Existió una vez un puente que juntaba las dos orillas de un pequeño río en Australia. En un lado del puente una pequeña hilera de casas se alargaba por los lados, casas grandes y caras en las que vivía gente rica y despreocupada. Una de esas personas era Isabelle.
Esta chica era alta y hermosa, lista y culta, rica en dinero pero pobre en su interior. A sus 17 años sentía que no era libre, quería viajar, enamorarse, perderse en el mundo y encontrar el camino a esa persona tan esperada. Pero sus padres eran muy estrictos, tenían reglas que no se podían romper, una reputación que mantener y expectativas en su hija que ella debía alcanzar. Una de las normas más importantes era no cruzar el puente, nunca, ya que en el otro lado la gente era pobre y desgraciada y ellos no se podían juntar con personas que no fueran de su mismo grado en "popularidad".
Se podría decir que era como el instituto, a un lado los populares que hacían lo que querían y no les importaba nada, y al otro lado, los marginados y antisociales que no tenían nada.
Isabelle siempre pensó mal de ellos y sabía que cruzar el puente era sinónimo de destrucción, tanto para ella como para su familia, pero su curiosidad y voluntad era más grande que cualquier regla que sus padres pudieran aplicar. Así que un día, después de pensarlo y pensarlo durante años y años, decidió que era hora de cruzar el puente.
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El puente entre la princesa y el dragón
Teen FictionEsta no es la típica historia de cuento de hadas, un apuesto príncipe y una bella princesa no se enamorarán y nos demostrarán su amor incondicional en muestras de afecto y románticos besos. No. Esta historia nos explica como la princesa decide rompe...