Detras de una puerta cerrada se escuchan ronquidos de una persona que se encontraba dormida y es interrumpida por un ruido desde mas alla del techo. Se enciende el termotanque y se oye circular el agua.
El que recien habia abierto la canilla percibe que en la planta alta abrieron una puerta detras de otra y la ultima fue sellada. Todo esto no importo y luego de tragar saliva coloca el plato que sujetaba por debajo de la corriente de agua, mientras que lo frota con una esponja higienizada usando su mano menos habil.
Limpia, enjuaga y repite hasta que observa una sombra haciendose mas grande que lo hace salir de sus pensamientos. La misma sombra de la pared solamente era visible debido a la luz que proviene desde el antebaño en la planta alta.
-¿Quien esta abajo? -Con su voz ahogada hace la pregunta el señor que proyecta la enorme figura.
El joven corta el agua para responder. -Soy yo.
-Si me pones la pava. -El joven accede y el hombre se vuelve a su habitacion. Se viste, se enchufa sus ojotas, se lava la cara y cepilla sus dientes. Acaba el ritual y procede a bajar.
Desde que empieza hasta que esta por llegar todos los pasos fueron tan decididos como pesados por igual, pero es en el ultimo escalon maltratado donde se detiene un momento para apoyar la mano en la varanda y bajar suavemente para evitar cualquier daño. Hubiese sido una mision exitosa de no ser porque accidentalmente pisa la pata de un amigo canino que se encontraba emocionado por encontrarse con el dueño.
A pesar de llevar la cola bailando es un perro caniche y asi es muy dificil verlo cuando uno baja medio dormido por las escaleras. Cada dos por tres sucede y nunca aprende.
-¡La puta madre, Hermes! -La reaccion del señor al pisar suelo y de paso tambien pisar al perro.
El instantaneo quejido del perro junto al regaño, la canilla abierta y el ensordecedor ruido de la pava electrica, todo hizo que el joven se preocupe pero igual decida no hacer nada, ni siquiera mirar la escena para intentar terminar lo mas pronto posible con su tarea.
-¿Y tu madre? -Pregunta el señor y se acerca para ver lo que estaba haciendo el chico.
-No se. -Dice el joven todavia sin mirar a su padre.
El caniche salta una silla y se sienta mirando pacientemente al dueño mientras este abre el cajon que guarda su mate preferido. Lo golpea un par de veces contra el tacho de basura y se ayuda con la bombilla para substraerle la yerba de una anterior tanda de mates.
-Ahora te voy a pedir que vayas y compres puchos. -Dice el padre mirando al chico.
El joven termina de lavar y le contesta que lo hara, luego sube a su pieza para cambiarse y se guarda en su bolsillo el dinero que habia apartado para comprar papelillos.
El padre sentado con la pava hervida en la mesa espera al chico para pasarle la plata. -¿Como andas de tabaco? -Cuestiona.
-Bien. -Contesta esta vez mirandolo a los ojos. Recibe el dinero y se mira al espejo con la campera del hombre.
Abre la puerta de entrada y sale nervioso, intenta ver el recorrido al kiosco mas cercano e incomodamente frunce el ceño viendo el movimiento de la gente al mediodia. Si quiere hacerlo rapido tiene que pasar por la plaza que tiene pegada una cancha de futbol pero esta se encuentra disputando un partido. Al final toma el camino contrario el cual suele tener menos movimiento pero tambien es el recorrido mas largo llevandolo a otro barrio que tiene las calles de tierra. Ademas esta opcion siempre tiene el mejor precio en cigarros.
Facilmente se distrae y camina a ritmo de casi estar corriendo. Por la esquina dobla un auto que viene por direccion contraria a la que va el joven, este ultimo decide desacelerar pero ya era tarde y la persona que iba manejando ya le vio el rostro.
El joven que no paro en ningun momento de fruncir el ceño se molesta de la nada y suelta un suspiro para liberar ansiedad. -Pelado del orto. -Dice para si mismo. -Cabeza de bola ocho. -Se le pasa el enojo cuando llega al otro barrio y se da cuenta que llego al kiosco.
-¿Si, que necesita? -Amablemente la señora que trabaja ahi lo atiendo al joven.
El pide dos atados de la misma marca y ademas agrega. -¿A cuanto estan los papelillos? -Usa el dedo para señalar la cajita blanca.
La que atiende se da vuelta y enumera. -Los negros mil quinientos, los marrones..
El interrumpe y vuelve a insistir. -Los de la caja blanca.
-Mil cien. -Con todo el vuelto que se habia traido no le alcanzaba y el padre le dio la cantidad justa para el mandado, por lo que el chico se resigna y compra unicamente los cigarros.
Vuelve a la calle mas enojado de lo que estaba, realmente necesitaba hacer la compra o de lo contrario ya no puede ocuparse de su vicio. Ahora piensa pedirle al padre que le comparta un cigarrillo siendo que hace un rato le habia mentido, pero oye pasos en la tierra y una voz que le recuerda su nombre.
-Leonel, hola. -La persona que provocaba el ruido en sus pisadas llama la atencion del joven quien antes de intentar frenar primero se fija quien es. -¿Hola, como estas?
El se para viendo viendo a la chica y se oculta las manos en los bolsillos de la campera . -Buenas.
-¿Que compraste? -Entrecierra sus ojos y finge curiosidad.
-Nada. -Dice relajando el rostro y agrega. -Un mandado.
-¿Estas bien? -Ella pregunta y el afirma vagamente con la cabeza.