36

281 25 18
                                    

-------- ≪ °✾° ≫ --------



La doctora Mayichi es rubia y va impecable, vestida con un traje de chaqueta azul marino. Me recuerda a las mujeres que trabajan en la oficina de Spreen. Es como un model de retrato robot, otra rubia perfecta. Lleva la melena recogida en un elegante moño. Tendrá unos cuarenta y pocos. Señor de Luque. Estrecha la mano que le tiende Spreen.

-Gracias por venir habiéndole avisado con tan poca antelación dice Spreen.

-Gracias a usted por compensármelo sobradamente, señor de Luque. Joven Luckity.
-me Sonríe, su mirada es fría y observadora.

Nos damos la mano y enseguida sé que es una de esas mujeres que no soportan a la gente estúpida. Al igual que Samy. Me cae bien de inmediato. Le dedica a Spreen una mirada significativa y,
tras un instante incómodo, él capta la indirecta.

-Estaré abajo -murmura, y sale de lo que va a ser mi dormitorio.

-Bueno, joven Luckity. El señor de Luque me paga una pequeña fortuna para que lo atienda. Dígame, ¿qué puedo hacer por usted?

Tras un examen en profundidad y una larga charla, la doctora Mayichi y yo nos decidimos por la minipíldora. Me hace una receta previamente abonada y me indica que vaya a recoger las píldoras mañana. Me encanta su seriedad: me ha sermoneado hasta ponerse azul como su traje sobre la importancia de tomarla siempre a la misma hora. Y noto que se muere de curiosidad por saber qué 《relación》 tengo con el señor de Luque. Yo no le doy detalles. No sé por qué intuyo que no estaría tan serena y relajada si hubiera visto el cuarto rojo del dolor. Me ruborizo al pasar por delante de su puerta cerrada y volvemos abajo, a la galeria de arte que es el salón de Spreen.

Está leyendo, sentado en el sofá. Un aria conmovedora suena en el equipo de música, flotando alrededor de Spreen, envolviéndolo con sus notas, llenando la estancia de una melodía dulce y vibrante.
Por un momento, parece sereno. Se vuelve cuando entramos, nos mira y me sonrie cariñioso.

-¿Ya terminarón?
- pregunta como si estuviera verdaderamente interesado.

Apunta el mando hacia la elegante caja blanca bajo la chimenea que alberga su iPod y la exquisita melodía se atenúa, pero sigue sonando de fondo. Se pone de pie y se acerca despacio.

-Sí, señor de Luque. Cuidelo; es un joven hermoso e inteligente.

Spreen se queda tan pasmado como yo. Qué comentario tan inapropiado para una doctora. Acaso le está lanzando una advertencia no del todo sutil? Spreen se recompone.

-Eso me propongo -masculla él, divertido.

Lo miro y me encojo de hombros, cortado.

-Le enviaré la factura -dice ella muy seca mientras le estrecha la mano. -Se vuelve hacia mí.
-Buenos días, y buena suerte, Roier. -Me sonrie mientras nos damos la mano, y se le forman unas arruguitas en torno a los ojos.

Surge Carre de la nada para conducirla por la puerta de doble hoja hasta el ascensor. ¿Cómo lo hace? ¿Dónde se esconde?

-¿Cómo ha ido? -pregunta Spreen.

-Bien, gracias. Me ha dicho que tengo que abstenerme de practicar cualquier tipo de actividad sexual durante las cuatro próximas semanas.

Los Juegos Oscuros De Un MillonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora