Orígenes

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Andrea:

El domingo por la noche, Finn viajó a Nueva York. Estaba contrariado y se notaba su preocupación por dejarnos solas a Gia y a mí, aunque sus compromisos laborales ya estaban preestablecidos.
La llegada de Gia había cambiado nuestros planes; antes de ella, los viajes de Finn a Nueva York eran algo que íbamos a hacer juntos porque no queríamos más distancias. Sin embargo, por ahora no podíamos sacar a Gia del país.

Aunque debía admitir que, a veces, me gustaba extrañarlo un poco y tener tiempo para mí misma. Aunque siempre tenía ese tiempo, era diferente; disfrutaba de un par de días en soledad, en casa y en silencio.

Mis padres, Gia y yo fuimos a despedirlo al aeropuerto. Finn, como siempre, lleno de recomendaciones, primero a mis padres, luego a Nate, que debía cuidar de mí y de Gia, y por último miles  de recomendaciones para mí.

Se despidió de mí con esos besos que siempre me desarmaban, y luego chocó su puño con Gia, diciéndole que su trabajo era cuidar de mí y de Freddo. Ella asintió y le ofreció su meñique en señal de promesa.

Pero lo que más me conmovió fue cuando Finn se dirigió al área de abordaje y lo perdimos de vista. Gia comenzó a llorar en silencio; le dolió verlo partir. Me sorprendió porque Finn estaba con ella solo dos o tres horas al día, pero parecía que la pequeña se había aferrado a él.

Me agaché para abrazarla y explicarle que Finn regresaría pronto, que esta vez su viaje sería solo por cuatro días. Le mostraba con mis dedos la cantidad de días en los que él regresaría, pero no se calmaba. Entonces, mi padre, con toda su experiencia y cariño, intervino bromeando que era mejor que Finn se fuera porque era aburrido y que nos divertiríamos más sin él.

Así, sin más, la cargó en sus brazos y con la promesa de un helado, salimos de allí con Gia más calmada. Miré a mi madre, que me sonrió satisfecha y murmuró a mi oído: "Tu padre siempre será el mejor". El amor y el orgullo de mi madre se reflejaban en su mirada.

Esa noche, al regresar a casa, le ofrecí a Gia dormir conmigo en mi cama. Ella reía cuando le dije que sería nuestro secreto y que Finn no debía saberlo. Antes de apagar la luz de noche, observé mi habitación y sonreí.

Definitivamente, Finn se volvería loco al ver la imagen: Freddo durmiendo a los pies de nuestra cama, algo que no hacía cuando Finn estaba aquí, y Gia a mi lado, cuando él me había pedido que ella durmiera en su habitación porque debía acostumbrarse.

Su lado estructurado... romper las reglas de vez en cuando se sentía bien. Solo esperaba que no se hiciera costumbre para Gia o Freddo, porque entonces sí estaría en problemas.

 Solo esperaba que no se hiciera costumbre para Gia o Freddo, porque entonces sí estaría en problemas

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La semana comenzó de forma normal.

El lunes por la mañana, Gia desayunaba desanimada. Aunque Ingrid y yo tratábamos de hacerla sonreír, no había forma. La niña extrañaba a Finn, y yo sabía que él iba a llamar en breve, pero ella estaría en la escuela.

Sencilla dignidad- La liberación de los secretos - Libro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora