6. Rabia

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Si había una cosa que odiaba más que los cazadores, era la nieve. Odiaba la nieve. Su presencia era el recuerdo constante de mi singular rareza, sin contar la desagradable sensación de tener el cuerpo congelado. Eso era un extra.

Los copos de nieve arrastrados por un sutil viento en su pequeña forma estrellada, suponían caer con gracia a nuestro alrededor, decorando el suelo terroso cubierto de hojas y las copas de los árbolesde de un inmaculado color blanco. No tenían ni idea de los molestos que eran.

En efecto, podría vivir con el frío, no me molestaba tanto, sino el constante recordatorio de lo que suponía aquella capa blancusca y extensa, con su dramático color inmaculado, recordándome una y otra vez que no era normal, que había algo mal en mí. Por eso la odiaba. Porque cada invierno se las arreglaba para recordarme que había algo mal en mí.

____ Quita esa cara ya. Tu mal humor no nos convencerá de que te liberemos.

Le lancé una mirada odiosa a Aron que me miraba del lado opuesto de la fogata. Me tomó poco tiempo darme cuenta de que hacía del payaso del trío que prontamente moriría por mis manos.

Cabalgamos toda la noche durante tres días, y solo nos detuvimos para descansar reflejados los primeros rayos de sol en el horizonte cada mañana. Aún no había tenido suerte en descubrir la razón por la que solo avanzábamos de noche y descansábamos durante el día. Y no creo que si preguntara alguien me lo diría. Una vez que nos deteniamos, los hermanos pesadilla montaban un campamento en puro bosque, aislados de todo lo que suponía la vida civilizada. A esas alturas ya no tenía la menor idea de dónde nos encontrábamos, y mucho menos idea de cómo regresar a casa.

Seguía atada de pies y manos, pero al menos mis captores tuvieron la descencia de darme una capa de piel de oso, y permitirme calentarme en torno al fuego. También se ocuparon de que Lena estuviera abrigada y refugiada en una pequeña tienda que Ansel preparó para ella. Incluso Green había sido alimentado y colocado en su jaula para pájaros dentro de la tienda con Lena para vigilar si despertaba.

La curiosidad por conocer la razón por la cual nos estaban cuidando escapaba de mi control. Lo único que tenía sentido para mí era que planeaban vendernos, y quizás por eso no nos habían dejado morir de hambre y frío.

____ ¿Hay alguna forma de ayudar a mi prima?

Dirigí la pregunta a Ansel que parecía ser el único con el sentido común para preocuparse verdaderamente por el estado de Lena.

Aron me lanzó una mirada divertida. Todos sabíamos muy bien que la única razón por la que aún no había intentado escapar era porque no me iría sin Lena. Preferiría ser vendida mil veces antes que dejarla con esos salvajes.

____ El caballero está en ello. ____ Respondió Ansel.

Solté un bufido burlón.

____ ¿Te refieres al imbécil que prefiere la compañía del bosque antes que la nuestra?

____ En su defensa, tú no eres tan buena compañía que digamos.

Su pudiera usar mi poder, Aron no sería más que cenizas a esas alturas.

Los lobos aparecieron de la nada para acurrucarse junto a mí. No tenía la menor idea de porqué se comportaban de esa manera, pero tampoco iba a quejarme. Al menos no parecían querer convertirme en su próxima cena.

____ Cuidado Aron, los lobos piensan lo contrario. ____ A pesar del tono divertido que puse a mis palabras, no tuve las fuerzas para sonreír.

El mencionado miraba a los animales con cierto recelo. Y si yo fuera él, estaría igual.

Alderamin (La leyenda) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora