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—Ponte las manos por encima de la cabeza.


Lo complazco inmediatamente, con la
sensación de que abandono mi cuerpo y me convierto en un observador ocasional de los acontecimientos que se desarrollan a mi alrededor. Esto es mucho más que fascinante, mucho más que erótico. Es con mucho
lo más excitante y espeluznante que he hecho nunca. Me estoy poniendo en manos de un alfa hermoso que, según él mismo me ha confesado, está jodido de cien mil formas. Trato de
contener el momentáneo espasmo de miedo.
Samy y Bryan saben que estoy aquí. Mientras me ata las muñequeras, se sitúa muy cerca. Tengo su pecho pegado a la cara. Su proximidad es deliciosa. Huele a gel corporal y a Spreen ese olor riquísimo a vino, una mezcla embriagadora, y eso me vuelve a traer al presente. Quiero pasear la nariz y la lengua por ese suave tapizado de vello pectoral Bastaría con que me inclinara hacia
delante. Retrocede y me mira, con ojos entorados, lascivos, camales, y yo me siento impotente, con las manos atadas, pero al contemplar su hermoso rostro y percibir lo mucho que me desea, noto que se me humedece la entrepierna. Camina despacio a mi alrededor.


—Está fabuloso atado así, joven Luckity. Y con esa lengua viperina quieta de momento. Me gusta.


De pie delante de mi, me mete los dedos por los boxers de encaje y, sin ninguna prisa, los baja por las piernas, quitándomelos angustiosamente despacio, hasta que termina arrodillado delante de mí. Sin quitarme los ojos de encima, estruja mis boxers en su mano, se los lleva a la nariz e inhala hondo. Dios mio, ¿en serio ha hecho eso? Me sonrie perversamente y se los mete en el bolsillo de los vaqueros. Se levanta despacio, como una pantera, me apunta al ombligo con el extremo de la fusta y va describiendo círculos, provocándome. Al contacto con el cuero, me estremezco y gimo, Vuelve a caminar a mi alrededor, arrastrando la fusta por mi cintura. En la segunda vuelta, de pronto la sacude y me azota por debajo del trasero. en el sexo. Grito de sorpresa y todas mis terminaciones nerviosas se ponen alerta. Tiro de las ataduras. La conmoción me recorre entero, y es una sensación de lo más dulce, extraña y placentera.

—Calla -me susurra mientras camina a mi alrededor otra vez, con la fusta algo más alta recorriendo mi cintura.


Esta vez, cuando me atiza en el mismo sitio, lo espero. Todo mi cuerpo se sacude por el azote dolorosamente dulce. Mientras da vueltas a mi alrededor, me atiza de nuevo, esta vez en el pezón, y yo echo la cabeza hacia atrás ante el zumbido de mis terminaciones nerviosas. Me da en el otro: un castigo breve, rápido y dulce. Su ataque me endurece y alarga los pezones, y gimo ruidosamente, tirando de las muñequeras de cuero.


—¿Te gusta esto? -me dice.

—Sí.

—Sí ¿qué?

—Sí, señor.


Me vuelve a azotar en el culo. Esta vez me duele.
gimoteo. Se detiene, pero ya no lo veo. Tengo los ojos cerrados, intentando digerir la multitud de sensaciones que recorren mi cuerpo. Muy despacio, me rocía de pequeños picotazos con la fusta por el vientre, hacia abajo. Sé adónde se dirige y trato de mentalizarme, pero cuando me atiza en el clitoris, grito con futerza.


Los Juegos Oscuros De Un MillonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora