Capítulo quince.

54.2K 4.8K 2.3K
                                    

—No le des chocolate y no la dejes mucho tiempo al sol

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—No le des chocolate y no la dejes mucho tiempo al sol.

—¿Cómo se supone que la pasearemos? —indago dándole la correa rosa chillón a Lindsay para que la sostenga, Kiwi olisquea las zapatillas de la pequeña castaña con curiosidad.

—En las tardes, cuando el sol casi se haya ido, o temprano en la mañana. Si la expones demasiado su pelo se cae y se le irrita la piel —Alzo las cejas antes de suspirar.

—¿Cuándo regresas?

—Espero que sea en dos semanas, pero si no puedo en ese plazo, sería en un mes.

—¿Sabes que te estás arriesgando a que Lindsay se encariñe con ella? —reviro y Heather mira a la niña que ahora se inclina, chasqueando sus dedos para atraer la atención de la peluda mascota de mi mejor amiga.

—No hagas eso, Lindsay.

—¿Qué? —Ella finalmente levanta la vista empujando su cabello hacia atrás.

—Encariñarte, solo te la estoy prestando unos días, cuando regrese me la tienes que devolver —advierte Heather seriamente y Lindsay frunce sus labios, pero asiente.

—Bram me regalará otro —Se encoge de hombros, mi amiga arquea una de sus cejas antes de mirarme.

—Abraham le dijo que, dependiendo como le vaya con Kiwi, va a regalarle uno —explico de forma apresurada mirando el reloj de mi muñeca—. Tenemos que irnos, Abraham debe estar por llegar.

—Lindo, te sabes el horario de tu esposo.

—Es el mismo que tenía mi hermano —replico como si fuera obvio, rodando los ojos me pongo de pie e insto a Lindsay a hacer lo mismo, alisa la falda blanca de su vestido sosteniendo con fuerza la correa de Kiwi—. Qué tengas buen viaje, llámame en cuánto llegues.

—Por supuesto —Se inclina apoyando sus manos sobre sus rodillas para estar a la altura de la mirada de Lindsay—. Adiós, recuerda que te estoy confiando mi posesión más preciada ¿okey?

—¿Qué es?

—Mi hija, cariño, tienes que cuidarla, ese fue nuestro trato —murmura de forma exasperada y yo aprieto los labios para no reír.

—¿Tienes una hija?

—Sí, la estás sosteniendo —Heather abre mucho los ojos para enfatizarlo, pero Lindsay parece confundida mientras baja la vista hacia la bola de pelos marrón—. Sí, Kiwi es mi hija, así que cuídala bien.

—Pero...

—Es un decir, Lindsay, es su mascota, pero para ella es su hija —explico y ella solo se encoge de hombros para restarle importancia—. No te preocupes, la cuidaremos, ahora vete antes de que pierdas tu vuelo —Beso su mejilla, ella se inclina para despedirse de su mascota por largos segundos antes de finalmente subirse al auto del chico que la espera, no sé quién es.

El favor más dulceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora