Me senté en la cama, no lo mostraba pero ella me hacía daño, mucho daño cuando me gritaba. Me rompía él corazón, porque yo en el fondo sabía que se lo rompía a ella.
Me puse las manos en la cabeza, eso que le había dicho de Dante me había salido de dentro, era todo una mezcla entre celos y rumores que había oído tanto de bocas de vampiros como de humanos. Pero porque me había salido así de golpe, porque ahora... Me sentía fatal. Pero lo pero era que antes me había gritado "¡Dante es a quién realmente amo!, ¡Ahora lo tengo claro...!" ¿Quería eso que había tenido alguna oportunidad con ella, de que realmente podía haberme escapado con ella? Pero ahora ya lo había fastidiado. No podía pensar bien. Necesitaba calma, pero la calma solo la encontraba a su lado. Eso era un pez que se mordía la cola, como decían los humanos.
Pero si lo que decían de Dante era verdad, Kena estaba en peligro. Salí de la habitación, si se había escapado la iba a ir a buscar, y lo sabía, así que no estaría muy lejos. Fui a buscar al frigo algo de comida que aún había de hace tres meses, pero la comida no duraba tanto así que todo estaba podrido. Fui arriba a buscar mi gabardina para rebuscar en mis bolsillos. Creo que había cogido dos manzanas para dárselas ayer cuando fui a por ella después de su cumpleaños, pero tenía pocas esperanzas de que aún estuviesen en condiciones. Para mi sorpresa había resistido bastante bien la lucha con Watt y aún eran comestibles. Bueno, ahora que tenía algo para disculparme ante ella ya podía irla a buscar.
-¿Kena?
La llamé por toda la casa con el corazón encogido, no quería que se enfadase más conmigo, solo quería pedirle perdón. Cuando di por sentado que no estaba en casa salí al jardín para llamarla desde allí, pero antes de que pudiera gritar su nombre, la vi sentada hecha un ovillo en el tejado. Subí a su lado con un solo salto y cundo aterricé dijo:
-Te odio, vete.
No me quería ir, pero tampoco me quería quedar y enfadarla más así que me quedé en silencio callado en el sitio.
-Te he traído comida –dije.
Ella se dio la vuelta y me miró con lágrimas en los ojos.
-Siéntate a mi lado y dámelas.
Suspiré de alivio al oír eso. Estaba realmente feliz. Así que hice lo que me pidió. Mientras ella comía yo la observaba emborrachado por su belleza. El sol se estaba poniendo, y en su pelo se reflejaban brillos anaranjados.
-Dime lo que sabes de Dante –me pidió aún con los ojos llorosos.
Miré al horizonte. Me colgaban las piernas del tejado y tenía las manos entre estas sujetándome a la cornisa. Ella tenía las piernas plegadas delante su pecho y me miraba con ojos expectantes. Iba a enmascarar un poco la verdad. No quería que ahora creyese que me lo estaba inventando todo. Porque su verdadera historia era mucho más atrevida y con más cosas increíbles.
-Por lo que he oído dicen que antes había trabajado en prácticas en un hospital. Nadie sabe bien qué hacía allí. Solo saben que fue un hospital muy importante para el Gobierno después de nuestra llegada. Algunos vampiros que fueron allí para exterminarlo, se encontraron con militares. No soldados como vosotros, sino con militares de eso con la ropa de camuflaje.
>>Finalmente cuando pudieron entrar descubrieron que se trataba de un hospital especializado con la neurocirugía. También descubrieron que algunos sujetos de pruebas habían escapado.
>>Ahí es donde entráis tú y él. No tienes recuerdos de las operaciones a las que fuiste sometida de pequeña ¿verdad?
-No. Solo recuerdo a Dante viniéndome a buscar con uniforme militar mientras lloraba entre los escombros.