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𝐴𝑠𝑡𝑟𝑖𝑑

Me mato.

Me suicidó.

Me tiro de un puente.

Me tiro del edificio más alto.

¿Por qué no lo había hecho antes?

De todas las personas...

De todas las personas... tenia que ser el.

El.

¡¿EL?!

-¿Ya se despidieron? -pregunta el señor Cyrus.

-Si...-digo al entrar al carro, solté un suspiro en cuanto me acomode en el asiento trasero- No había mucha gente de quien despedirse.

𝐴 𝑙𝑜𝑠 𝑑𝑒𝑚𝑎𝑠 𝑦𝑎 𝑙𝑜𝑠 𝑎𝑑𝑜𝑝𝑡𝑎𝑟𝑜𝑛 ℎ𝑎𝑐𝑒 𝑚𝑢𝑐ℎ𝑜.

-¿Nos podemos ir? -le pregunte, mi voz está llena de deseo, de ganas de escapar de este, lo más rápido posible.

-¡Esperen! -grita Kevin, hacercandose a la puerta del copiloto.

𝑌 𝑝𝑜𝑟 𝑒𝑠𝑜 𝑞𝑢𝑒𝑟𝑖𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑖𝑟𝑛𝑜𝑠.

-Por la otra puerta -le digo en cuanto intenta entrar.

-¿Puedo ir adelante? -pregunta Kevin.

-No puedes -respondí.

-Ve atrás, no quiero que se peleen por ir adelante.

-¿Cómo cuánto tiempo tardaremos? -le pregunte  impaciente.

-Unas tres horas aproximadamente -responde el Señor Cyrus.

Tres horas.

Tres horas con el al lado.

¡TRES HORAS!

Sin ninguna escapatoria.

𝑌 𝑡𝑒 𝑔𝑢𝑠𝑡𝑎 𝑙𝑎 𝑖𝑑𝑒𝑎.

¡¿Que?!

¡NO!

-¿Todas esas maletas son tuyas? -interroga Kevin, con un tono burlón.

Hace un mes, adoptaron a Layra. Cuando viene a visitarme siempre trae alguna que otra cosa y pone la excusa que se olvidó, que la próxima vez que viene se lo lleva.

Se que lo hace apropósito, ella sabe como es estar aquí... Ninguno puede tener pertenencias propias y eso significa ocultar las que ella me trae.

-No, como crees -respondí con sarcasmo-, las recoji de la calle.

-Si ya me acordé que tú vives en la calle -le agarre del cabello, con fuerza despeinandolo-. ¡Lo siento! ¡Lo siento!

-No peleen... Saben que tomen -soltó el Señor Cyrus dos cajas envueltas con papel de regalo.

Pobre hombre ni un día está con nosotros y creo que ya se arrepiente de habernos adoptado.

-¿Qué es? -le pregunto curiosa.

-Dos cajas -responde Kevin- ¿Necesitas lentes Astrisita?

Lo fulmine con la mirada.

No me gusta ese apodo.

𝑃𝑒𝑟𝑜 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑙𝑜 𝑑𝑖𝑐𝑒 𝑒𝑙...

Lo odio más.

𝑇𝑒 𝑒𝑛𝑐𝑎𝑛𝑡𝑎.

-¡Un teléfono! -grita emocionado.

-¡Cállate que me asordas! -le reclame a Kevin.

-¡Cállate que me asordas! -me imita, burlón.

El ritmo de nuestros corazones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora