//¿Traición?...//

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Nunca es suficiente de Natalia Lafourcade

Nunca es suficiente para mí

Porque siempre quiero más de ti

Douma se jalaba el cabello lleno de impotencia y frustración. ¿En que momento todo se había tornado gris a su alrededor? ¿Cuándo fue que su amado Akaza le miró con aquel odio? Si tan sólo le hubiese dejado hablar..., tal vez, todo habría sido diferente.

Yo quisiera hacerte el más feliz

Hoy, mañana, siempre, hasta el fin 

Apretó el pasto teñido de sangre y arrancó un gran trozo de tierra que luego lanzó a un árbol que quedó completamente destruido ante el impacto. Sus puños estaban cerrados y estrujados con tal fuerza que sus palmas sangraban, pero se regeneraban casi al instante.

— Maldito— sollozó el cenizo mirando hacia la nada—, ¡juro que te mataré, Kyojuro Rengoku!— Gritó a todo pulmón, mientras las lágrimas se desbordaban de sus ojos—. Por arrebatarme a Akaza, hijo de puta.— Espetó apenas en un hilo de voz. 

El de ojos ámbares se encontraba en su habitación acompañado del pelirrubio de puntas rojizas

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El de ojos ámbares se encontraba en su habitación acompañado del pelirrubio de puntas rojizas. Tenía los ojos hinchados de tanto llorar, las ojeras se le marcaban más y sus cabellos estaban en completo desorden y libres.

Mi corazón estalla por tu amor

¿Y tú qué crees que esto es muy normal?

Seguía sin poder aceptar que Douma hubiese podido hacer aquello, pero todo el escenario que se presentó le gritaba que fue él, que era aquel rubio cenizo el que tenía la culpa de las muertes que pudo ver. ¿Sólo jugó con él?

Acostumbrado estás tanto al amor

¿Qué no lo ves? Yo nunca he estado así

Mierda, se sentía como un completo idiota. Se dejó manipular y endulzar el oído por aquel ser que lo único que quería era jugar con él. Quizá, todo ese tiempo sólo lo quería usar para poder llegar a Ubuyashiki ¡Y él que pensaba llevarlo con él! 

Akaza viró los ojos al suelo, sintiéndose completamente utilizado. Sintió unas cálidas manos acariciar sus cabellos rosáceos para luego bajar hasta su mejillas. El menor tomó la mano de Kyojuro y la apartó suavemente de su rostro.

— ¿Cómo estás?— Preguntó. Rengoku sólo sonrió con algo de preocupación.

— Mucho mejor que tú— se sentó. Akaza se aproximó para ayudarle, ya que, estaba lastimado y recién le había curado las heridas—. ¿Qué tal te sientes?

— Como un idiota.— Sus ojos ámbares comenzaron a cristalizarse amenazando con salir lágrimas. Con el dorso de su mano se limpió con gran brusquedad, a lo que el de orbes rojos tomó su mano y lo detuvo. Besó su mano y le abrazó. El pelirrosa no pudo más y comenzó nuevamente a derramar lágrimas por aquel hombre que creyó, lo amaba.

¡Maldito Demonio!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora