Capítulo 6

216 46 14
                                    

Por favor, no olvides dejar un voto y/o un comentario. Me gustaría que la historia crezca en la plataforma y eso solo puedo lograrlo con la ayuda de ustedes. ¡Gracias! ♥


CASSIA

La señora que está a mí lado arruga la nariz y hace una mueca de asco. El vendedor, al que acabo de explicarle las impresiones que necesito, fija la vista en la mujer y se concentra en ella.

—¿En qué puedo ayudarla, señora?

—No debiste permitir el ingreso a ese criminal —larga sin rodeos—. Perderás clientes si lo haces.

—Él tiene derecho a comprar —responde tras encogerse de hombros—. ¿Por qué le prohibiría la entrada?

—¡Mató a un policía! —recrimina exasperada—. ¿No te parece motivo suficiente?

—Ya cumplió su condena —cerciora. Atina a continuar con las impresiones, sin embargo, no lo hace y retoma el habla—. De todas formas, fue un episodio confuso. Querían a un culpable y ese chico les vino como anillo al dedo. ¿Sabía qué no hay pruebas fehacientes de que él lo haya asesinado?

La mujer resopla, frustrada.

—Es un Sawyer, muchacho. Eso lo prueba. Todos sabemos que esa familia es un criadero de delincuentes.

—No me parece lógico juzgar a todos con la misma vara —pronuncia. Ahora su vista está fija en la impresora. Presiona un botón y las copias de mi prospecto laboral comienzan a materializarse—. Lo siento, señorita. ¿Llevarán algo más?

—Sí. Llevaré este libro. Aquella libreta. La lila pastel, que está ahí. Y la más pequeña también. Oh, un bolígrafo y un borratintas, por favor —pido. Rhys espera a mí lado de brazos cruzados. Huelo su impaciencia. Adivino que le molestó la forma en la que me dirigí a Dalton pero no lo entiendo. Me gusta hablar con la gente. Después de pasar dos años de mi vida encerrada al lado de Jared, mi ansia por conocer personas nuevas está latente—. Puedes cobrar de aquí —le extiendo la tarjeta de débito. El vendedor la recibe y cobra el dinero correspondiente. Una vez que me entrega mi compra, busco a Rhys. Está de pie en la salida, listo para irse.

El pueblo no cambió demasiado desde la última vez que estuve aquí. El parque donde habitualmente juegan los niños está intacto, quizá tiene alguna que otra atracción nueva, pero nada demasiado relevante. Los cuadras a su alrededor albergan una cálida cafetería, una pastelería artesanal, el instituto que se divide en tres partes: jardín de infantes, primario y secundario. Una sugestiva tienda de ropa vintage y la biblioteca pública, una casona antigua refaccionada. Supongo que a esto se refiere mi papá cada vez que menciona que aquí «nada cambia». Luego, pone esa expresión de cascarrabias y agrega «para un viejo como yo está bien, pero una joven como tú no puede estancarse en este pueblo». No lo llamaría estancarse, más bien diría que es llevar una vida tranquila. ¿Qué tiene de malo? La ciudad tampoco es una maravilla. Tener que sortear el tráfico cada mañana o cruzarse con cientos de desconocidos que ni siquiera te dirigen la mirada no la hacen un sitio precisamente atractivo para vivir.

Veo de reojo a Rhys, que toma la carretera hacia la estancia de papá —se encuentra a diez minutos en automóvil y a unos veinte minutos a pie—. Intento adivinar en qué rayos está pensando. Usualmente es imposible saberlo. De hecho, creo que esa frialdad e inexpresión lo hicieron ser un genio en los negocios. Esa personalidad lo llevó a convertirse en la mano derecha de mi padre.

—¿Conocías a Dalton? —rompo el silencio.

—De niños.

—¿Es cierto lo que dicen?

—Cometió un delito y cumplió su condena. Sí —resume. Tengo que armarme de paciencia con Rhys. Sacarle información es misión imposible.

—El vendedor dijo que fue un episodio confuso. Insinuó que es inocente. ¿Qué sabes sobre eso?

Rhys continúa con la mirada fija en la carretera.

—¿Por qué te interesa tanto?

—Es curiosidad. Siempre he sido una persona curiosa —justifico. No puedo decirle que algo en ese hombre me llamó la atención. Quizá sea lo amable que fue conmigo cuando me regaló el café, su espalda ancha, sus facciones filosas y duras o su metro noventa de altura—. ¿Recuerdas esas vacaciones? ¿Cuándo me quedé despierta doce horas solo porque quería ver una aurora boreal?

Es cierto. Puedo volverme un poquito intensa cuando necesito hallar respuestas o saciar mi curiosidad. Mejor dicho, apasionada.

—Sí. Te he dicho todo lo que sé. Olvídate de él —contesta. Si Rhys no está dispuesto a darme información, la buscaré en otro lado—. ¿Sigues con la idea de quedarte aquí?

Levanto los currículums y los muevo ligeramente.

—Buscaré trabajo. ¿No lo ves?

—Tú padre no estará contento.

—Dime algo que no sepa. Papá adora a Jared. No será fácil para él superarlo, pero tendrá que hacerlo. Tú siempre lo convences de todo, podrías hacérselo entender —sugiero.

—¿Qué tan mal están las cosas con Jared?

—Se terminó. Es definitivo —aclaro. Sospecho que papá le ha dicho que es algo momentáneo o un capricho. Me engañaba y tenía una aplicación en mi móvil para espiarme. Yo no... No podía tener una vida aparte de él.

Rhys aprieta la mandíbula.

—Siempre creí que eras demasiado para ese hijo de puta.

Sonrío suavemente. Al fin alguien está de mi lado.

—Ayúdame a quedarme aquí, Rhys. Por favor —pido mientras ingresamos al estacionamiento de la estancia.

En silencio, él aparca el auto. Sus manos continúan aferradas al manubrio cuando inclina la cabeza hacia a mí lado y me mira.

—Este pueblo no es una buena opción, Cassia. No vuelvas con Jared, pero retoma tu vida en la ciudad.

—Te he dicho que ni siquiera tenía una vida.

—Construye una. Lejos de aquí.

Luego, baja del vehículo y cierra la puerta. Lo veo caminar en dirección al ingreso de empleados. Es como de la familia, sin embargo, aún utiliza esa puerta. Permanezco un rato más hundida en el asiento de acompañante. Ni siquiera mi propia familia me quiere aquí. Debra es la única que me dio palabras de aliento y una cálida bienvenida, pero no tiene demasiado influencia en las decisiones de mi padre. Él siempre deja en claro que soy su hija y nadie más puede entrometerse. No quiero quedarme aquí si cada día alguien aparece para recordarme que estaría mejor lejos.

Empiezo a creer que soy un estorbo. 

Las heridas que sanamosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora