Capítulo 12

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— Te invito a cenar — dice rompiendo el silencio que se instaló con nosotros hace una cuadra, cuando salimos del hospital.

— ¿Dónde tienes planeado? — le pregunto y lo veo pensar hasta que decide hablar.

— Podemos alquilar una habitación en un hotel para estar los dos solos esta noche. Pedimos comida desde ahí.

— Mmm, pero eso cambia un poco las cosas. No me estarías invitando a cenar realmente — le contesto.

— Es una idea que se me ocurrió después, el dormir juntos me parece el plan perfecto — me dice.

— Me parece bien, me gusta tu idea — digo y me corta.

— Bien, podemos ir a uno de aquí a dos cuadras. Te va a gustar — me contesta y saco mi celular para mandarle un mensaje a Tomas.

Yo

Tomas no llegaré esta noche, cenen lo que quieran con Helena. Nos vemos mañana

Termino de enviarle el mensaje y veo que me habían llegado algunos de Lucas que decido ignorar y guardo el celular en mi bolsillo.

— ¿Estás bien? — me pregunta

— Si, le envié un mensaje a mi hermano para que no me esperen esta noche — le contesto.

— Ahí es — dice mientras cruza la calle con el coche y entramos al estacionamiento, lo deja dentro y bajamos para adentrarnos al hotel.

Por dentro es aún más hermoso que por fuera. Alto, tan alto que no podría decir con exactitud cuantos metros mide la entrada. Con una escalera bastante larga que da, a mi entender, a los cuartos. Observo esto y un poco más hasta que llegamos a recepción donde hay un chico dispuesto a atendernos.

— ¿Cómo están? ¿Una habitación? — pregunta y Martín se encarga de contestar mientras doy media vuelta y sigo contemplando la cantidad de luces que iluminan el lugar. Al entrar hay dos caminos, a la izquierda, donde vinimos, se encuentra la recepción y a la derecha un bar, donde estimo que se puede comer o hacen servicio a la habitación.

— Vamos — me dice Martín sujetando mi mano y con la otra llevando la llave.

Subimos las escaleras, unas quince para ser exactos y llegamos al sector de los ascensores. La tarjeta que tiene la llave de entrada a la habitación señala que hay que ir al último piso, unos veinte para ser exactos.

— ¿Esto no es demasiado costoso? — le pregunto y hace ademán de que no es importante eso para él.

— Vale la pena — me contesta — Ya lo verás, cierra los ojos que ya estamos cerca — me dice y le hago caso, ya que se lo ve muy entusiasmado con su sorpresa. De repente siento el ascensor detenerse, el sonido de una alarma tenue sonar para dar aviso de que se abrió la habitación y podemos pasar — Ahora necesito que me dejes guiarte, camina con cuidado — me dice ahora el apoyando su mano izquierda por mis ojos para corroborar que no haga trampa — Cuidado, rodeamos esto por aquí, unos pasos más y llegamos. Ahora si, puedes abrir los ojos — me dice y cuando lo hago no puedo cerrar mi boca del asombro.

Me paro frente a un ventanal enorme que da la habitación a toda la ciudad, donde desde ésta altura se puede apreciar sus luces y cada uno de los detalles que hacen a Catania tan única. Me doy cuenta que el ventanal no es solo por dentro, cuando el abre la puerta y hay un balcón que rodea toda la habitación, que más que una habitación, podría ser un piso de un departamento.

En el balcón hay una mesa y dos sillas, donde se puede comer y sin dudas decido mentalmente que quiero cenar con estas vistas. No tengo palabras aún para hablarle a Martín aunque se que está esperando mi opinión pero creo que al ver mi reacción puede saber lo que pienso.

Lo que me une a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora