Capitulo Trece

208 48 0
                                    



No sabía qué había esperado que hiciera Ohm, pero no era lo que hizo.

Entró como si no hubiese dudado ni por un segundo que acabaría dejándole entrar y miró alrededor como si buscara algo.

–¿Tienes una chimenea? –preguntó él.

Fluke lo miró con el ceño fruncido. Era deprimente darse cuenta de que había esperado una declaración vehemente, o una discusión al menos, cuando, al parecer, él quería algo completamente distinto, fuera lo que fuese.

–Tenemos un pequeño fogón en el patio de atrás. A Demian le gusta tostar malvavisco de vez en cuando.

Él pasó de largo y Fluke se encontró siguiéndolo, hasta que lo miró, con una mezcla de asombro y fascinación, mientras encendía un fuego en el hueco de una mesa que ocupaba el centro de su pequeño patio. Esa extravagante mesa con un fogón en el centro había sido un capricho, pero allí había pasado algunos de sus momentos favoritos con Demian. No entendía por qué

se sentía como si tuviese que disculparse al ver a Ohm allí.

–No te muevas –dijo él cuando el fuego estuvo encendido.

Lo más disparatado fue que Fluke hizo lo que le había pedido y esperó. Intento convencerse de que solo estaba esperando a ver qué pasaba después, pero no era algo tan... pasivo.

Estaba aterrado. Estaba entusiasmado. Quizá estuviese paralizado. Estaba demasiadas cosas a la vez y no sabía cómo iba a sobrevivir a eso, fuera lo que fuese. Ya había perdido muchas veces a Ohm.

¿Cuánto más le quedaba de sí mismo? ¿Podía jugárselo otra vez?

Sin embargo, mientras miraba las llamas en la oscuridad, sabía que eso no tenía nada que ver con Demian. Personas de todo el mundo compartían la custodia de sus hijos y la inmensa mayoría de esos hijos estaban bien. Eso se trataba de Fluke, de ellos dos. Eso se trataba de hacía seis años y de Nueva York y Fluke no sabía si tenía fuerza para sobrevivir a ello.

Ohm volvió a salir con unos de papeles, rodeó la mesa, se quedó enfrente de Fluke y lo miró a los ojos por encima de las llamas.

–Mi padre era un hombre destrozado.

Levantó los papeles para que Fluke los viera y él contuvo la respiración. Eran los documentos del divorcio. Ohm tomó la primera página y la tiró a las llamas.

–Era adicto a todo, eso ya lo sabes. Mi padre y mi madre eran tan alborotadores y desenfrenados como los tuyos eran rabiosos y cerrados en sí mismos. Que yo sepa, nunca amaron nada, ni a ellos ni a nosotros –Ohm lo miró mientras tiraba otra página al fuego–. Después de que ellos murieran, nuestro abuelo se hizo cargo de nosotros, pero no era un hombre cariñoso precisamente. A medida que iba haciéndose mayor, las historias que contaba eran más afectivas e interesantes, pero nunca sobre nosotros. Eran historias de otros sitios, de amigos perdidos, de joyas desaparecidas. Siempre estaba en otro sitio, aunque estuviese en la misma habitación.

–No hace falta que me cuentes eso –susurró Fluke rodeándose con los brazos–. Conozco la historia de tu familia.

–Yo solo tenía a Dean –siguió Ohm como si no la hubiese oído–. Era mi gemelo, mi hermano y mi mejor amigo. Sinceramente, la primera persona que amé. Habría hecho cualquier cosa por él, y la hice. Hubo cosas entre nosotros antes de que llegaras tú, un chico interfirió en nuestra relación, pero no se trataba de nadie a quien amara.

Fluke se dio cuenta de nunca había dicho que lo amaba. Fluke había aceptado que entonces lo había amado, pero nunca se había atrevido a decírselo. No era lo acordado, eso habría infringido las reglas. Algo aleteó por dentro de Fluke al oír esa palabra en ese momento, como si pudiera echarse a volar si no tenía mucho cuidado.

Ira y engañoWhere stories live. Discover now