Capítulo: La Sed de Venganza
En los días sombríos que siguieron a la muerte de Aelor, la tristeza y la ira consumieron a Rhaela y Alys. El duelo se convirtió en un torbellino de emociones, entrelazando la pena con un hambre insaciable de venganza. En la fortaleza de Harrenhal, la atmósfera estaba cargada de un dolor profundo, y las noches se llenaban de sollozos ahogados y lágrimas incesantes.
Rhaela, que había sido una figura fuerte y calculadora, comenzó a mostrar signos de una locura sutil pero inquietante. Las pequeñas idiosincrasias en su comportamiento se volvían cada vez más evidentes, aunque aún permanecían disimuladas entre los que la rodeaban. Sus ojos, una vez firmes y decididos, ahora a menudo parecían vacíos, como si estuvieran buscando algo más allá de lo visible. Su tristeza se transformó lentamente en un deseo ardiente de justicia, un anhelo que se manifestaba en sus acciones cada vez más erráticas.
Una tarde gris y nublada, Rhaela decidió tomar una medida drástica. Ella, junto con Alys, comenzó a planear una venganza en contra de Alicent, la mujer que, en su mente, había contribuido a la desgracia de su hijo. Rhaela, ocultando su furia bajo una fachada de calma, diseñó un vestido verde para Alicent, sabiendo que el color tenía para ella una connotación de sufrimiento y pérdida. El verde, que Alicent había llegado a asociar con su propia tragedia, sería ahora una cruel burla.
El vestido, cuidadosamente elaborado y adornado con bordados intrincados, estaba acompañado por una caja de galletas aparentemente inofensivas. Sin embargo, dentro de las galletas se escondía un veneno mortal, un secreto letal destinado a terminar con la vida de su objetivo. Rhaela envió el paquete desde el anonimato, asegurándose de que ningún rastro condujera de vuelta a ella.
Las galletas y el vestido llegaron a Invernalia, donde Aegon III, el hijo de Rhaenyra y hermano de Rhaela, estaba en una visita prolongada. Aegon, siempre abierto a nuevas experiencias y muestras de cortesía, recibió el regalo con una sonrisa. No era consciente del peligro que se ocultaba tras el envoltorio brillante del vestido ni en las galletas que saboreaba con gusto.
Esa noche, en la privacidad de su habitación, Aegon comió las galletas, sin saber que se estaban convirtiendo en el instrumento de su final. Poco después, comenzó a sentir un dolor agonizante, y su vida se desvaneció lentamente mientras el veneno hacía efecto. Su fallecimiento fue un golpe devastador para la familia real, y la noticia llegó como una sombra oscura que se extendió sobre Invernalia.
Cuando la verdad comenzó a emerger lentamente, los susurros sobre la posible culpabilidad de Rhaela y Alys comenzaron a circular. La sombra de la venganza se extendió por los pasillos de la fortaleza, y la sed de justicia de Rhaela, alimentada por la pérdida de su hijo, estaba lista para consumir a cualquiera que estuviera en su camino.
[...]
El clima de tensión y venganza que había envuelto a Rhaenyra estalló en una furia devastadora. La noticia de la muerte de Aegon III, junto con la creciente desesperación, provocó una acción desesperada y violenta. En un ataque de ira desmedida, Rhaenyra decidió movilizar sus fuerzas para atacar Desembarco del Rey.
Rhaenyra reunió a sus aliados más leales: las casas Velaryon, Stark, Arryn y otros señores del norte. Los dragones volaron alto en el cielo, sus escamas brillando al sol y proyectando sombras aterradoras sobre el terreno. Las tropas se alistaron para la batalla, preparados para desatar el caos sobre la capital de los Verdes. La estrategia de Rhaenyra era arrasar con la ciudad y demostrar que el poder de los Negros aún era formidable.
Rhaela, ahora con 49 años, montaba a Nyx, su imponente dragón negro, que se parecía en tamaño y furia a los dragones de su juventud. La silueta de Rhaela era inconfundible en la batalla; el embarazo avanzado se notaba claramente bajo su armadura, pero esto no la detuvo. Su furia estaba alimentada por la pérdida de su hijo Aelor y el deseo de vengar a su familia.
Montando a Nyx, Rhaela descendió sobre Desembarco del Rey como una tormenta oscura. El dragón negro arrasó con todo a su paso, sus garras y su fuego devastando los dragones y jinetes enemigos. Las llamas que brotaban de Nyx iluminaron el cielo mientras Rhaela se movía con precisión letal. Cada enemigo caído bajo el fuego de Nyx se convirtió en un testimonio de la furia de Rhaela.
Rhaenyra y sus aliados atacaron con una fuerza implacable. Los dragones de Rhaenyra, liderados por su imponente Syrax, descendieron sobre la ciudad con una tormenta de fuego. Las llamas arrasaron las defensas de la ciudad, y los gritos de los soldados y ciudadanos se mezclaron con el rugido de los dragones. Las casas Velaryon, Stark y Arryn se movieron en una formación precisa, causando estragos en las murallas y torres de la ciudad.
Mientras tanto, Rhaela seguía su propia senda de destrucción. Su furia se enfocó en los dragones enemigos. Con Nyx lanzando llamas y garras implacables, Rhaela derribó a varios dragones y sus jinetes. La batalla se tornó brutal y sangrienta, y su presencia en el campo de batalla convirtió el caos en una masacre dirigida. Su deseo de venganza transformó el ataque en una furia imparable.
Cuando el ejército del Norte llegó finalmente a las afueras de la ciudad, la situación ya era crítica. Rhaenyra y sus hijos quedaron atrapados en el corazón de Desembarco del Rey. Los soldados verdes, con un renovado fervor, cerraron las puertas y rodearon a las fuerzas negras. La batalla se intensificó, y las fuerzas de Rhaenyra comenzaron a ser empujadas hacia atrás. La situación se volvió desesperada para los atacantes.
Nyx, bajo el mando de Rhaela, continuó su destructiva misión. La feroz resistencia de los defensores verdes, junto con el contraataque, comenzó a hacer mella en las fuerzas negras. Los dragones y jinetes de los Negros cayeron uno tras otro, y la marea de la batalla se inclinó a favor de los Verdes.
Rhaenyra fue finalmente capturada junto a sus hijos. Los Verdes, mostrando su determinación de terminar con la amenaza de los Negros, no mostraron piedad. La reina fue arrastrada a una celda en el castillo, sus gritos de ira y frustración resonando por los pasillos mientras la ciudad se recuperaba de la devastación.
Los dragones caídos y los jinetes capturados fueron expuestos en una exhibición cruel como advertencia para cualquier que deseara desafiar a los Verdes en el futuro. Desembarco del Rey, aunque gravemente dañado, había demostrado su resistencia y su capacidad para repeler incluso la furia más devastadora.
Rhaela, al ver que sus esfuerzos y su furia no habían sido suficientes para asegurar una victoria completa, se quedó en el campo de batalla, con Nyx rugiendo furiosamente. Su determinación de vengar a Aelor seguía ardiente, y aunque la batalla estaba decidida, su rencor no se apaciguaba. Desembarco del Rey había demostrado su resistencia, pero la furia de los Negros no se extinguiría fácilmente. La venganza de Rhaela seguiría latente, una amenaza silenciosa que seguiría susurrando en el corazón del conflicto.
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El último dragón: La casa del dragón
Genç KurguEl último dragón: La Saga Targaryen ofrece una mirada profunda a las complejidades de la política familiar, el amor y el poder en la casa Targaryen. A través de los ojos de Rhaena, la novela explora la tensión entre el deber y el deseo, la lealtad y...