5. De citas, preguntas y otras cosas.

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Joseph's PoV.

—¿Crees que así me veo bien? —pregunta Luke por décima vez consecutiva.

—Si, Luke, cualquier ropa te queda bien —le repito una vez más, ya cansado de todo esto —¿Desde cuándo te importa lucir bien para una chica?

—Desde que la chica es Emma Lancaster, hermano —responde sacándose la camiseta que trae para volver a cambiársela por otra, se vuelve a mí —¿Y qué tal ahora?

—Luces bien, porque te ves exactamente igual que antes ¿Sabes qué? Me harté, sal de allí. Yo escogeré tu ropa, porque hay que reconocer que mi sentido de la moda es mucho mejor que el tuyo —digo empujándolo fuera del closet.

Me ha tenido encerrado en su habitación todo el viernes y no me dejará salir hasta que crea que encontró el atuendo perfecto para ver a Emma, su cita de hoy lo tiene loco, paranoico y creo que en un momento cercano alcanzará la histeria. De los montones de ropa saco un pantalón verde musgo, sus vans negras, y una camisa con las mangas recogidas a los codos con pequeños diseños tribales traslúcidos.

—Toma, ponte eso —le ordeno tirándole todo en la cama, la recoge, se mete al baño y espero a que salga ya vestido. ¿Qué? Somos hombres, no vamos a estar desnudándonos frente al otro. Eso sería raro..., asquerosamente raro.

—No lo voy a negar, me gusta tu estilo —dice, viéndose en el espejo que hay pegado a la pared.

—Te lo dije —respondo.

—Gracias, de verdad, no sé qué me tiene tan nervioso, solo es una cita.

—La chica es Emma Lancaster —le recuerdo sus palabras.

—Maldita sea, tienes razón —resopla y se pasa la mano por el rostro y el cabello, luego se detiene como acordándose de algo —Mierda, olvidé mi cabello.

Se vuelve a meter al baño, yo ruedo los ojos y me pongo a revisar mi celular por ocio. Cuando sale, lleva el cabello un poco brillante, por la gomina, y con un estilo despeinado. Osea que se ve exactamente igual, solo que más brillante, me dan ganas de golpearlo.

—Dime la hora —pide revisando que no se ha olvidado de su celular, dinero, llaves y esas cosas.

—5:30 p.m. —le informo.

—Genial, me largo. Tengo que recogerla en casa de Emilia en media hora.

—¿Por qué en casa de Emilia?

—Yo que sé, cierra la boca —me responde irritado.

—¿Te acompaño para asegurarme que todo vaya bien o me quedo para no arruinar nada? —quise saber.

—Joder, sí. Necesito apoyo moral para no cagarla —dice, creo que luego de tantos años no se ha dado cuenta que soy un asco de la motivación.

Durante todo el trayecto desde que salimos, Luke no para de moverse nerviosamente en el asiento el auto o tamborilear las manos al volante, y cuando estamos en el porche, que ni se diga. Yo golpeo la puerta, y espero a que abran mientras Luke se come lo poco que tiene de uñas.

De la puerta sale Emilia, lleva un abrigo gigantesco, un par de jean, no trae puestos zapatos, tiene un libro en la mano y un par de lentes especiales para lectura tipo hipster, y aun así luce adorable. Nos ve sin una pizca de emoción y vuelve a entrar para asomarse a las escaleras y gritarle a Emma que baje.

—Hola, Luke. Un gusto verte —saluda, hasta que me ve —Hola, Joseph.

—¿Cómo sabes...? —quise preguntarle como sabía mi nombre pero Luke me cortó.

Un corazón por sanarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora