La luz tenue de la calle se esparcía por mi habitación, que estaba en penumbras. Desde aquel día de la discusión, lo único que sabía de Tom era que mandaba los papeles del divorcio cada semana por correo, que yo devolvía en blanco, y que hacía exasperar a Gustav, quien creía que lo mejor era el divorcio, pero yo no podía dejarlo ir.
Esa mañana me sentía terriblemente mal, mi pierna no quería sanar y los dolores eran el doble, por eso el medicamento me lo tomaba de a dos dosis. Estaba en la cocina preparando mi bebida de calmantes efervescentes cuando el timbre de la puerta interrumpió mi tranquilidad. No quería abrir, pero era muy insistente, así que fui a abrir a paso lento hasta llegar a la puerta.
-Podrías dejar de tocar duro- dije abriendo y sorprendiéndome de quien estaba atrás de ella. -Tom- susurré, pero él solo pasó por mi lado para subir a la habitación. No pude seguirlo porque subir escaleras era tortuoso, así que esperé hasta que bajó con sus maletas y algunos documentos.
-Espera, hablemos- lo tomé de la muñeca, pero se zafó.
-No tenemos nada de que hablar, Bill. Solo vine por las últimas cosas que dejé aquí-.
-Pero quiero preguntarte una cosa-.
-¿Qué quieres preguntar?-.
-¿Por qué me abandonaste en el hospital? Sabías que aún estaba delicado y solo te fuiste.
-Eres un cínico, Bill-.
-Sin ofensas, Tom, no entiendo qué fue lo que hice para que hicieras eso-.
-Estabas con tu amante, él podía haberte cuidado, ¿no?, creo que yo sobrara-.
-¿Cuál amante? Sabes que puedo ser un hijo de puta, pero infiel jamás-.
-¡Mentiroso! Yo te vi-.
-¿Con quién? ¿Qué se supone que viste?-.
-De verdad que eres un sinvergüenza-.
-¡Ya basta! No entiendo nada-.
-Estabas besándote con Andreas, según tú, el que es tu socio, nada más-.
-Solo es mi socio, Tom. Yo no he visto a Andreas antes de mi accidente-.
-Es increíble el alto grado de cinismo el tuyo-.
-No entiendo, esa es la verdad... Yo no me he besado con Andreas ni nada de lo que piensas.
-Mejor me voy, tu actitud me enferma-.
-¿Porque actúas así, bebé?- pregunté acercándome pero se alejó.
-No me llames bebé, no me hables, no me dirijas más la palabra, olvídame y firma de una vez el divorcio-.
-No lo haré-.
-¿Para qué me quieres en tu vida?-.
-Yo te amo-.
-Sí, como no- resopló con tono irónico.
Tom tomó mi bebida de calmantes que había dejado en la mesa principal y se la estaba bebiendo muy rápido. Traté de evitarlo, pero no pude. Cuando terminó, se sentó en el sillón y se quedó callado por un tiempo, luego comenzó a sentir los efectos de los calmantes hasta recostarse para quedar profundo.
Verlo dormido de nuevo en nuestra cama hizo que mi cuerpo reaccionara a su calor, a su aroma, a la tranquilidad de su respiración. Lo único mal que estaba allí era sus manos esposadas al cabecero de la cama.
Antes de esposarlo, le quite la camisa y por allí había pasado mis labios, recordando el sabor de su piel. Lo mordí, lo chupé a mi antojo. Bajé un poco su pantalón y su erección salió sin tapujos. Me volvi loco al verlo así, ansioso por mí.
Lo tomé, entré mis manos y lo chupé varios segundos. Tom no reaccionaba, bueno, su cuerpo sí, pero él estaba inconsciente. Me bajé mi pijama y me auto penetré. Esa sensación de que me llenara me hizo mover mis caderas a tal punto que al fin reaccionó.
-¿Qué haces, Bill?- preguntó Tom intentando separarse, pero las esposas bien aseguradas se lo impidieron. -Suéltame- pidió en desespero.
-Quedate quieto, bebé- susurré en su oído, dejando besos en su cuello.
Mi raciocinio no estaba del todo claro.
-No quiero, suéltame- volvió a pedir, pero mis movimientos se aceleraron más hasta comenzar a gemir.
-¿No te gusta?- murmuré de nuevo, oliendo su sudor en el cuello, que olía a puro hombre, a mi hombre.
-¡Déjame!- esta vez fue más alto su pedido. Su llanto me hizo frenar mi acción. Lo miré y estaba sufriendo, sollozando y con miedo, con miedo de mí, del monstruo en el que me había convertido.
Miré sus ojos y vi mi reflejo, no me reconocía. Me separé, perdiendo la unión que teníamos, retrocedí unos pasos hasta chocar contra la pared de mi habitación, me deslicé por ella hasta sentarme en el suelo y hundí mi cara entre mis piernas, me tapé los oídos para no escuchar su llanto. Me dolía verlo así, me dolía por hacerle esto.
La puerta se abrió y era Gustav, subió las escaleras hasta entrar en la habitación, me encontró allí tirado, luego miró a Tom y lo cubrió con la camisa que le había quitado, y después se acercó a mí.
-¿Qué demonios estás haciendo?- su tono era de enojo puro, lo podía sentir.
-Yo...
- Bill, ¿qué te pasa? Ahora te dedicas a violarlo.
-Yo no...-
-¡Cállate!, ¿dónde están las llaves?- me preguntó, y las saqué de mi pijama.
-Dámelas- me las pidió, pero no se las di, solo me acerqué a él y las abrí.Tom se levantó, subiéndose los pantalones, tomó su camisa y la abotonó. Su mirada estaba vacía y fría, así se acercó a mí. En ese momento, me sentí tan pequeño frente a él, que solo retrocedí unos pasos para chocar de nuevo con la pared. Mi mirada estaba perdida en el suelo y mis manos temblaban.
-No vuelvas a acercarte a mí, jamás vuelvas a mirarme o a pronunciar mi nombre, Bill Trümper. Te odio, me das asco.
Ese te odio llegó a mi pobre corazón para partirlo en mil pedazos, se dio media vuelta y salió, recogiendo las cosas por las cuales vino a casa.
-¿Qué haces aquí?- indagué después de que dejé de llorar, porque sí lo había hecho, y por primera vez supe que era el dolor.
-Te vi por la cámara- contestó mi amigo.
-No sé qué me pasó-.
-Si tratas de recuperarlo, vas muy mal, Bill-.
-Ya no sé qué hacer, ¿qué hago?- mi desesperación estaba al límite.
-Déjalo en paz-.
-No puedo-.
-Déjalo ir-.
-No, no puedo dejarlo ir-.
-Le estás haciendo daño y de paso te haces daño a ti-.
Se agachó frente a mí y me abrazó, y entonces de nuevo lloré, porque lo que había hecho no tenía perdón, Tom no lo iba a hacer y yo tampoco podría, ni siquiera pedírselo.
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𝑵𝒐 𝑷𝒖𝒆𝒅𝒐 𝑫𝒆𝒋𝒂𝒓𝒕𝒆 𝑰𝒓 [TwcNr]
Lãng mạn𝚂𝚒𝚎𝙼𝙿𝚛𝚎 𝚑𝚊𝙱𝚛𝙰́ 𝚞𝚗𝚊 𝚜𝙴𝙶𝚞𝚗𝙳𝚊 𝙾𝚙𝚘𝚛𝚝𝚞𝚗𝚒𝚍𝙰𝚍 𝙴𝙽 𝙴𝚕 𝚊𝚖𝚘𝚛... ¿𝚝𝙾𝙼 𝙻𝙰 𝙳𝙰𝚁𝚊́? 𝚋𝚒𝚕𝚕 𝙻𝙰 𝙰𝚙𝚛𝚘𝚅𝙴𝚌𝙷𝙰𝚁𝚊́... ⟥𝙵𝚎𝚌𝙷𝙰 𝙳𝚎 𝚒𝚗𝙸𝙲𝚒𝙾: 10-junio-2024. ⟥𝚏𝚎𝙲𝙷𝙰 𝙵𝚒𝙽𝚊𝙻 :