr que mejores como persona, entonces no lo quiero.
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Quizá, el próximo octubre
RomanceMichael Stewart no solo destacó por su inteligencia, belleza y su posición en la sociedad al ser hijo del abogado penal más famoso de la ciudad, sino también por el rumor de que este... tiene un miedo irracional hacia las mujeres que no le permite s...