Capitulo 1 | La cara del rechazo

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El bolígrafo se detiene.

Mis manos quedan quietas, mi cuerpo parece haber cobrado vida propia. Solo eso explicaría que me haya puesto de pie tirando el bolígrafo y los libros al suelo.

Los libros a los que cuido con tanto esmero. La biblioteca municipal me los entregaron con la condición de dar un riñón si le pasara algo.

Creo que el riñón me está fallando.

Echados a un lado como si fuera la cosa más normal. No se imaginan la alteración que esto me causa.
Aun asi, sigo sin poder mantener el control.

—Ali —dice la mujer, a quien he visto miles de veces en los álbumes de fotos —. Qué crecida.

Unas uñas bien cuidadas toman mi rostro. La sonrisa de una fingida permanece en sus labios.

Mis libros y bolígrafo seguían en el suelo. La biblioteca me va a aniquilar si les pasa algo.

—tienes mis ojos.

Debo alzarlos.
Unas manos están en mis mejillas.

Pierdo el equilibrio. Con las manos a mis costados me sostenía al suelo. No puede ser.
—Hija.

No.
Tengo que seguir adelante, mañana debo ir a la conferencia en San Lorenzo. Tomar el colectivo tan temprano es un infierno. Y más, si me quedo hasta tarde por haber perdido el tiempo en tonterías

Ella me ayuda a ponerme en pie.
—cariño- papá llega a mi lado—. ¿Qué sucede?

Me aferro a él.

Debería seguir adelante.
—alejale —digo con la voz estrangulada.

¿Qué es esa voz? Espantoso.
Papá se veía afligido.
—Cariño, ven.

Me lleva a la cocina y me sienta. La mujer nos sigue.

La foto de mi graduación estaba pegada a la heladera con flores a su margen. El pulpo de cartón me miraba burlonamente.

Me entrega un vaso con agua. Ella continua aquí.
¿Por qué?

—Isma, ¿está enferma Ali?

Acaba de llamar a mi papá por un apodo.
Eso, definitivamente no.
Con un golpe seco dejo el vaso sobre la mesa. Es una suerte que no se haya hecho pedazos.

—Vete.

Ambos dejan de conversar.

Ella me mira.
—Ali...
—¡sal de mi casa!

Me levanto echando la silla contra el piso.

Esa mujer, de verdad estaba delante de mi. Aparece en mi puerta, contando estupideces y me sonríe.

¿Cómo alguien no puede tener verguenza en absoluto?

Ella está aquí. La mamá que debía ser y no fue. Está delante de mi.

Su figura se distorsiona. Siento el calor deslizándose sobre mis mejillas.

—Cariño— papá apareció con ella, ha estado tan fuera de sí desde entonces. Finalmente había recapacitado.

No me importa el miedo que refleja.

Lo alejó.

—¿¡Cómo pudiste, papá!? — me limpio las lágrimas inútilmente— ¿qué tenés en la cabeza? ¿Por qué?

No quiero gritarle a papá. Pero no me importa. No me importa. A él no parezco importarle.

Todo mal. Los libros, el bolígrafo, mi horario, la biblioteca, mi cuerpo y mi voz. Todo hago mal.

Señor santo, estoy pensando como esta señora.

Abandonarme y volver. Sin considerar lo que me puede causar o lo que me puede hacer sentir.  ¿Tan insignificante soy?

Pensar de que ella tiene esa idea de mi. Me enferma.

—Ali.
—Te dije que te vayas. Y no digas mi nombre.

Ella intenta acercarse. Levantó la mano, temblorosa.
—por favor.

Sabia que no debía suplicarle. Pero tengo miedo.

Me estaba costando respirar.

—Madison. Déjala.

Papá se pone delante de mi.
—Isma.

¿Con qué derecho se cree?

—Tampoco digas su nombre.
—Madison. Tienes que irte.

Niega con la cabeza. Me mira.
—Isma, déjame...

No la soporto.
—No puedo con esto

Ella intenta agarrarme. A tiempo, mi papá la detiene. Con el corazón en la mano. Camino fuera de la cocina.

—Ali —la vuelvo a oír a mis espaldas.

—déjenme tranquila.

Me muevo lejos del desastre que es mi casa.

.

Llorando golpeo la puerta. Permanece cerrada. Sin respuesta.

Una nube de vaho se forma delante de mis labios.
Creo que no están.

Apoyo la cabeza contra la puerta.

Me fui de casa, sin abrigo. Y este fresco me hace temblar.
Odio ser imprudente.

Aunque prefiero congelarme antes que estar cerca de ella. Estar con los pingüinos y ser comida para orcas, si.  O congelarme como Jack en el titanic.
Sonrió. Cualquier cosa.

Una macanada. Es una tontería tremenda.

Increíble día de mierda.
Lo peor, sigo llorando. ¿Es que esto no va a parar?

También prefiero llorar que estar cerca suyo.
Menos con ella. Todo menos ella.

Cualquier cosa.

Oigo la manija moverse

En cuanto la puerta se abre, comienzo a sollozar más fuerte.

—¡Ali!

—tengo frío... — ya no contengo el llanto.

—mierda ¿Qué te paso?—Mateo se acerca—. Estás helada.

Lo abrazó de la cintura y entierro el rostro en su pecho.

—Ali bonita—lo oigo murmurar.

Sus dedos se deslizan hasta mi espalda en un intento de consolar el desastre que soy.

Lloró sin detenerme.

*refrigerador (puse heladera, así se le dice en mi pais)
Por favor wattpad coloca bien las rayas, no son guiones, es la rayaaa aa😩
Meta: terminar esta historia

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