"Lazos Rotos"

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"Incluso los dioses no pueden escapar al hilo que las Moiras tejen para cada uno."

Londres, Presente.

El sol comenzaba a ocultarse detrás de los árboles del parque, proyectando sombras alargadas sobre el césped. Han no podía dejar de mirar la foto que sostenía en sus manos, su propio rostro joven lo observaba desde el papel envejecido. El silencio entre él y Joans se alargaba, roto solo por el canto lejano de algunos pájaros.

-¿Por qué...?- comenzó a decir Han, pero su voz se quebró. Tragó saliva, intentando calmar el temblor que sentía en el pecho. -¿Por qué había una foto mía en ese archivo, Joans?.

Joans permaneció en silencio por un momento, observando el horizonte antes de responder. -La encontré cuando me metí a escondidas en la oficina de mi padre-, dijo finalmente, su tono serio. -No estaba buscando nada en particular, pero algo me llevó a ese archivo... y allí estaba tu foto.

Antes de que Han pudiera responder, Jezebel, que había estado en silencio hasta entonces, se acercó a ellos con una expresión de preocupación en el rostro.

-Esto no es normal... -dijo en voz baja, mirando alrededor como si temiera que alguien los estuviera observando-. ¿Y si nos han estado vigilando todo este tiempo? Tiene sentido, especialmente después de leer sobre la Operación Desvanecimiento...

Han frunció el ceño, su mente corriendo para conectar los puntos.

-Jezebel tiene razón -dijo Bell, que hasta ese momento había estado observando en silencio desde un poco más atrás-. No podemos estar seguros de que nadie nos esté siguiendo ahora mismo. Quizá deberíamos hablar en un lugar más seguro.

Joans asintió, sintiendo la creciente inquietud en el ambiente. Sus ojos recorrieron el parque, buscando cualquier señal de que estuvieran siendo observados, pero el lugar parecía tranquilo, casi demasiado tranquilo.

-Tienes razón -respondió Joans finalmente-. No podemos correr riesgos. Vamos a un lugar donde podamos hablar sin preocuparnos por quién podría estar escuchando.

Con la decisión tomada, los tres comenzaron a caminar hacia la salida del parque, sus pasos acelerados, conscientes de que la información que habían descubierto podría ser más peligrosa de lo que imaginaban. Mientras salían del parque, el ambiente parecía cargado de una tensión invisible. Joans no podía sacudirse la sensación de que alguien los observaba, y notó que los demás parecían sentir lo mismo, lanzando miradas rápidas sobre sus hombros mientras aceleraban el paso.

El sonido de sus pasos resonaba en sus oídos, cada crujido de las ramas bajo sus pies parecía amplificado por la ansiedad. La paranoia comenzaba a arraigarse en sus mentes, creando un ciclo de miedo e incertidumbre. Sin embargo, lo que no sabían era que, en ese preciso momento, nadie los estaba siguiendo.

Mientras tanto lejos de allí en la imponente sala de reuniones de la casa de los Grant, la atmósfera estaba cargada de tensión. Jade estaba de pie al final de la mesa, sus ojos ardiendo de furia mientras miraba a Hanna, que permanecía sentada, con la cabeza ligeramente inclinada.

-¡No puedo creer lo que hiciste! -jadeó Jade, su voz teñida de veneno-. ¿Cómo te atreviste a aceptar esa maldita propuesta de matrimonio, sabiendo todo lo que está en juego?

Hanna levantó la vista lentamente, sus ojos encontrando los de Jade con una mezcla de desafío y culpa.

-No tenías derecho -continuó Jade, dando un paso hacia ella-. Estabas en la casa de Joans, con sus padres y los tuyos, y aún así, decidiste tomar una decisión tan imprudente como esa. ¡¿En qué estabas pensando?!

Ecos de un Amor PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora